Por Hernán Andrés Kruse.-

El presidente de la nación confesó recientemente que utiliza las tardes domingueras para invitar a economistas y periodistas “amigos” a que compartan con él en el salón de la residencia presidencial, óperas de Rossini, Bellini, Verdi y Puccini, entre otros autores. Esta confidencia fue dada a conocer por el periodista Ari Lijalad en su cuenta de X (fuente: Página/12, 17/6/024).

Una vez más quedó en evidencia la cercanía de algunos periodistas al poder. Cabe reconocer, en honor a la verdad histórica, que Javier Milei lejos está de ser el primer presidente que cuenta entre sus amistades a reconocidos periodistas que trabajan en los pulpos mediáticos más poderosos del país. Cabe, ahora, que nos formulemos la clásica pregunta: ¿está bien o está mal que determinados e influyentes periodistas sean “amigos” del presidente de turno, en este caso de Javier Milei?

Creo que no es conveniente semejante acercamiento. Sin embargo, conviene ser muy cauto en esta delicada cuestión. Porque no hay que olvidar que el padre del periodismo argentino, el gran Mariano Moreno, fundó un diario-La Gaceta-que era el órgano de prensa y propaganda del flamante gobierno patrio. Si hubo un periodista cercano al poder fue don Mariano. Si hubo un emblema del periodismo militante fue el vigoroso secretario de la Primera Junta. Si está tan mal visto el periodismo militante ¿por qué celebramos el día del periodista justo el día en que apareció la primera edición de la Gaceta, emblema, reitero, del periodismo militante?

No está mal que el periodista sea un militante político. Lo son, por ejemplo, Castro, Morales Solá, Majul, Rossi, Viale, Wiñazki, Bonelli y Lanata. También lo son Bruschtein, Verbitsky, Russo, Sylvestre y Duggan. Todos ejercen su profesión en función de una determinada ideología. También en función de sus propios intereses económicos. Los periodistas tienen, por ende, algo en común: no son independientes. No lo son porque trabajan en relación de dependencia. Pero no por ello dejan de ser periodistas. ¿O sí dejan de serlo?…

Buceando en Google me encontré con un ensayo de Micalea Baldoni (Doctorada de la Universidad Nacional General Sarmiento y de la École des Hautes Études en Sciences Sociales-Francia) titulado “La disputa entre periodismo independiente y periodismo militante: Apuntes para analizar las tensiones en la ética periodística en la Argentina contemporánea” (Quórum Académico-Volumen 9-Número 1-julio/diciembre 2012-Universidad del Zulia). El lector encontrará varios subtítulos. Son de mi autoría. Por razones de espacio transcribo parte del escrito. Creo que su lectura ayuda a esclarecer una cuestión tan polémica e intrincada como lo es el antagonismo entre el periodismo independiente y el periodismo militante.

LA CAUSA DE ESTA ANTINOMIA

“Uno de los primeros ejes de la controversia se refiere a la causa de este conflicto periodístico. Algunos periodistas consideran que la disputa es el resultado de la confrontación entre el gobierno nacional y ciertos medios de comunicación, asentada en una lógica política de definición de amigos-enemigos. Según esta postura, sostenida principalmente por los periodistas que defienden el ideal de “independencia”, esta interferencia exógena dividió al espacio periodístico y propició una confrontación con efectos negativos para la autonomía de la profesión. Para otros, al contrario, el debate resulta absolutamente necesario y positivo para el oficio, en tanto permite poner de relieve los condicionamientos a los que se ve sometida la labor periodística, en el contexto de un sistema de medios altamente concentrado.

Este cuestionamiento involucra una ruptura con los ideales profesionales ligados a la figura arquetípica del “periodista independiente”, constituidos a lo largo de los años noventa en el marco de la transformación de la organización mediática, y que el debate sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual habría contribuido a develar.

“Es verdad: nunca como ahora circularon libremente tantas ideas diferentes. Pero con un inquietante matiz, para nada menor: desde que el kirchnerismo llegó al poder, en 2003, y, particularmente, desde el conflicto con el campo en 2008, la fuerza que comanda la Argentina se ha abocado cada día, de múltiples maneras y por medio de sus más variados voceros, formales e informales, a desprestigiar al periodismo, hostigar a los medios más importantes, crear crecientes mantos de sospecha en su torno, amedrentar a sus firmas más reconocidas y fomentar el enfrentamiento entre colegas simplemente porque piensan diferente (…) Ya hace rato que expresan su ateísmo en torno a la existencia de la objetividad y su afán por descentrar de manera bastante grosera la postura apartidaria que procuran tener los ‘periodistas profesionales’ en el ejercicio de su actividad, en contraposición con quienes se vienen reivindicando con orgullo como ‘periodistas militantes’” (Sirvén, 2010, noviembre 30. La nueva prensa militante, La Nación).

