Por Bernardino Montejano.-

Nuestro presidente Milei proclamó en España: “soy un liberal en un país de zurdos”. Recién en la pág. 14, La Nación diario se ocupa del tema, lo cual muestra la poca importancia que le asigna a sus palabras.

Se equivoca el primer mandatario desde el comienzo, porque la Argentina no es un país de zurdos, sino un país con una buena cantidad de zurdos, la mayoría con el corazón a la izquierda y la billetera a la derecha, que hace real la conversación de dos gatos en una poesía de Trilussa, cuando uno, hambriento, invoca su pertenencia a la clase proletaria y le pide un reparto igualitario de un pollo, adquirido en la cocina de un capitalista, se niega y le aclara: “Soy socialista en el ayuno, pero comiendo soy conservador”.

Tenemos zurdos importantes y en funciones como el Papa Francisco, sus empleados Grabois y Zaffaroni, Kicillof, Máximo Kirchner y tantos otros, pero no somos un país de zurdos, pero tampoco de liberales.

Se equivoca Milei si piensa que son liberales los votos que sumó en la segunda vuelta; nosotros pensamos que no llegan al 10% de las boletas. El resto es el voto de protesta del hombre común, harto de la política transformada en una empresa para usufructuar del poder y robar en forma impune.

En lo personal, tengo amigos liberales, pero detesto al liberalismo; pero más aborrezco al liberalismo-zurdo que también existe: es liberal en economía y en política y zurdo en lo demás: en la cultura, en la educación, en la configuración de la familia, en el desprecio a la tradición (la única que admite es la del mate, la pava y algo la guitarra). Agnóstico en lo religioso es capaz de admirar el liberalismo o el zurdismo de algún obispo o cura, tercermundano, término inventado por Rafael Jijena Sánchez, superior y más exacto que el tan difundido tercermundista.

Como decía el P. Castellani con relación a un sacerdote de su época, conocido por su liberalismo y su semitismo: “o sobra el liberal o sobra el cura y el resto de los curas liberales, se fueron al limbo de los animales”.

Desde la perspectiva religiosa compartimos el pensamiento de Félix Sardá y Salvany, expuesta en su libro “El liberalismo es pecado” (Librería y Tipografía Carólica, Barcelona, 1887, y la doctrina que enseña León XIII en su encíclica “Libertas”: “son muchos los que imitando a Lucifer… entienden por libertad, lo que es una pura y absurda licencia. Tales son los partidarios de un sistema extendido y poderoso, que se llaman a sí mismos, liberales” (n°11).

En dicho texto el Papa señala que el naturalismo coincide con el liberalismo en la moral y en la política y su principio fundamental es la soberanía de la razón humana, fuente exclusiva y juez único de la verdad; así “desaparece toda diferencia objetiva entre el bien y el mal… y suprimidos los frenos del deber y de la conciencia, no queda más que la fuerza” (12).

La libertad no es autónoma, “debe ser dirigida y gobernada por la recta razón y quedar sometida al derecho natural y a la ley eterna” (13).

Además, los gobernantes tienen la obligación de procurar a los gobernados “no solo la prosperidad y los bienes exteriores, sino principalmente los bienes del espíritu” (14).

Volviendo al discurso de Milei, criticó al socialismo y dijo: “cuando empecé a ir a la tele, estaba más solo que Adán en el día de la madre, eran todos socialistas, colectivistas”; después, sin reconocer su muy modesto lugar en el orbe, se jactó para decir: “estamos incomodando a todos los rojitos de todo el mundo”, para luego embestir otra vez contra la justicia social “una idea de resentidos y envidiosos”.

Gozaría con un debate, imposible con Milei, pero posible con alguno de sus alcahuetes, si se anima, acerca del último tema. Tengo un antecedente, por si quiere saber lo que pienso, publicado en la revista “Universitas”: La Encíclica “Rerum Novarum” en sus 90 años, versión escrita de un discurso pronunciado en la UCA ante el rector, monseñor Derisi y ante Álvaro Alsogaray, quien me conocía por ser su mujer, prima de mi suegra.

El ingeniero liberal siguió mis palabras con rostro adusto y al final, en medio de los aplausos, cruzó las manos con cara caracúlica, pero no se animó a cuestionar lo dicho.

En el discurso aparece la crítica de León XIII a las soluciones socialistas que acaban perjudicando a los obreros y que son injustas, porque ejercen violencia contra los legítimos poseedores, alteran la misión de la República y agitan a las naciones”

Según este Pontífice, “el Estado debe promover” la prosperidad, defender a todos los sectores sociales… y observar la justicia distributiva”, porque todavía la expresión justicia social no se había incorporado a la enseñanza pontificia”.

Y en párrafos muy actuales señala: “lo que más contribuye a la prosperidad de las naciones, es la probidad de las costumbres, la recta constitución de las familias, la observancia de la religión y de la justicia, las moderadas cargas públicas y su equitativa distribución, los progresos de la industria y el comercio y la floreciente agricultura”. Ahí están las bases para un buen programa de gobierno.

Puro realismo; nada de equívocos o vaguedades. No aparecen los ídolos, entre ellos, la Pachamama. El liberalismo puede ser uno de ellos, al transformar la libertad que es medio, en fin.

Contra esos ídolos debemos librar la batalla definitiva, a que alude La canción del signo victorioso de Miguel Ángel Etcheverrigaray:

Aunque te creas derrotado,
Con este signo vencerás,
politeísmo fracasado,
solo con Uno triunfarás.
Los dioses son camino andado,
polvo de tierra y nada más…
Yo soy Aquél que bien te ama
y con mi signo vencerás.

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