Por Hernán Andrés Kruse.-

LA DEMOCRACIA SINDICAL EN LATINOAMÉRICA

“En el continente europeo los sindicatos estuvieron fuertemente vinculados a los partidos socialdemócratas. Estos representaban sus intereses en el parlamento y promovían la extensión y el otorgamiento de nuevos derechos. En América Latina, señala Balbi, la incorporación al sistema político fue dispar: por un lado, gobiernos populistas que legitiman al movimiento sindical (México, Argentina, Venezuela); por otro lado, movimientos sindicales liderados por fuerzas de izquierda que resisten a la anexión como aparatos del Estado (Perú, Bolivia, Chile). Si bien el foco de análisis estuvo principalmente centrado en los partidos políticos, el movimiento sindical también estuvo vinculado en el proceso de retorno de las democracias desde finales de la década del 70, principalmente en Brasil, Argentina y Chile, y sobre este también recayeron las consecuencias del nuevo contexto político y económico a nivel internacional.

Los modelos económicos implementados en la región afectaron de manera significativa la posición que ocupaban los sindicatos en los procesos de toma de decisiones y cursos de acción políticas. La bibliografía indagada nos permite identificar algunas características centrales entre diferentes países de la región. La conformación de regímenes populistas a mediados del siglo XX en estos países estableció la forma de relacionamiento entre estado-sindicatos imperante, donde estos formaron o no parte del proyecto nacional propuesto. En muchos casos las prerrogativas sindicales dependieron de este vínculo como el caso argentino o mexicano en lo que refiere a la obligatoriedad de sindicalización. En otros casos también se privilegió la negociación centralizada de los convenios colectivos como mecanismos de regulación de la conflictividad. La presencia de líneas clasistas dentro de los sindicatos delineó una estructura mas o menos sectorial en su conformación y la participación en los procesos de retorno de la democracia en los años 80’.

Más específicamente, en lo que refiere a la obligatoriedad de la afiliación, la estructura normativa favoreció esta situación en los casos de Argentina, México, Bolivia y Perú, a diferencia de Chile y Brasil. La presencia de líneas clasistas dentro de las estructuras sindicales estuvo más desarrollada en Brasil, Chile, Bolivia y Perú, donde los sindicatos escaparon al formato de “sindicalismo de estado”, a diferencia de Argentina y México, que a su vez desarrollaron un sistema de negociación colectiva centralizada y no por empresa o rubro. Esta relación con la estatalidad y los partidos de gobierno llevó numerosas veces a fuertes rupturas y divisiones internas, como ocurrió especialmente en Argentina y México. En todos los países analizados, la participación de estas organizaciones en el retorno de los procesos democráticos fue clave.

Las reformas neoliberales que se inician a finales de los años 70’ en toda la región afectan directamente sobre la estructura del trabajo. Sus consecuencias comienzan a notarse través del aumento del desempleo, la flexibilización laboral, la desprotección legal del trabajador, la pérdida del poder adquisitivo del salario, el crecimiento de la informalidad y la subcontratación. Sin lugar a dudas esta drástica modificación del mundo del trabajo impactó en la estructura sindical. Surgieron como resultado diferentes expresiones según la autonomía adquirida frente al estado, las metas definidas y el repertorio de protestas implementado. El análisis de la bibliografía sobre el tema nos muestra un panorama distinto de países de la región. Los autores citados desarrollan los matices expresados en el seno de los sindicatos nacionales, principalmente las expresiones regionales, opositoras a las centrales únicas, de cada país. Las políticas neoliberales supusieron una fuerte dinámica de disciplinamiento en la clase obrera sindicalizada de Argentina, México y Chile7, no ocurriendo lo mismo en Brasil y Bolivia, donde los enfrentamientos a estas reformas fueron sustantivas, lo que también se tradujo en un creciente fraccionamiento de las centrales sindicales, aspecto que también se vio evidenciado en Argentina y México, no así en Chile”.