“…lo cierto es que la maquinaria estatal ha logrado crear una lamentable división entre los periodistas, como nunca ocurrió en casi 30 años de democracia argentina (…) Las descalificaciones vienen a veces de periodistas militantes. Algo extraño sucede cuando numerosos periodistas creen que el Estado tiene la razón y que sus colegas merecen ser víctimas de una cacería” (Morales, 2011, octubre 23. Pronósticos de graves riesgos para el periodismo, La Nación). “Todavía queda mucha tela para cortar respecto de las consecuencias de la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (…) porque todo lo sucedido en lo previo ayudó también a desenmascarar, a quitar velos, a poner blanco sobre negro posiciones y argumentos que en otras circunstancias y momentos estuvieron solapados o disueltos en la opacidad.” (Uranga, 2009, octubre 14. Para prestar atención, Página/12).

LA HISTÓRICAMENTE TENSA RELACIÓN DEL PERIODISMO CON EL PODER

“Independientes” vs. “Militantes”: la más reciente dicotomía, en un cuadrilátero plagado de dialécticas, afecta al oficio periodístico. Oficio siempre listo para generar las antinomias de los otros, en este caso se autoincrimina. Los unos integrados se autodefinen como libres y estigmatizan a los otros como sujetados. Los otros, otrora apocalípticos, invierten la carga. En el fondo del asunto está esa cosa llamada realidad: cómo se accede a ella y cómo se la cuenta” (Samar y García, 2011, julio 27. Ex apocalípticos y nuevos integrados, Página/12).

Otra de las singularidades de esta confrontación es que la tensión entre “mercantilización” y “politización” de la actividad periodística, que atraviesa al periodismo a lo largo de su desarrollo moderno, se reactualiza en los términos de la coyuntura. En efecto, en el marco de un debate más amplio sobre la legitimidad de la injerencia del Estado en la regulación del sistema de comunicación nacional, el periodismo se replantea su históricamente tensa relación con el “poder”. Las definiciones contrapuestas entre aquello que se entiende por “poder” serán la piedra de toque de las posiciones enfrentadas. El poder frente al cual el periodismo debe tomar distancia y mantener su independencia será definido principalmente como político, estatal y/o gubernamental por parte de los que predican una defensa acérrima del “periodismo independiente”, y como corporativo-empresarial por aquellos que sostienen que las grandes empresas mediáticas detentan un importante poder fáctico (político) bajo las condiciones actuales del sistema de medios.

“En la vulgata liberal el Estado es malo, en consecuencia el oficialismo también lo es (…) En el ámbito de la información y los medios se da uno de sus usos más comunes y grotescos. (…) “hay que estar contra el Estado”. Para el periodista progresista que se hace cargo de ese axioma, la única independencia que concibe está en la relación con el Estado y no con los avisadores ni con las empresas conservadoras que les dan trabajo. Minimizan la dependencia que tienen de esos dos factores y, por el contrario, aprovechando este insumo ideológico, acrecientan el cuco coercitivo estatal. Para ellos, el Estado es el único que presiona. Los avisadores y las empresas no. Es la idea ‘vulgo-liberal’ de periodista independiente” (Bruschtein, 2010, noviembre 27. Independientes, Página/12).

“Participamos de un proceso político que terminó de torcer el concepto de “periodismo independiente” hasta convertirlo casi en un oxímoron, porque ese concepto dejó de contener aquello que constituía su aura: se era independiente en torno del Estado. La “nueva independencia” o “una nueva independencia” marca su territorio en torno de poderes fácticos que ya no se identifican automáticamente al poder del Estado. El apego de determinados periodistas a la línea editorial de la empresa a la que pertenecen en un contexto de cruda discusión como el de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ha invertido el orden” (Rodríguez, Rodríguez, Álvarez y Vitali, 2010, abril 27. Todo blog es político, Página/12).

“Soy independiente del poder. En este momento, en el país hay dos poderes. Siempre se creyó que el poder es el gobierno, pero siempre tuve la certeza de que el poder en Argentina es un grupo periodístico como Clarín al que por fin se le está cayendo la máscara de la libertad de prensa con la que se protegió durante estos años” (Respighi, 2010, agosto 26. Entrevista a Víctor Hugo Morales. Sin dudas, todo es opinión, Página/12).

