Por Luis Américo Illuminati.-

«No se puede evitar un mal con otro mal» (Cicerón).

Ningún hipócrita, filosofastro o criticastro se rasgue las vestiduras porque los legisladores de LLA visitaron a los presos políticos. Dicha visita no significa en modo alguno adherir o coincidir con las acciones que los mismos cometieron. Más allá de los hechos por los cuales están en la cárcel, son seres humanos. La mera visita de los legisladores al penal de Ezeiza y hablar con ellos -por lo cual se ha abierto una investigación judicial- no implica delito ni motivo para promoverles juicio político. Ninguna legislación ni derecho supralegal puede justificar la desaparición forzada. El fin no justifica los medios. Y al no ser sometidos al juicio previo los secuestrados ilegalmente, desgraciadamente nunca se sabrá a ciencia cierta si los mismos eran culpables o no. Si como aconsejaban la razón y la prudencia se hubieran realizados dichos juicios, éstos habrían sido la mejor justificación y garantía del correcto actuar de los militares que lucharon contra la subversión.

El axioma que dice: «No se puede evitar el mal con otro mal», vale tanto para un bando como para el otro, aunque uno de los dos sea el bando de los defensores que llevaron hasta las últimas consecuencias el decreto del gobierno constitucional «Perón-Perón» que ordenaba a las Fuerzas Armadas «aniquilar la guerrilla».

La venganza en lugar de la justicia es el peor camino para una democracia, ya que resulta una injusticia que los presos de la dictadura hacen más de 20 años que están privados de su libertad y sin sentencia. ¿Esto es justo en democracia? Una oscura inquina, una iniquidad instigada conjuntamente por una izquierda atrabiliaria, el progresismo, el kirchnerismo y seudo periodistas e historiadores ideologizados funcionales a la agenda progresista son los «arquitectos» que justifican el odio homicida de aquellos «jóvenes idealistas» (los Montoneros) que fue la causa de la intervención de las FF.AA., el país estaba al borde de su disolución. El caso «Albareda», es una muestra y confirmación del refrán que recomienda no tener ni criar cuervos que después le saquen los ojos al cuervero y a todo aquel que les dio de comer. El hijo de un policía infiel -Ricardo Albareda- que fue militante de una organización terrorista de los 70 y que la provincia y la nación le pagaron más de 70 millones de pesos como indemnización a título de víctima de la dictadura militar, inventó una trama de que estaba siendo amenazado él y su madre, echándole la culpa a los policías condenados siendo que él había sido quien asesinó a la madre. Los organismos de DD.HH. hicieron marchas en la Plaza San Martín, exigiendo el pronto esclarecimiento del crimen por odio, llevaron pancartas al sepelio de la víctima. El fiscal Klinger acaba de descubrir que el asesino de Susana Montoya fue su propio hijo, miembro de tales organismos. La prensa no logra que éstos digan una sola palabra, lo mismo que Cristina Kirchner -gran invocadora y «campeona» de los DD.HH.- que no se hace cargo de las execrables acciones de su compañero de fórmula Alberto Fernández, todo un villano. La «doctora» dice que su tocayo fue «un mal presidente» y que los otros partidos han tenido personajes iguales que Alberto. «No fue un buen presidente. Tampoco lo fueron Mauricio Macri o Fernando De La Rúa, sólo por mencionar a los que desempeñaron su mandato en lo que va del siglo XXI. Seguramente la lista sería más larga si extendiéramos la cronología”, comienza el tuit de Cristina en el que quiere comparar las gestiones de su “elegido” con las de Macri y De la Rúa. Ni Macri ni De la Rúa, ni Milei golpearon y mantuvieron cautivas a sus esposas, o novias, en el caso del último nombrado. Tal vez por experiencia propia, para ella sea algo «normal» que un presidente muela a palo a su esposa. El colmo del cinismo y la maldad. Toda una villana. Ellos son los «buenos» y los otros son los «malos» o ángeles y demonios, frase que usó en la «conferencia» que dio en México para exculpar a su socio y amigo el dictador Maduro cuyo hijo tiene fluidos contactos con La Cámpora. ¡Señora, marche presa!

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