Por Jorge Castro.-

El primer y fundamental resultado del colapso del presidente Joe Biden en el 1er debate presidencial con Donald Trump es que el futuro se ha adelantado al presente, y se ha volcado al 27 de junio, situándose en Atlanta, Georgia.

De esta manera ha modificado en forma irreversible y unánime todas las expectativas del sistema mundial, para el que las elecciones presidenciales del 5 de noviembre son el acontecimiento central de 2024 porque deciden el destino de la primera superpotencia del mundo, que a su vez es la sede y eje de la nueva revolución tecnológica de la inteligencia artificial (IA).

“En la política internacional no hay pasado ni futuro, sólo un eterno presente”, señala Carl Schmitt; y ese presente es el que traza las líneas fundamentales del futuro, sobre todo en el aspecto político-estratégico, que es el decisivo, porque es el “Reino de la Libertad”, y el creador fundamental de los acontecimientos históricos.

El hecho crucial de los últimos cuatro años de la historia mundial es el profundo debilitamiento geopolítico de Estados Unidos, en contradicción directa con su extraordinario poderío económico, tecnológico y científico, acompañado por el esplendor de su vigor creativo, y el magnetismo imperecedero de su forma de vida, sustentado en un optimismo raigal siempre renovado ante los desafíos y los conflictos.

El debilitamiento de Estados Unidos surge de dos conflictos esenciales, ambos de carácter doméstico. Ante todo, la extrema polarización de su sistema político, sumergido en un enfrentamiento sólo comparable por su intensidad y potencial violencia a la etapa previa a la guerra civil de 1861/1865, que culminó con más de 500.000 combatientes caídos en el campo de batalla, en un triunfo abrumador del Norte industrial sobre el Sur esclavista, todo esto trágicamente concluido con el asesinato del gran presidente Abraham Lincoln (14 de abril de 1865, en el teatro Ford de Washington, la capital).

A esto hay que sumarle el vacío de poder existente en Washington provocado por la pérdida de autoridad del presidente Biden, uno de los mandatarios más débiles de la historia norteamericana, lo que sucedió en el momento en que la primera superpotencia global se sumergía en una situación absolutamente disruptiva con el quiebre del statu quo en todas partes al mismo tiempo por efecto de la revolución tecnológica de la Inteligencia artificial, combinado con el agotamiento del orden mundial fundado en la hegemonía norteamericana, hoy nítidamente anacrónica por la irrupción de nuevos protagonistas como China, India, Rusia, y Brasil. A todo esto, hay que sumarle el traslado irreversible del eje de la economía mundial al continente asiático, que responde hoy por más del 50% del crecimiento del PBI global en los últimos quince años (a contar de la crisis financiera internacional de 2008/2009).

En este momento de debilidad extrema de Estados Unidos, y como su mayor consecuencia, han estallado dos guerras en Ucrania y Medio Oriente, en las que por su importancia estratégica está en juego el equilibrio geopolítico del planeta.

Hoy, en breve síntesis, no hay un centro de poder en el mundo que imponga un mínimo de orden en el sistema. Esto sucede cuando proliferan las armas nucleares “tácticas”, que por definición son las que pueden ser utilizadas.

El colapso de la candidatura de Biden ante más de 100 millones de estadounidenses ofreció a la vista de todos a una figura patética que, al mismo tiempo, es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la primera superpotencia.

Esto adelanta inevitablemente el advenimiento de la “Era Trump”, que es un nuevo ciclo de la historia norteamericana, y por extensión mundial.

El primer subproducto de esta nueva era es un seguro fortalecimiento de Estados Unidos y, por lo tanto, una drástica modificación del equilibrio global, con la inmediata liquidación de la guerra de Ucrania, a la que se le exige iniciar negociaciones de paz con Rusia, previa renuncia definitiva a su incorporación a la OTAN.

La guerra en la Franja de Gaza también debe terminar, sólo que, con la destrucción completa de Hamás por Israel, en tanto que Washington junto con el Estado hebreo le imponen a Hezbollah la opción de retirarse más allá del Rio Litani, asegurando la vuelta de los 80.000 israelíes que han debido evacuar su territorio, o por el contrario ser destruido por la potencia sin igual del Pentágono y de las Fuerzas de Defensa de Israel.

Al mismo tiempo, Washington se enfrentará sin ningún tipo de equívocos a Irán, confrontado al dilema de entregar su arsenal misilístico y nuclear, así como desmantelar su dispositivo avanzado en Medio Oriente de acción militar y terrorista (Hezbollah, Hamás, Hutíes, etc), o por el contrario ser aniquilados sus equipos e instalaciones nucleares por la fuerza insuperable de la primera potencia militar del mundo.

Lo decisivo es lo que ocurrirá en el ámbito interno por la acción del nuevo gobierno norteamericano con una drástica desregulación del mercado de capitales y una multiplicación de los incentivos a una explosión de la Inteligencia artificial en Silicon Valley.

Estados Unidos, en suma, se apresta a cruzar una “nueva frontera” en su búsqueda inagotable y continuamente creadora del futuro.

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