Por Luis Américo Illuminati.-

«Lo bueno sólo se abre camino difícilmente; rara vez se manifiesta y encuentra eco lo noble y lo sabio, y en cambio lo absurdo y lo falso en el reino del pensamiento, lo vulgar y lo insulso en el arte, lo malo y lo pérfido en la esfera de la conducta, afirman su poder, sólo interrumpido a breves intervalos. Lo excelente, de cualquier género que sea, en este mundo, es un caso entre millones…» (Arthur Schopenhauer)

A ningún ciudadano le agrada tener que pagar con dinero nuestro los gastos que insumen proteger a Fabiola Yañez, a quien el juez Ercolini le ha asignado dos custodios cuya permanencia asciende a la suma de 36.000 dólares mensuales. La gente quiere que trabaje y se solvente ella misma su manutención y vivienda como lo hace el resto de los ciudadanos. Hasta hoy vivía en La Salamanca, uno de los lugares más caros de Madrid. No obstante, estas objeciones, conviene ser más bien cauteloso que pragmático o ecléctico a la hora de evaluar un caso inédito donde se mezcla lo público y lo privado. Nadie quiere otro caso Nisman. La sana crítica racional es una buena guía en estos casos. No olvidemos que la Argentina es un país ciclotímico e imprevisible. Hoy te aclaman y mañana te queman en la hoguera. Si no que lo diga Hipólito Yrigoyen. Hay que ver en qué termina todo esto. No hay que apresurarse. Fabiola no es una carmelita descalza pero tampoco es Drácula. A los que han trabajado por más de 30 años en la justicia y les ha tocado intervenir en cientos casos de violencia contra la mujer, saben perfectamente que ningún caso es igual a otro. Cada uno tiene aristas y ángulos diferentes. No estoy de acuerdo que con la nuestra Fabiola viva como una reina, a su tiempo se le quitarán los privilegios, pero no hay que cargar todo el peso de la duda y el reproche sobre ella. La posibilidad de un femicidio o de un suicidio misterioso no debe descartarse. En estos casos conviene ser magnánimo y no intransigente.

Historias paralelas. Fabiola y Diana

Para mí, Fabiola Yáñez ha vivido al lado del ex presidente Alberto Fernández las mismas circunstancias aciagas -salvando las grandes diferencias y contrastes culturales y sociales- de Diana Spencer, un infierno interno y un sometimiento terrible, cercada y vigilada por la guardia palaciega, tenida por depresiva y alcohólica. Un encierro que le impuso Carlos, el Príncipe Carlos -un paranoico- y su suegra Elizabeth II (la reina malévola). La metáfora del pájaro atrapado en una ominosa jaula de oro. Ninguna mujer debe pasar por semejante calvario, sea una santa o una pecadora. Decir «se lo tiene merecido» es una ligereza o una banalidad. Esto no es blanco o negro. «La liebre siempre salta por donde no se la espera». Acá el único que sistemáticamente se autovictimiza es el kirchnerismo, hijo putativo del peronismo mañoso. La denuncia de Fabiola Yañez ha sido el detonante del desenmascaramiento de una organización depredadora, golpista e hipócrita que cuando no es gobierno conspira con quien sea que le gane. La idea de que la denuncia de Fabiola sea una maniobra o un plan maquiavélico para herir al peronismo sólo puede salir de una cabeza kirchnerista. El peronismo se autofagocita.

