Por Luis Américo Illuminati.-

El Cuervo de la Inseguridad Ciudadana. Este es uno de los poemas más populares escritos en lengua inglesa. Una obra que sirvió para dotar de fama eterna a su autor. A continuación, ofrecemos -adaptado- «El Cuervo», de Edgar Allan Poe, dedicado al Estado Ausente y a los políticos que llegaron a ser gobierno y esto nos dejaron. A los que le quepa el sayo, que se lo pongan. Los que gobernaron el país por 20 años, dirán: «La culpa no es de nosotros, es de Macri, de Dios o de Mongo Aurelio, pero nuestra, Jamás».

I. En una noche pavorosa, inquieto miraba por televisión una noticia de todos los días (las escenas de una abuela casi moribunda salvajemente golpeada por dos motochorros para robarle lo poco que tenía), de repente escuché un extraño ruido, como si alguien tocase suavemente a mi puerta: «Será una visita a deshora -me dije- y nada más» .

II. ¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno e impaciente medía el tiempo eterno cansado de esta realidad abrumadora.

III. Sentí un rozar de las cortinas, un fantástico terror, como jamás lo había sentido y me dije a mí mismo, tratando de calmar mi espíritu oprimido: «Será tal vez un viajero perdido, y nada más».

IV. Un poco más tranquilo abrí de par en par la puerta y hallé tinieblas nada más.

V. Miré para todos lados, explorando las tinieblas y escucho un ruido en el fondo de mi casa y me quedé paralizado.

VI. Vuelvo al sillón donde estaba antes sentado con pavor secreto y siento un ruido en mi ventana, y comprender quiero la señal arcana y calmar esta angustia sobrehumana y me digo: ¡es el viento que sopla y nada más!

VII. Entonces abrí la ventana y súbitamente entró un cuervo a la sala con gesto señorial y negras alas y sobre la cabeza de un busto se posó.

VIII. Miro al pájaro negro, grave y serio, y comienzo a hablarle con intención irónica: «Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica, ¿cuál es tu nombre? Aleteó sus alas negras y me dijo mi nombre y no el suyo.

IX. Asómbreme al escuchar tan claro decir mi nombre y debo confesar que sentí gran susto, pues nunca en mi vida he visto a un cuervo hablar.

X. Cual si hubiese vertido en ese acento el alma, calló el cuervo y ni una pluma movió, entonces yo le pregunté: «¿Algún día podrá el Estado Ausente proteger de los malvivientes al pobre ciudadano? Contestó el cuervo: «¡Jamás!»

XI. Quedéme estupefacto frente al extraño y ominoso pájaro sin saber qué hacer.

XII. «Profeta, dije por fin, ¿augur que arrojaron las negras tempestades, huésped o mensajero de la noche dime si alguna vez el Estado pondrá fin a esta locura? dijo el cuervo: «¡Jamás!»

XIII. «Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo por Dios, por mí, o por cualquiera, dime si alguna vez podrán los argentinos vivir en paz y tranquilos sin que salgan a la calle y los roben, no escapen los chorros y caigan presos enseguida? dijo el cuervo: «¡Jamás!»

XIV. «Entonces desesperado y enojado al cuervo le grité: «¡No vuelvas más, no quiero verte más, que la justicia te meta preso a vos, a los jueces y a todos los políticos malditos que voté obligado por las circunstancias, dijo el cuervo: «¡Jamás!»

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