Por Luis Alejandro Rizzi.-

En los últimos meses se perdieron más de cien mil empleos registrados.

El nivel salarial, contando el público, el registrado y el precario, cayó un promedio de un 22% durante 2023.

Sobre una base de 23 millones de empleos, la mitad son registrados, la otra mitad, “negros”, sean informales o cuentapropistas.

Los argentinos solemos creer que hasta más o menos 1970, las cosas iban bien, pero no prestamos atención a que en esa época de algún modo la “inflación” era una suerte de incentivo a la “inversión” privada, ya que todo tipo de crédito se licuaba en breve tiempo.

Es obvio que para los que nos arriesgamos con créditos que según nuestros ingresos no deberíamos poder pagar, la inflación jugó como un segundo “crédito tácito o implicito” que nos facilitaba el pago del crédito original. Dicho en otras palabras, el endeudamiento se pagaba solo (la verdad es que lo pagábamos todos por eso se diluía el monto individual).

Es obvio que ese proceso que se ubicó entre 1955 y 1970 fue causa de una crisis que en esa época era latente pero que comenzó a manifestarse cuando comenzaron los procesos de indexación.

En esos años, segunda mitad de 1970, se promulgó la famosa circular 1050 del Banco Central, que técnicamente tuvo un grave error, ya que se indexaba el capital original y las cuotas mensuales, anomalía que algunos juzgados en lo comercial de la Capital Federal y del interior morigeraron.

Pero una gran mayoría que no pudo pagar las cuotas por su feroz sistema indexatorio perdieron sus propiedades; en el caso de los créditos con garantía hipotecaria, los comerciantes tuvieron que concursarse o quebrar.

La conclusión sería que un sistema genérico de indexación, tomando una única referencia -el costo de vida- para equiparar el nivel nominal y el real del dinero puede causar estragos o bien ser inequitativa.

Esta es una experiencia que aún no se tiene en cuenta. La indexación debe ser selectiva.

Así se llega a 1983, con un proceso inflacionario con un promedio del 0,5% diario, que alteraba no sólo la relación de precios sino la relación oferta agregada demanda agregada.

Durante el gobierno del Dr. Carlos Menem, se logró, con la convertibilidad, una estabilidad que perduró durante unos seis o siete años, pero se cometieron dos errores que, vistos en la perspectiva del tiempo, parecen infantiles: no se modificó la paridad cambiaria, no se armó una red social para financiar los perjuicios que se originaban al pasar de una economía inflacionaria a una economía estable.

El empecinamiento en no modificar la paridad cambiaria del régimen de convertibilidad comenzó a generar inflación en dólares y un encarecimiento de los precios locales.

El mérito de esa década del 90, que los gobiernos posteriores no aprovecharon, al contrario, demonizaron, fue el aprovechamiento de la capacidad ociosa, consecuencia de la inversión realizada en la década anterior; me refiero a la del 90. Esto se vio en los cuatro años de gobierno de Néstor K.

El gobierno de los Kirchner volvió al uso de la inflación para esconder el incremento del gasto y poder financiarlo con emisión, ante la carencia de crédito y de inversión.

Es difícil explicarlo, pero fundamentalmente Cristina mantuvo el poder real del salario subsidiando el precio de los servicios públicos, de la energía, a lo que sumó el “cepo” y la imposición de retenciones para controlar el tipo de cambio y de ese modo los precios de cabotaje.

Así se consumó un desorden total en la relación de precios y finalmente, en el gobierno de Fernández, la pérdida de valor del salario real, como se mostró al inicio de esta nota.

Hoy nos encontramos en la realidad: somos una sociedad pobre con un patrimonio difícil o imposible de mantener, porque no fue consecuencia de un crecimiento ordenado y racional de la economía sino consecuencia del oportunismo en el uso del subsidio inflacionario.

Javier Milei tuvo el mérito del chico del cuento sobre el “rey desnudo”; nos dijo que estamos desnudos en la inclemencia de un invierno voraz que durará más de los tres meses del calendario climático.

La economía no es cruel; nos enseña que la riqueza no es una cuestión de dinero sino de productividad y de racionalidad en la relación entre oferta y demanda.

La economía nos está mostrando nuestro nivel real de pobreza y la imposibilidad de mantener niveles de vida de sociedades desarrolladas.

Lamentablemente Milei y la gente que nos gobierna carecen de sensibilidad social para liderar esta dolorosa transición que consiste en asumir nuestra pobreza e iniciar un camino de crecimiento sustentable.

Muchos de los derechos que creemos tener no son sustentables, no se pueden financiar. Son más bien abusos adquiridos, una fantasía que se agotó.

Los tiempos pasados no fueron mejores; por el contrario, crearon esa ficción de un país rico, que tuvo el final que nos negamos a aceptar, el 70% de pobreza actual.

El desorden económico nunca tiene un final feliz. El final es cruento y en general los más perjudicados son los más pobres y los indigentes.

En ese punto estamos.

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