Por Luis Américo Illuminati.-

«Los muchachos de antes no usaban gomina» es una película icónica del cine argentino (1937) y también un buen ejemplo de hombría de bien. Mauricio Macri criticó con dureza a Alberto Fernández por la visita a Milagro Sala. Al respecto, cabe aclarar una situación harto repetida. Una cosa es el matonismo y otra cosa es la valentía. Voy a contar una anécdota de alguien que ya no está en este mundo, alto funcionario de la Aduana, que, sin carta-documento ni abogados, terminó con un diferendo con otro funcionario que le recriminaba sobre un asunto sin tener razón. Sin intermediarios de ninguna clase lo invitó al otro a solucionar las cosas a las piñas como dos buenos caballeros. De más está decir que el criticón no aceptó y quedó probado que sólo era valiente con la lengua. De esta anécdota se puede sacar una enseñanza. Si el loro exponencial Alberto Fernández culpa a Macri de todos los males que suceden en la Argentina, este último debe hacer lo mismo que hizo el hombre de la anécdota. Basta de palabrerío de comadrejas. Demostraría así que tiene agallas. El pacifismo tiene un límite de tolerancia que lo marca el culto a la verdad. Macri debe dirimir este diferendo como lo hacen los hombres. Usar los puños en lugar de la lengua. Es un método ético mucho mejor que los timbrazos. Un buen castañazo no le viene mal a nadie, puede ser un buen remedio para un cargoso. Si Alberto no le concede una audiencia, que Macri entonces le moje la oreja a la salida frente a todos los Granaderos que mirarán la escena impertérritos. El desafío podría ser en la misma Plaza de Mayo, de inmediato y sin presencia de curiosos. Si Alberto no acepta es porque es un cagón. Y si Macri no lo invita al duelo de piñas limpias es otro cagón. En la película citada al comienzo, dirigida por Manuel Romero, la causa de los desvelos, disputas y dramas es la rubia Mireya, la cual bien podría ser una metáfora de la Argentina, nuestra Patria maltratada y traicionada.

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