Por Luis Américo Illuminati.-

«De donde viene el ser humano todos lo sabemos, a donde quiere llegar pocos lo conocen» (Immanuel Kant).

El Apocalipsis: ¿ciencia ficción o visión del futuro que ya llegó?

El Apocalipsis es el último libro de la Biblia. Es la visión que tuvo el Apóstol San Juan cuando estuvo refugiado en la isla de Patmos. Quien lo haya leído no puede menos que estremecerse de los horrores que allí se describen. Entonces uno puede tomar dos actitudes, creer o no creer en los anuncios de catástrofes. Para los cristianos el fin del mundo es parte de la fe que profesa, puesto que Cristo prometió una segunda venida suya al mundo en momentos de un caos universal para derrotar al Anticristo que dominará una parte importante del mundo. Por supuesto que cada persona está en su derecho de creer o no en las predicciones del Apocalipsis. Eso, por un lado. Y, por el otro, la visión de San Juan parece coincidir con los famosos anuncios del vidente Michel de Nostradamus y con las novelas de ciencia ficción de Philip Dick que fueron profecías casi cumplidas pues muchos de sus relatos se están volviendo realidad, a saber: 1) «Ubik». ¿Es posible que todos estemos muertos o -al menos- semivivos, o bien que el mundo de la semivida afecte al mundo de los vivos? Dick elabora aquí un palimpsesto de realidades yuxtapuestas, haciendo que nos cuestionemos la realidad de la realidad. Además de ello el argumento aborda también el tema de la vida después de la muerte. 2) «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?» que es su novela más conocida gracias a la película Blade Runner (1982), 3) Gestarescala. Transcurre el año 2.046 y en EE.UU. rige una dictadura comunista que ha privatizado -así imaginaba Dick el comunismo del futuro- las funciones esenciales de la sociedad, eliminando todo rasgo de individualidad, y confundiendo los conceptos de Pueblo, Estado y Gobierno. Bajo este régimen orwelliano, hasta los sueños son administrados por el Gobierno, para garantizar que todos los ciudadanos sueñen lo mismo. La religión ha sido reemplazada por un servicio de inteligencia artificial y la hiperinflación hace que el dinero oficial valga poco y nada. En esa distopía vive Joe, un restaurador de cerámicas cesante. Todo cambia para él cuando recibe unos mensajes mediante los que le ofrecen un trabajo demasiado bien pagado. Estamos aquí frente a una de las obras intelectualmente más complejas y profundas de Dick con influencias que van desde Spinoza hasta Jung. Tanto las narraciones de Philip Dick, como el Apocalipsis o las predicciones de Nostradamus son relatos inquietantes cuando constatamos que el mundo no está marchando bien y que la humanidad parece encaminarse hacia un futuro tenebroso.

La era del New Age, de Acuario o Posmoderna ha sido un rotundo fracaso. El flagelo mundial de la droga ha hecho estragos. La razón se ha extraviado. Desde lo espiritual, moral y social el mundo va para atrás. Lo vio Nietzsche, Ortega y Gasset, Spengler y Norbert Elías quien en su reflexión alerta sobre los peligros del «homo clausus» (sujeto inmanente o encerrado en sí mismo, fanático y subjetivista exacerbado) que en criollo le decimos «cabeza de termo». Este individuo no razona, vive en una cápsula. La máxima cartesiana -Pienso, luego soy- la ha cambiado por otra que dice: «Me encapsulo, luego soy». Hoy Kant cambiaría la frase arriba citada por esta otra:

«De donde viene el ser humano todos los sabemos, pero a dónde quiere llegar nadie lo sabe».

En estos momentos el hombre sale del túnel del posmodernismo para pasar a otro peor, más incierto que nunca, un tiempo escatológico, que según las profecías bíblicas van desde aparición de un líder carismático mundial -el Anticristo- lo cual no es una leyenda ni un mito ni una ficción sino un horizonte cercano. Lo predijo San Pablo: «Porque el misterio de la iniquidad ya está en acción, sólo que en este momento hay quien lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio» (2 Tesalonicenses 2:7). Sobre «quien lo retiene» hay muchas interpretaciones que van desde el Arcángel San Miguel hasta el Espíritu Santo, el mismo Cristo o la Iglesia misma.

«No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano… incesantemente.» (George Orwell, «1984»). Dicen algunos críticos e intérpretes que Orwell más que una novela escribió una profecía ya que el Gran Hermano tal vez podría ser el anunciado Anticristo. Por supuesto que el sarcástico intelectual, el burlón, el nihilista, el marxista y el evolucionista desdeñarán todo esto, afirmados en la creencia de que el avance o progreso indefinido de la civilización es irreversible, imparable, imaginando que el hombre conquistará en pocos años más otros planetas para habitarlos y continuar en ellos la vida humana por unos miles o millones de años por haberse agotado las reservas de la Tierra, pero se olvidan estos genios que Einstein alguna vez dijo con asombrosa lucidez: «No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”. Los orgullosos genios del progreso ilimitado, entre ellos los políticos argentinos, eternos saltimbanquis, pondrán en duda las palabras del «padre de la relatividad» y dirán que él no lo dijo o si lo dijo es porque estaba gagá.

El homo festibus (el que se ríe de todo y, a diferencia de Sócrates, cree que lo sabe todo), subestima los funestos pronósticos ya que está muy seguro de sí mismo y del futuro (estamos hablando del homo argentus). La Argentina donde impera la estulticia y la arrogancia, donde los políticos viven sumergidos en sus naderías y tejiendo teorías inconcebibles, sobre todo completando la trama de la insólita tragedia que es la historia de los últimos 50 años convertida en comedia del absurdo. Más aún. Es muy probable que si Ronald Laing se pusiera a estudiar al argentino de las últimas generaciones -el sujeto que vota siguiendo una zanahoria como el burro- lo caracterizaría como «hombre esquizoide», un ejemplo, la masa seguidora de Juan Grabois (discípulo papal) y de los muchachos de La Cámpora.

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