Por Carlos Tórtora.-

No es un secreto que la enorme difusión del escándalo de violencia de género protagonizado por Alberto Fernández es alentado por el gobierno, que de este modo obtiene una especie de victoria moral sobre el peronismo. Pero los efectos en las filas justicialistas son muy diversos. Se puede decir que Cristina Kirchner sería, después de Alberto obviamente, la más perjudicada por el escándalo. Si bien ella condenó a Alberto y todo el mundo sabe que están enfrentados, no es menos cierto que ella es la única responsable de haberlo encumbrado como candidato a presidente.

Este error histórico, a la luz de las últimas revelaciones, le resta a la expresidenta espacio para sentarse en la mesa chica del peronismo.

También parece evidente que Axel Kicillof, de una mala relación con Alberto, saldría ganando con el escándalo.

Y en lo que toca a Sergio Massa, como nunca su relación con Alberto fue buena, lo que está ocurriendo no lo golpearía en lo más mínimo.

En definitiva, el escándalo, en su significación más profunda, implica un serio cuestionamiento al sistema de selección a dedo que es característico del peronismo.

Y ahora qué

Las revelaciones sobre la vida íntima del expresidente también hacen recordar que éste sigue siendo presidente del PJ, aunque no se descarta que ahora, como sería obvio, se generen fuertes presiones para hacerlo cesar en este cargo.

Los libertarios esperarían que el descrédito de Alberto termine deteriorando electoralmente al peronismo, pero lo cierto es que falta demasiado para votar y que es difícil que el escándalo sobreviva tanto.

Lo cierto es que las acusaciones contra Alberto son lo mejor que le pasó al gobierno en los últimos días, justo cuando se conoce que, por segundo mes consecutivo, la inflación dejó de bajar y cuando las tensiones sociales se agudizan.

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