Por Hernán Martínez.-
Como siempre y en forma repetitiva, parte de los candidatos, como Bregman, de quien no nos extraña su posición por siempre perdedora, y como Massa, que se ha convertido en el encantador de serpientes para ocultar su real y total incapacidad de manejar el país y menos la economía, invocan al FMI como el mentor y responsable de nuestros males. Escuchar a Zuchovicki diciendo la real verdad da por tierra con todos los argumentos mentirosos de los candidatos sobre el FMI. La Argentina está endeudada con el FMI en 46.000 M, y la deuda total de la Argentina es de 390.000 M, siendo la mayoría generada por el títere de Alberto y este Massa que ni siquiera se pone colorado por sus mentiras. Es decir que la deuda mayor es la que no se cuenta, la que se pesificó y actualizó según la inflación, la que los políticos no quieren contar ni decir porque son los responsables de la misma. Estos mentirosos, junto con su club de adherentes y quien dice de unos cuantos Insaurralde, Rigau, López, Báez y sigue la lista, son los que quieren quedarse en el poder para que nosotros nos terminemos de ir. No lo podemos permitir con el voto. Hoy más que nunca el voto es el que los condenará, y ojalá que la justicia también. Nunca vi a un candidato decir y desdecirse en el espacio de una baldosa. ¿Se imaginan si es Presidente quien ahora dice que el valor del dólar blue es por culpa de quienes no exportan, en lugar de admitir su incapacidad real y total? ¿Se imaginan a Malenita comprando autos y pavas de una empresa que no le pertenece, que la designen titular de una empresa del Estado, o algún ministerio? Todas estas situaciones cierran cuando nombramos la palabra «mentiras y falsedades argumentales» que sólo tienden a salvarse olvidándose de que no son los dueños de nuestros destinos. Pensemos cuál es el lado donde tenemos que estar en las próximas elecciones, y sepamos lo difícil que será por la vergüenza del Estado que nos dejan.
07/10/2023 a las 2:03 PM
Si tenemos que definir el estado de cosas al momento diríamos, sencillamente, dan lástima, asco, verguenza ajena, generadores de un prostibulario ejercicio del poder, de una magnificencia perversa del manejo de la cosa público, de un estropicio de la moral en el ejercicio de la función, de un aberrante silencio cómplice por sus compañeros de «lucha», de un destripar absurdo de la institucionalidad, de un hazme reír por la insolvencia profesional, de una malversación de los supuestos ejemplos, como dicen a tambor batiente, de los ejemplos impuestos por sus mayores, familia y sociedad. En definitiva. Desaparezcan al más oprobioso ostracismo. No merecen nada; pues son la nada misma. Más aún que la Historia los masacre un día; sin atenuantes!. Váyanse!. Basta de mentiras». Dan pena; la condición humana es infinitamente superior a tanta porquería!.