Por Otto Schmucler.-

“Cómo puede ser posible que, en este estado de situación, haya gente que apoya al Presidente”, se preguntaba ante sus feligreses, que la aman y creen ciegamente en ella a pesar de todo. Pero ellos difícilmente podrán responder al planteo, si quien los congrega se muestra tan desorientada.

Yo también confieso que intenté sumarme a quienes, como usted, no encuentran razones lógicas que le den sustento al apoyo que la gente le sigue dando a quien, en campaña, siendo candidato, prometió hacer lo que hoy como presidente está haciendo.

Apagué la luz y con mi cabeza en la almohada comenzaron a venir a mí una serie de hechos ocurridos en las últimas dos décadas (después del tremendo 2001 que nos tuvo al borde de una guerra civil).

Como ovejitas contadas antes de dormir, pasaron ante mi, desordenadamente “los cuadernos Gloria” donde un chofer había anotado meticulosamente, con precisión horaria y ubicación, el recorrido que realizaba en su auto un tal Baratta recogiendo bolsos que le decía contenían colaboraciones dinerarias en dólares de prominentes figuras de la industria. El final del recorrido era casi siempre el mismo, un departamento de Juncal y Ayacucho y quien bajaba a recibir los mismos era un tal Muñoz, secretario privado del presidente, quien, tras su repentina muerte, la justicia de EEUU detectó que había efectuado compras inmobiliarias por 100 millones de dólares.

También vinieron a mí los bolsos de un tal López, que una noche arrojó tras los muros de un convento en Gral. Rodríguez conteniendo 10 millones de dólares (entre físico y joyas).

También vinieron a mí los negocios que tenían en sociedad Lázaro Báez y la familia presidencial, amén del increíble crecimiento patrimonial de Austral Construcciones, que es una de las evidencias expuestas por el fiscal Luciani en la causa Vialidad donde fue condenada e inhabilitada a cubrir cargos públicos a perpetuidad.

No faltó en ese desfile macabro el tristísimo recuerdo del Fiscal Nisman, que apareció muerto en su departamento un día antes de la presentación en el Congreso de una grave denuncia contra la Presidenta a raíz del Pacto con Irán (juicio que recién ahora, 9 años después de ese magnicidio, está por comenzar).

También desfilaron ante mí la fortuna con que el ex chofer de Néstor K. Rudy Ulloa se convirtió en dueño de medios en el sur de nuestro país y el jardinero Barreiro que terminó siendo dueño de un emporio de negocios en Calafate.

También desfilaron Julio de Vido, Ricardo Jaime, las valijas de Antonini Wilson (repletas de dólares para la campaña de Cristina).

Invadido por la indignación que todo desengaño produce, no pude volver a conciliar el sueño. Entonces comprendí que el hartazgo por tanta mentira y corrupción padecida habían sido los motivos del insomnio sufrido.

Tal vez, si pone atención en lo que le sucedió a este ciudadano encuentre, la expresidenta, la explicación a la sinrazón de ese 56% que eyectó del poder a una asociación política llamada “CASTA”, que hoy, con guarismos parecidos, sostiene una lucecita de esperanza a pesar del tremendo sacrificio que está haciendo para no claudicar en el intento de torcer el inevitable oscuro destino al que nos encaminábamos. Esa sociedad que la tiene tan desorientada hoy.

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