Por Carlos Tórtora.-

El atentado a Cristina Kirchner es ahora el factor ordenador de la realidad política. La investigación judicial gira por ahora en torno a la hipótesis de que Fernando Sabag Montiel es un lobo solitario. Sin embargo, a 72 horas del atentado, llama la atención que sólo se conozcan datos de su pasado reciente y prácticamente nada de su historia personal, algo que no se explica en alguien de 35 años.

Tampoco hay explicación alguna de las graves fallas del operativo de seguridad de la vicepresidenta, un tema que hizo aflorar la inquina del kirchnerismo contra Aníbal Fernández, que tomó partido por Alberto Fernández durante su pulseada con CFK y en La Cámpora no lo olvidan. El control de la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura es uno de los escasos resortes de poder que conserva el presidente y que también podría perder a manos de un cristinista. La crisis en el área de la seguridad va escalando. Ahora es el turno de los pases de facturas en la Policía Federal y la semana pasada le tocó a la Policía de la Ciudad, acusada por el kirchnerismo de actuar como una fuerza política al servicio del macrismo. En ambos casos, tanto Horacio Rodríguez Larreta como Alberto Fernández decidieron tratar el tema con bajo perfil y no evidenciar la crisis de dos fuerzas que continúan chocando por sus intervenciones en la seguridad porteña. Cuando Cristina aludió a la necesidad de revisar la autonomía porteña, no se habría referido a reformar la Constitución Nacional sino a algo más factible: dar marcha atrás con la ley que dispuso el traspaso de la policía metropolitana a la órbita de la Ciudad, una decisión que podría tomarse en el Congreso Nacional. Volviendo al atentado, lo cierto es que -otra nota original- el gobierno no parece tener un vocero que informe sobre la marcha de la investigación del mismo, ya que Aníbal apenas se dirige a los medios.

El despiste opositor

En el campo político, el atentado funcionó como un detonador de la interna de JxC, que venía de tensarse la semana anterior por la campaña de victimización de la expresidenta debido a la persecución oficial. Larreta, aprovechando la ola del atentado, surfeó la misma planteando una postura moderada, en tanto que Patricia Bullrich levantó la bandera de la intransigencia. En realidad, lo que paraliza a la coalición opositora es que no alcanza a reponerse de la jugada maestra de la vicepresidenta de utilizar dialécticamente el alegato del fiscal Diego Luciani, convocando al peronismo a movilizarse en su favor. JXC se preparaba para acompañar la etapa final del juicio de Vialidad y avalar la condena de aquella, pero se encontró con un escenario de reactivación del peronismo para el cual no está preparado. La carencia de un libreto opositor se va agudizando con el paso de los días y el atentado terminó de agravar las cosas.

Entre tanta confusión opositora, sólo Mauricio Macri parece obtener alguna ganancia por ser la figura de referencia a la acuden los desconcertados dirigentes del PRO.

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