Por Jorge Augusto Cardoso.-

El ser caballero, término derivado del soldado cristiano del Medioevo, con un estilo de vida militante, que puso su sable al servicio de las causas nobles y justas, en la actualidad es interpretado tal que, “caballeros” son aquellos que demuestran respeto y buen trato, sobre todo hacia la mujer; que practican la cortesía y las buenas costumbres; se comportan con distinción, nobleza y generosidad; son fieles a la palabra empeñada, de rectos procederes en la vida diaria y con claro sentido de la verdad y el honor; con vocación para la defensa de los que son débiles y por ende, necesitados de protección.

Resulta lamentable y trágico que, quien ha tenido la más alta investidura en la función pública, no haya tenido el decoro de comportarse, aunque más no sea, durante su desempeño, como un caballero, refrenando sus bajos impulsos.

Es menester, para una mejor calidad de vida en nuestra sociedad, que se retomen, y con pasión, los valores de la caballerosidad. Éstos deberían practicarse en todos los niveles, tanto más, cuanto mayores sean las responsabilidades públicas que se tengan. La ausencia de tales comportamientos deberían ser excluyentes para quienes se postulen a la función pública.

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