Con base en estas diferentes definiciones del “poder” en la coyuntura actual, de las que se derivan, por ende, contrapuestas concepciones sobre lo que se entiende por “independencia periodística”, se sostendrán entre unos y otros las acusaciones cruzadas de connivencia con el poder político de turno, por una parte, y con los intereses corporativos de las empresas de medios, por el otro. “El analista político (Joaquín Morales Solá) explicó que la relación entre la prensa y el poder ha sido, es y será conflictiva. “Cuando no lo sea, el periodismo habrá desaparecido y habrá dejado de ser tal”, dijo, y agregó: ‘Tenemos que tener la certeza de que nunca nos vamos a llevar bien con el poder y de que, por lo tanto, las opciones son la connivencia del periodismo con el poder político o la intolerancia y la persecución, que los periodistas en este país estamos acostumbrados a soportar’ (…).

Nelson Castro destacó que el periodismo ve con preocupación la vulnerabilidad de algunos medios que, por dinero, apoyan a uno u otro gobierno. “Sabemos que mucha gente ha querido ejercer el periodismo como plataforma. Cuando se trabaja bien es imposible ser connivente con el poder…” (Premat, 2006, mayo 8. Periodismo y poder, una relación conflictiva, La Nación).

“Sandra Russo, panelista del programa 6,7,8 (…) niega que a los periodistas militantes les digan lo que tienen que decir. “Jamás digo algo por conveniencia partidaria y mucho menos, una mentira que es lo que leo todos los días en muchos medios profesionales. Eso no es periodismo sino una herramienta más de operación política”, afirma. “Creo que las corporaciones mediáticas con intereses económicos que no son los periodísticos son una amenaza para la democracia y los periodistas saben que muchas de las notas que hacen están orientadas a preservar los negocios de esas corporaciones”, define” (Pikielny, 2011, noviembre 13. Periodistas vs. Periodistas, La Nación).

En ambos casos, no obstante, los actores realizan una clasificación de los periodistas que les permite apuntalar la dirección de la crítica. Una primera distinción se establece, desde los dos costales, entre aquellos que están convencidos de la posición que toman en la disputa y aquellos que aprovechando la polarización tratan de escalar y acceder a mejores posiciones profesionales tomando las posturas que les resulten más convenientes. En los casos más virulentos esta acusación define a estos últimos como “mercenarios”. En estos casos, la disputa se presenta bajo la forma de la denuncia o del escándalo. Es decir, la crítica se asienta en el hecho de que estos periodistas, a diferencia de los que están convencidos de su causa, encubren sus intereses particulares tras una presunta defensa del bien común.

Bajo estas denuncias radicales, lo que se cuestiona es la calidad misma de periodistas de estos actores cuyas pruebas no se vinculan, según sus opositores, con principios morales sino con intereses espurios y particulares y que, por tanto, escapan al orden de la justicia. “Creen que emulan a Rodolfo Walsh y apenas les alcanza para ser una imitación, de mala calidad, de Bernardo Neustadt (…) La maquinaria está conformada por medios públicos, empresarios “amigos”, hombres y mujeres de prensa oficialistas de corazón y los conversos, que nunca faltan, sólo por amor al dinero y al pluriempleo bien remunerado. Estos son los más fáciles de detectar porque exhiben, por lo general, un fanatismo afectado y superficial, además de mostrarse decididamente coléricos con quienes se aparten medio centímetro del catecismo oficial. Son exégetas renegados de Bernie porque aseguran aborrecerlo, aunque paradójicamente lo han superado con creces como orgullosos hiperoficialistas…” (Sirvén, 2011, junio 7. Neustadt y Walsh, con ecos en el presente, La Nación).

“Y enfatiza (Sandra Russo): “Este es un momento incómodo para todos. Algunos periodistas de los grandes medios, dicen que somos mercenarios y esbirros y esto lleva a estas reacciones. Creo que hay que despersonalizar y lo que valen son las ideas. No creo que todos los que trabajen en Clarín participen de los mecanismos jodidos de Clarín, lo mismo en La Nación y Perfil” (Pikielny, 2011, noviembre 13. Periodistas vs. Periodistas, La Nación).

“Sostiene el kirchnerismo que el “periodismo militante” es verdaderamente virtuoso –al revés del periodismo convencional o profesional– porque defiende ideas sin tapujos. De acuerdo con esta visión, no hay periodistas que no se dediquen a imponer sus ideas (…) Semejante reinterpretación de la faena periodística, que busca presentar el saber profesional, la búsqueda de la verdad y la utopía de la objetividad como meras hipocresías, parte del presupuesto, entonces, de que toda práctica del periodismo conlleva militancia, sólo que unos la blanquean y otros -los tramposos- la contrabandean (o, peor aún, a veces ni siquiera saben que ellos mismos son mercenarios)” (Mendelevich, 2011, julio 27. Periodismo de Estado, La Nación). No obstante, la disputa encuentra expresiones menos radicalizadas, en las que no necesariamente se niega el carácter de periodista al objeto de crítica sino que la crítica se concentra en la forma en que éste concibe los fundamentos de la actividad periodística y, en este sentido, la acusación se mantiene en el orden de la justicia”.

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