Por Carlos Tórtora.-

Esta semana marca un cambio en el clima político y social. La crisis en Misiones dejó plantado el ejemplo de lo que podría ocurrir en varias provincias y la represión en el centro de Córdoba mostró que al gobierno ahora le cuesta controlar la calle. Otro síntoma fue el enfriamiento del entusiasmo popular por Milei. En el acto del Luna Park faltó gente y hubo que abrir las puertas a los que no tenían entrada. En Córdoba también la convocatoria oficialista fue escasa.

Todo esto coincidió con la subida del dólar y del riesgo país.

El presidente, ausente de autocrítica, decidió culpar a su gabinete por la floja gestión de gobierno. La demora en el Congreso del dictamen por la Ley Bases le da al presidente la excusa para no decidir los cambios. El resultado es obvio: el gobierno se paraliza cada vez más. En realidad, que aparezca Federico Sturzenegger en economía no parece significar grandes cambios. Tampoco la eventual salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete promete grandes cambios, excepto clarificar si Karina Milei se quedará con el control político de todo el gobierno.

Si algo marca la actual etapa esto es la pérdida de la iniciativa política por parte de Milei. Con una oposición que camina detrás de los acontecimientos y sin liderazgos definitorios, pese a esto Milei está perdiendo la iniciativa política. Su eje discursivo -y casi obsesivo- es su rol como líder internacional de la ultraderecha, lo que no alcanza para delinear una nueva política exterior y más bien se parece a una aventura personal.

La batalla por el PRO

Hay una creciente desconexión entre el presidente que desfila por los escenarios internacionales y la opaca gestión del gobierno nacional. Y ni que hablar de la ausencia de construcción política. El brazo partidario de Milei, La Libertad Avanza, sigue sin gravitar en la política nacional. Donde las cosas están picantes es en la lucha por el poder en el PRO, donde Mauricio Macri y Patricia Bullrich están protagonizando una batalla campal por el control de la provincia de Buenos Aires.

Para Macri, en este tema se juega si tiene resto para gravitar en la política nacional. Un PRO distanciado de los libertarios dejaría al gobierno en el más crudo aislamiento político. En el partido amarillo las cuentas parecen estar claras. Si el gobierno pierde apoyo popular, el PRO quedaría como única opción de derecha para el 2025, en un escenario de derrumbe del oficialismo. Pero si el gobierno empieza a reactivar la economía, sería fatal la absorción del PRO por LLA.

Otro fracaso de la política oficial son hasta ahora las negociaciones para destrabar el dictamen sobre la Ley Bases. La creciente complicación del tema muestra la impericia de los operadores oficialistas en el Congreso. Si el dictamen no se firma, el peronismo se alzaría con un impresionante éxito político.

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