Por Oscar Edgardo García.-

Javier Milei utiliza con habitualidad un lenguaje que excede los límites de la racionalidad y se torna inaceptable en los oídos de los seres educados.

Su última expresión metafórica sobre el mandril es totalmente desatinada y coloca en una situación incómoda a las personas mayores que tengan que explicarle su significado a los niños menores integrantes de su familia que pregunten sobre la misma.

El Presidente de la Nación debería comprender que la utilización de un lenguaje soez, procaz, grotesco y banal no lo hace más carismático sino que va en detrimento de su propia imagen lo que motiva que debería expresarse de la manera apropiada a su investidura presidencial.

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