Por Oscar Edgardo García.-

Los mensajes que surgieron en el peritaje del teléfono de la exsecretaria María Cantero, con motivo de la causa en la que Alberto Fernández está imputado por utilizar su poder para beneficiar a allegados personales con contratos del Estado Nacional, son lapidarios con relación a la conducta del expresidente, ya que revelan, nada más ni nada menos, graves hechos, tales como la vacunación selectiva en plena pandemia de COVID, el tráfico de influencias, la violencia de género contra su mujer y la aceptación de regalos sin ser declarados conforme a las reglas sobre el particular.

Alberto Fernández ya recusó, sin éxito hasta el momento, al juez Julián Ercolini en la causa de los seguros aduciendo que el magistrado trama una “venganza disfrazada de causa penal” porque fueron amigos en el pasado y pese a ello él lo denunció por el viaje realizado a Lago Escondido.

La contundencia de los chats de la Señora Cantero son de tal magnitud que permiten presuponer que ningún juez amigo del ex presidente tendrá fundamentos suficientes como para dictar una sentencia que lo libere de los delitos que se le imputan.

Al margen de cualquier resultado judicial futuro, la pruebas existentes permiten sentenciar con absoluta certeza la conducta de Alberto Fernández con solo dos palabras: procaz y obscena.

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