Por Luis Alejandro Rizzi.-

En el mundo se han tomado dos decisiones que creo cambiarán no las relaciones de fuerza sino más bien las de poder.

Los líderes occidentales, como buenos estadistas, creían en la negociación permanente como medio de estabilidad y lo demostraron en los casos de Ucrania e Israel.

En Ucrania fueron generosos en la ayuda defensiva, pero, como lo expresé en una nota anterior, el territorio de guerra era la propia Ucrania y a Rusia, país invasor y por tanto agresor, se la había blindado con un “seguro de defensa”. Ucrania no podía atacar objetivos rusos con armas occidentales; sólo con las propias, que eran ineficientes.

En el caso de Israel, se aplicó la misma concepción política. Una cosa es la defensa de su territorio, otra no deseable era que atacara a sus invasores en sus propios territorios. Obvio, Israel no obedeció a la “prudencia occidental”.

El liderazgo ruso y chino, encarnado por Putin y Xi Jinping, es, siempre en la doctrina de Kissinger, de “líderes proféticos”. La negociación es un medio para distraer y desmoralizar al contrario a la vez que se usa para justificar sus acciones bélicas, en el caso de Rusia, la invasión a Ucrania, y en el de China, a Taiwán.

En el caso de Israel, es probable que las milicias que provocaron la agresión del 7 de octubre de 2023, contando con el respaldo de Irán, político religioso, jamás hubieran pensado que Israel desobedecería a la prudencia occidental y puso sobre la mesa un tema condición, no negociable, la paz de Medio oriente, dependerá de Israel.

China y Rusia también perdieron, más Rusia, cuya economía es débil. Xi Jinping cuenta con una economía pujante que, en este momento, le permite ser protagonista estelar en el mundo sin la necesidad de la guerra.

A Rusia sólo le queda la amenaza de una guerra nuclear final que nunca ocurrirá. Putin, con la invasión Ucrania, llegó a un vértice; es y era su límite.

Es posible que ésa haya sido la idea de Nixon, cuando pensó que la apertura a China, iniciada en la visita secreta de Kissinger en julio de 1971, marcó un comienzo que en esa época tuvo el precio de aceptar que Taiwán y China serán un solo territorio.

Durante décadas, desde la caída del muro de Berlín, occidente vivió con el miedo de lo que se vendría, que no era el fin de la historia sino el comienzo de una historia diferente, que poco tendría que ver con la historia conocida.

El liderazgo de estadistas, creó la Unión europea, con sus 27 estados, una moneda única para 20 de sus integrantes, mantuvo la OTAN a la que aspiran ingresar nuevos países, entre ellos Ucrania. Es foco de atracción para migrantes, como también lo son EEUU y Canadá, Australia, en otro continente; ésta es una señal que debemos seguir.

El miedo puede sostener al Poder, la cobardía lo destruye, hoy debemos crear un sistema de desarrollo que haga que la migración deje de ser un objetivo de muchos, para encontrar sus destinos en sus propios orígenes.

Todos tenemos miedo pero el miedo le da pie a la audacia que es ese límite muy impreciso entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad de Max Weber.

Los líderes estadistas, más allá de sus mejores o peores condiciones, se dieron cuenta, la cobardía destruye.

EEUU, Europa y Crina tienen un Acuerdo pendiente desde aquel julio de 1971. Rusia, post Putin, deberá encontrar su nueva ubicación dentro de Europa o con Europa.

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