Por Bernardino Montejano.-

En “La Prensa” del domingo, aparece un reportaje de Agustín de Beitía a un juez argentino, Alfredo López, muy distinto de otros que hemos castigado con dureza en estas páginas.

Por empezar, no es empleado del vaticano como Zaffaroni, Gallardo o Grabois y tampoco se especializa en cometer entuertos impunes, sino que es una persona decente, con familia bien constituida, con sentencias fuera de lo común, inquieto por el momento penoso que viven la Iglesia y la Argentina.

A veces, me preocupa que en este blog mi temática sea muchas veces local. Es verdad que vivimos en un mundo globalizado, pero también lo es, que vivo y padezco a la Argentina , a los gobernantes argentinos, a los obispos argentinos, a los políticos argentinos, a los empresarios argentinos, a los gremialistas argentinos; y desde ahí tengo que arrancar.

El Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos tiene un logo que puede servir de ejemplo: es el búho de Minerva que levanta vuelo al atardecer desde la pampa, nuestra pampa en la cual, en los días diáfanos, el horizonte se transforma en bandera celeste y verde. Por eso, cuando nos sugirieron un horario matutino para ahorrar corriente eléctrica nos opusimos y nuestras reuniones siguen en el crepúsculo para que el búho pueda despegar. Desde este lugar particular pretendemos volar hacia lo universal.

Por eso, al comentar el artículo de Agustín de Beitía “La reacción que falta en Argentina”, trataremos de reducir al mínimo las referencias a nuestros avatares vernáculos y detenernos en aquello que es de interés común.

El juez López fue conocido por sus fallos opuestos al “corralito”, confiscatorios del patrimonio de los ahorristas o de la famosa resolución 125 con la cual se decretaba un aumento abusivo de retenciones agropecuarias, pero se hizo más famoso por sus resoluciones opuestas al aborto y a la “plandemia”.

Ahora, urgido por las circunstancias, acaba de escribir un manual, sencillo y accesible, para “despertar a los dormidos” y quitar las vendas, a quienes no alcanzan a ver clausurados en el “ojear”, como la máxima autoridad de nuestro episcopado que hace honor a su apellido: Ojea, pero no ve.

En el reportaje, el juez-escritor denuncia el proceso de disolución de la Nación católica que empezó con Alfonsín y su subversión de los valores, que continúa con la rebelión contra Dios, contra la naturaleza y contra el ser. El odio a lo que soy.

Ataca al feminismo y señala: “Vemos a las mujeres militando por matar a sus hijos, por combatir al hombre cuando sabemos que esa guerra de sexos está fomentada porque sabemos que esta guerra de sexos está fomentada, porque el hombre y la mujer nacieron para ser complementarios, no enemigos. Y en definitiva lo que hay es un ataque a la familia.

Denuncia a los responsables actuales de la Iglesia Católica, que debería ser el faro que ilumina las tinieblas, pero que hoy, en buena medida, se encuentra mundanizada y aliada con el Nuevo Orden Mundial.

Y nos convoca a la resistencia: “Hay que resistir a la apostaría clerical para reconquistar la fe verdadera; resistir a la partidocracia traidora para reconquistar la patria católica y resistir a quienes envenenan a nuestros jóvenes para reconquistar la familia. En definitiva, resistir a la mentira para reconquistar la verdad”.

Dos palabras respecto a sus sentencias: la primera, cuando se opuso a la resolución 125 obra del actual jefe del radicalismo, Martín Lousteau, graduado en la Universidad de San Andrés y en la Escuela de Economía de Londres, uno de los peores políticos argentinos de hoy, quien, siendo ministro de los Kirchner, provocó por sus desmesuras el justo levantamiento de la gente de campo, que terminó con la primera derrota importante del vergonzoso régimen ganancial.

La segunda, su posición opuesta a la política gubernamental de la tiranía de los tres pitufos durante el reinado del coronavirus. El trío estaba formado por Alberto Fernández, el “amigo” Horacio Rodríguez Larrata y el sobreviviente Kicillof y en ese momento nos manifestamos a través de una declaración del Instituto de Filosofía Práctica acerca de la pandemia ¿de coronavirus o de miedo? El 26 de mayo de 2020. En la misma, después de una breve referencia histórica de la reacción de la Iglesia en tiempos anteriores castigados por las pestes, elogiamos y seguimos el pensamiento de monseñor Pascal Roland, obispo de Ars-Belley, Francia, manifestado en un valiente comunicado, que hubiéremos querido ver, aunque fuera en uno solo, de nuestros apichonados obispos,

Así escribía el prelado galo: “Más que a la epidemia de coronavirus ¡debemos temer a la epidemia del miedo! No tengo intención de emitir instrucciones para mi diócesis. ¿Dejarán de reunirse los cristianos para rezar? ¿Renunciarán a ayudar a sus semejantes?

Recordemos que en situaciones mucho más graves y cuando los medios sanitarios no eran los actuales, los cristianos rezaban en forma colectiva, ayudaban a los enfermos, asistían a los moribundos y sepultaban a los muertos. Los discípulos de Cristo no se apartaron de Dios ni se escindieron de sus semejantes.

¿No resulta revelador de nuestra relación distorsionada con la realidad de la muerte el pánico colectivo que presenciamos? ¿No manifiesta la ansiedad que provoca la pérdida de Dios? Queremos ocultar que somos mortales y cerrándonos a la dimensión espiritual de nuestro ser, perdemos terreno. Debido a los progresos técnicos ¡pretendemos dominarlo todo y ocultamos que no somos dueños de la vida!

¡Esta epidemia nos recuerda nuestra fragilidad humana! ¡Parece que hemos perdido la cabeza! Vivimos en la mentira.

Alejada de mí la idea de cerrar iglesias, suprimir misas… porque una iglesia no es un lugar de riesgo, es un lugar de salvación, de esperanza. ¿Deberíamos sellar a piedra y lodo nuestras casas? ¿Deberíamos saquear los supermercados y acumular reservas? ¡No! Porque un cristiano es consciente de que es mortal, pero sabe en quien ha puesto su confianza: cree en Jesús.

Un cristiano no se expone innecesariamente, pero tampoco trata de preservarse. Siguiendo a su Maestro y Señor crucificado, aprende a entregarse a sus hermanos más frágiles desde la perspectiva de la eternidad”.

Este es un obispo, como López un juez. Por eso, declaró inconstitucional la ley del aborto.

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