CONCLUSIONES

“Una de las primeras conclusiones que surgen responde a que las críticas efectuadas a los sindicatos desde los años 70’ refieren justamente a la presencia de “elites de poder” en términos de las formulaciones elitistas. El análisis de las formas de representación en las unidades productivas presenta contradicciones con las formas de representación sindical ampliada, lo que influye en los niveles de legitimidad si se considera a la afiliación como uno de sus principales indicadores. También se observa que las demandas en torno a la defensa del salario son constantes. Varía el apoyo a la política económica, la participación en la economía, y la presencia en otras instituciones estatales. La fragmentación de las creencias y valores es visible en todos los sectores. No obstante, estos están asociados a la definición de metas comunes. La heterogeneidad se expresa principalmente en la adhesión a determinados repertorios de acciones colectivas.

Las diferentes corrientes de la ciencia política, y los aportes de la sociología permiten identificar finalmente un conjunto de elementos que dan cuenta de los modelos de democracia propuestos. Sintéticamente todas ellas confluyen en afirmar que la configuración de las relaciones sociales actualmente se estructura en gran medida, a través de la representación colectiva de intereses, una herramienta, instrumento o función que se privilegia frente al accionar individual. A raíz de esto es necesario reflexionar sobre la forma de organización interna y el accionar de estos grupos. En una sociedad que adopta como modelo de sociabilidad los principios democráticos, es esperable que las estructuras de representación reproduzcan estos principios, no solamente desde un punto realista, sino como criterio normativo. Como señalan Bensusán y Ruiz, “la democratización del régimen político no supone la desaparición del corporativismo sindical pero si le impone restricciones y abre oportunidades”.

En consecuencia, si priorizamos en estas discusiones la primacía de los principios de libertad/igualdad (acepción liberal y marxista) y la expresión en el espacio público de manera individual o colectiva (grupos, asociaciones, clases) obtenemos un espacio configurado principalmente por la representación colectiva de los intereses sociales a través de grupos que en el caso de los sindicatos pueden adoptar distintos modelos de democracia. Cuando el principio de libertad es el imperante, probablemente se esté en presencia de sindicatos organizados verticalmente, con fuerte arraigo a los mecanismos de la democracia representativa, fuertemente dependientes de las prerrogativas estatales, y con mayor o menor incidencia de las bases dependiendo si se está en presencia de pactos relativamente estables. El nombre que adopta esta forma de estructuración sindical y se hace extensiva a la forma de relación social es “corporativismo burocrático”.

La otra modalidad se distancia de la línea anterior y concibe la posibilidad de una coexistencia más estable entre los grupos, y la deliberación colectiva de los intereses sociales, producto del consenso interno establecido dentro de los mismos grupos sociales. En el caso de los sindicatos supone la presencia de bases altamente movilizadas que participan en la construcción de consensos que exceden los reclamos salariales o sectoriales, e incluyen aspectos correctivos de las desigualdades imperantes. Proponen estructuras menos clasistas, tendientes a la concertación social y la conformación intersectorial de las decisiones. Este modelo de relación entre actores intenta mostrar su influencia en la estructura sindical. Al mismo tiempo, las posturas críticas nos proveen de un conjunto de dimensiones que se vuelven centrales para el análisis.

De la Garza plantea claramente los factores que influyen en el cambio democrático. Por un lado se encuentran aquellos que son considerados obstáculos (política laboral, control sobre la negociación colectiva, salario, y la relación con el sindicalismo oficial) y; por otro lado, aquellos factores promotores del cambio democrático (descentralización de las decisiones en los lugares de trabajo, el debilitamiento del vínculo con el gobierno, cúpulas reconvertidas, bases críticas y movilizadas, alianzas dentro del trabajo no asalariado). En definitiva, lo que este panorama nos plantea va más allá de la clásica preocupación de la burocratización y “jaula de hierro” de las organizaciones, cualesquiera sean; la democracia sindical es una demanda que hacia el interior de las organizaciones construye un espacio de mayor igualdad y procesos participativos en la toma de decisiones, desvirtuando las lógicas corporativas, centralistas y autoritarias, y de cara a la sociedad, es un proceso que aporta legitimidad y transparencia respecto de las prácticas y estrategias desplegadas por estas organizaciones.

(*) Gerardo Avalle (Docente e Investigador-Área de Ciencias Sociales y Humanidades-Conicet-UCC): “Democratización sindical, un debate pendiente. Análisis del proceso neoliberal latinoamericano” (Revista Latinoamericana de Políticas y Acción públicas-FLACSO-Sede Ecuador- 2017).

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