Habíamos dicho en una nota anterior a propósito del tiranuelo de Venezuela Nicolás Maduro: «El mundo patas para arriba. Lo antinatural en guerra contra lo natural. La locura como un doctor dictando su ley a la razón y la verdad capturada, llevada presa y crucificada como Cristo. Las peores aberraciones se han inventado hasta ahora, ¿faltan algunas todavía? Las proporciones ideales del hombre de Vitruvio son hoy las de una bestia desnaturalizada que pronto caminará en cuatro patas y rebuznará como un burro o gruñirá como un cerdo. Una metamorfosis como la que imaginó Kafka». Si bien Alberto Fernández no llegó durante su mandato al nivel despótico de Maduro, poco le faltó de emularlo durante la pandemia del coronavirus con las terribles restricciones de la libertad y demás medidas terroríficas que ordenó. Y con el agravante que él no las cumplió y que encima, recibía amigas íntimas en la Casa Rosada, engañando a su pareja -la primera dama- con otras mujeres en sus narices. Y ahora nos venimos a enterar que la golpeaba y la mantenía vigilada, controlada, casi cautiva, lo cual configura el delito de privación ilegítima de la libertad, lo cual sumado a los otros hechos -si se comprueban- puede terminar preso. Hubiera sido mucho mejor para su salud física y mental rechazar el convite de Cristina de encabezar la fórmula presidencial para ganarle a Macri. Pero lo eligió a él por sus fluidas relaciones que se jactaba de tener con los jueces de Comodoro Py y así pararle las causas penales de Cristina que le quitaban el sueño. Cuando un hombre no es ambicioso dice como Henry David Thoreau: «Prefiero sentarme en una calabaza y tenerlo todo para mí, que estar abarrotado en un cojín de terciopelo».

Vaya preso o no, Alberto merece un gran monumento -dice un furibundo antiperonista- ha conseguido lo que nadie pudo antes: destruir al peronismo. El ex guerrillero Verbitsky y el cuervo Larroque se jactan que el peronismo pese a su gente malvada, corrupta y degenerada, subsistirá en el tiempo, continuará su marcha (errática). Pero la soberbia no les permite razonar ni pensar serenamente. Son incorregibles, como dijo Borges. Es la idiosincrasia patológica del peronismo. Como es habitual en ellos, subestiman al pueblo, a dios y al diablo. Su estrepitosa caída recuerda la caída de un meteoro. Y sin ningún rubor ni vergüenza han montado el Operativo «Despegar Urgente de Alberto», espectáculo que resulta repugnante, vomitivo, repulsivo. Imaginemos el Cohete Apolo XI despegando a la Luna como Horacio Verbitsky (montonero y coautor de la bomba de la masacre del Comedor de la Superintendencia Federal el 2 de Julio de 1976, con un saldo de 23 muertos y 110 heridos), que asegura la supervivencia del peronismo y reconoce el vicio de Perón en su columna «El Cohete a la Luna», afirmando que a los votantes no les importa eso, que el peronismo siempre gana. «Los medios principales de la derecha militante se agregan algunos tontos que desde un autopercibido progresismo no quieren morirse sin ver antes la desaparición del peronismo. El tema aparece en casi todos los análisis. La experiencia histórica no avala esa hipótesis. En 1955 los militares golpistas pudieron probar que desde los 58 años Perón convivía en RPO con una niña de 14 años, Nelly Rivas, quien reconoció la correspondencia entre ambos y admitió los hechos. Esto no implicó el fin del peronismo. Pasaron 68 años y el peronismo se impuso con el 50% de los votos en Lomas de Zamora, pese al documentado viaje por el Mediterráneo y los costosos regalos de su ex intendente Martín Insaurralde, a una escort que declaró vivir de esa actividad» (ver «Cohete a la Luna», Ojo Negro, 11/08/ 2024).

A semejante aberración le cabe contestarle con las palabras de Van Helsen y el Exorcista: «Ya verán como en poco tiempo la luz del sol convertirá en cenizas -que llevará el viento- a todos los vampiros humanos y a todos los peronistas lacras que dirigen a la masa ciega y bruta, pobre bestia humana colectiva que jamás pasará de ser una afiebrada turbamulta que arrasa con el orden, la libertad y el derecho y abraza el caos y el libertinaje, la inmoralidad y el escándalo como paradigma demagógico y «modus horribilis vivendi».

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