Por Italo Pallotti.-

La ex Vicepresidenta, ausente por mucho tiempo, costumbre que puso en práctica durante sus olvidables años de gobierno compartido, tiene esa cosa extraña de “aparecer” cuando uno menos lo piensa. O no, según se analice. Ese ocultismo del que hizo gala tantas veces, sobre todo cuando las acciones de “su” gobierno hacía agua por todos los costados, de pronto como arte de magia se revierte y cualquier escenario o motivo, aunque sea de lo más intrascendente, la vuelve a poner en ese muestrario desteñido por lo vano tan proclive a la clase política argentina. Lo que parece ser un acto inesperado para algunos, y poco deseado por muchos, no hay duda que casi siempre esconde alguna “sorpresiva casualidad”. Claro está que si la comunidad se pregunta el porqué de esa acción programada, casi de la nada, y como siempre rodeada de sus “íntimos necesarios”, la respuesta está al parecer en un realismo egocéntrico, a favor o en contra, según se observe. Y entonces, como una secuencia activante de la memoria, pasa del ausentismo autoimpuesto a la verborragia tribunera trayendo a colación antiguos temas que la historia reciente del país no solo ya no registra, sino que además le causan el daño consecuente al reavivar situaciones que prefiere definitivamente olvidar.

Y entonces, esa manera fugaz de reaparecida, le hacen transitar una discursiva que va desde la monotonía de lo vetusto, a pretender dar clases de temas qué en su camino dentro de la política brillaron por su ausencia, o simplemente estuvieron lejos de traer soluciones a los graves problemas que padeció el país en los 20 años que la tuvo como referente obligada (léase Peronismo/Justicialismo/Kirchnerismo/Cristinismo/Unidad Ciudadana/Unión por la Patria y su reducto Instituto Patria; más su “pariente político”, La Cámpora); porque el voto popular, el que un día deberá estudiarse muy seriamente, la entronizaron en la Rosada o sus cercanías. En esa dialéctica, a veces insólita, otras sobradora, algunas de puro narcisismo no faltan argumentos para dejar algunas “soluciones” de esas que en lo fáctico lejos estuvieron siempre de dar respuestas. Todo para el aplauso fácil, la reacción demagógica, la plegaria del relato enclenque e insufrible, que a sus seguidores tanto les gusta. Tanto le suenan a populismo de manual. De serviles consuetudinarios. Su historial de corrupción y su condena posterior (hasta que se demuestre lo contrario, según algún fanático y por simple obviedad) la sepultan en ese cono de sombra que el paso por la Justicia imprime a su figura, a pesar de la lentitud temporal; ya opacada, además, por derrotas electorales que parecen marcar su trayectoria hacia el ocaso final.

Este delirio, fue soportado por una corriente de militantes absorbidos por la lógica de la obstinación; impuesta por un relato que al final hizo agua por todas partes. Esa alucinación, vestida de quimera, pudo subsistir porque esa tropa de seguidores, cooptados a cualquier precio, se sumaron a mil narrativas que tanto esta Sra., como sus “compañeros” circunstanciales de estrategias, si los hubo, pudieron convencerlos que los estaban llevando al paraíso, cuando en realidad, para una inmensa mayoría, fue el caer en el infierno. Unos por un miopismo relevante y otros por su indiferencia a las tragedias anunciadas, salvo los protegidos, deben hoy hacer catarsis y preguntarse: ¿cómo fue posible semejante desvarío? Antes que el aplauso fácil inducido, deberán exigirle a Ella, cuándo será el día que se hará cargo de la cuota inmensa qué en la decadencia nacional, le cabe. Parece haber una rara mezcla de resentimientos por lo que pudo ser y no fue; o fue solo la intención de un juego ideológico peligroso; pero que por esas cosas que la historia juzgará, solo coronó el más rotundo de los fracasos políticos de las últimas décadas. Todo se rompió. A veces, la lancha que venía a salvarnos fue una más en la historia del naufragio. Hoy, los sobrevivientes de la bronca y el suplicio, debemos remar sin desmayo para intentar llegar a la orilla, como tantas veces.

Share