Por Hernán Andrés Kruse.-

Tengo en mis manos el libro “Politeia”. Apareció editado por Troquel en 1978. Su autor es Jorge L. García Venturini, filósofo y visceral militante político antiperonista. En el Apéndice el lector se encuentra con una selección de artículos del autor publicados en La Prensa en 1974 y 1975, es decir, en plena guerra civil desatada por el enfrentamiento entre la izquierda y la derecha del peronismo. De esos escritos escogí dos referidos a un tema que hoy goza de una vigencia sencillamente aterradora: la kakistocracia, el gobierno de los peores.

El 29 de diciembre de 1974 el diario de los Gainza Paz publicó “Aristocracia y democracia”. Confieso que fue en ese momento cuando me enteré de la existencia del vocablo “kakistocracia”. Los párrafos que más me llamaron la atención fueron los siguientes:

1-“Y como el lenguaje nos condiciona y aun nos determina, en no pocas conciencias democracia pasó a significar o a implicar la mediocridad, la medianía (la llamada mediocracia), o directamente la posibilidad de acceso al poder de los menos aptos, de los inferiores, aun de los incapaces y de los peores. Hay casos en que ya no se trata de aristocracia ni de democracia sino abiertamente de kakistocracia”.

2-“La democracia sólo puede funcionar efectivamente y realizar los elevados propósitos que le atribuimos los que nos llamamos democráticos, si no se opone a la aristocracia, sino que se complementa y se impregna de ella. Por ser democráticos ¿habríamos de no aspirar al gobierno de los mejores? En nombre de la democracia ¿habríamos de aplaudir al gobierno de los peores?”

3-“Peligrosa tendencia de nuestro tiempo de mediocrizar, de igualar por lo más bajo, de apartar a los mejores, de aplaudir a los peores, de seguir la línea del menor esfuerzo, de sustituir la calidad por la cantidad. La verdadera democracia nada tiene que ver con estas módicas aspiraciones. No puede ser proceso hacia abajo, mera gravitación, sino esfuerzo hacia arriba, ideal de perfección”.

El 29 de marzo de 1975 La Prensa publicó un artículo del mismo autor titulado “Acerca de la kakistocracia”. Es la continuación del artículo mencionado precedentemente. El párrafo que más me llamó la atención fue el último, el que hace de colofón del artículo:

1-“Cuando un grupo o un pueblo cede en su afán de promover a los mejores, entra indefectiblemente en un tobogán y pasando por los mediocres termina en los peores. No estamos aquí cuestionando formas de gobierno o modos de elegir gobernantes. Este es otro tema que quizá abordemos en una próxima oportunidad. Se trata fundamentalmente de un espíritu, de una inspiración, de una exigencia profunda de la conciencia individual y de la conciencia colectiva. Se trata de tender hacia abajo-mera gravitación-o de tender hacia arriba-afán de perfección. Se trata de exigir y de exigirse menos o de exigir y de exigirse más. Se trata, en fin, de ser rebaño o de sentirse y actuar como persona humana”.

La última oración habla por sí misma: “Se trata, en fin, de ser rebaño o de sentirse y actuar como persona humana”. Lamentablemente, en los últimos tiempos los argentinos nos resignamos a ser parte de un inmenso rebaño que se deja manipular con llamativa facilidad, que cree cualquier cosa que le diga el poder, aunque se trate de un fenomenal disparate. Como no nos comportamos como seres libres y responsables, hacemos valer nuestras emociones en el crucial momento del voto. Al imponer sus condiciones, la irracionalidad nubla nuestra mente, ciega nuestro pensamiento crítico. En política ello se traduce en el voto bronca, en el deseo de castigar al presidente que se va (muchas veces con justa razón), de hacer tronar el escarmiento. La irracionalidad afloró en las elecciones presidenciales de 2015 lo que hizo posible el acceso al poder de un emblema de la kakistocrcia. A la inmensa mayoría del pueblo le importó muy poco que Macri resultara el vencedor. Fue Macri, pero pudo ser cualquier dirigente de Cambiemos que hubiera competido por la presidencia. Lo único que le importaba a esa mayoría era castigar a Cristina, hacerle morder el polvo de la derrota.

La historia se repitió cuatro años más tarde. La inmensa mayoría del pueblo deseaba, una vez más, hacer tronar el escarmiento. Estaba harta de Macri. Ello explica el ascenso al poder de otro emblema de la kakistocracia. Pudo ser el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner o cualquier otro referente del “peronismo moderado”. Lo único que deseaba esa mayoría era hacer escarmentar a Mauricio Macri. El problema es que hoy estamos peor que hace dos años. Hoy Alberto Fernández ha demostrado ser un peor presidente que Mauricio Macri, lo cual constituye todo un mérito. Porque hay que ser muy malo que ser peor que el ex presidente de Boca Juniors.

Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a elegir a los peores, a nivelar para abajo, a conformarnos con muy poco. Así nos va. Votamos con odio. Votamos para castigar al que se va sin darle la importancia que se merece a la personalidad del político que se hará cargo de la presidencia. Así nos va. Soportamos como borregos los cortes de energía cada vez que aumenta la temperatura. Así nos va. Soportamos que los máximos cuadros políticos del FdT y de Juntos se echen las culpas mientras Edenor y Edesur no asumen ninguna responsabilidad por los feroces apagones de las últimas horas. Así nos va. Nos hemos acostumbrado a que el gobernante de turno se burle de nosotros, nos mienta descaradamente. Así nos va. Nos hemos acostumbrado a que el poder subestime nuestro coeficiente intelectual. Así nos va. Nos hemos acostumbrado, en definitiva, a naturalizar la kakistocracia, el ser gobernados por los peores. Así nos va.

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