Por Luis Alejandro Rizzi.-

El nuevo Jefe de gabinete de Ministros, Guillermo Francos, dijo que al presidente no le interesa la política y, aunque no lo dijo, tampoco la gestión, a la que posiblemente confundía o confunde con el “papeleo”, que no deja de ser un sinónimo de “gestión”, un sinónimo despectivo diría.

Está claro que Milei no está ni para la política ni para “el papeleo”. Su misión es sólo arreglar la economía argentina. Es la misión que le encomendaron “las fuerzas del cielo”.

Lo que no advirtió Milei hasta ahora es que “arreglar la economía” de un país es una tarea que exige política y gestión.

Milei detesta la política. También cae en una confusión cuando confunde las varias caras de la política, unificándola en la “casta”, palabra que representaría todo lo “vicioso de la política”.

Entre esos vicios, el principal sería que “la casta” no le acepta como dogma sus ideas sobre la economía ni que su discurso es performativo.

Si Dios creó el mundo con la palabra, Milei quiere arreglar la economía por el mismo medio y es allí donde comete un fabuloso error. La economía de un país se arregla con política y gestión, persuadiendo y admitiendo también la posibilidad de ser persuadido y haciendo.

Es obvio que toda transición es morbosa, porque en ese lapso los defensores del estado de cosas lo harán con todos los medios disponibles, incluida la agonalidad. Estos segmentos sociales defienden sus abusos, que cínicamente defienden como conquistas sociales o «derechos».

Asimismo, es cierto que lo diferente le genera a Javier Milei ese apoyo con algo de tolerancia, de más de un 50% de la sociedad y otro tanto un poco menor, desconfianza.

Sin embargo, lo que también lo tiene muy cerca del fracaso, es o era la carencia de política y de gestión, que se refleja con toda estridencia en la caída de actividad, desempleo, inflación, en lo que no queda claro si su baja nominal es consecuencia de la recesión, pobreza y marginalidad en vez de ser consecuencia de políticas activas.

Este gobierno, hasta hoy, no gestiona, paraliza la obra pública de modo indiscriminado, mantiene atraso cambiario y licua pasivos.

El caso de la falta de gas es una evidencia de inacción y falta de gestión. El coto de este «olvido» será de más o menos 400 millones de dólares. Hay plata, se gasta muy mal.

En las empresas del Estado no se advierten cambios. El caso de Aerolíneas Argentinas, que podría ser un caso testigo para mostrar “gestión”, por ahora se mantiene en una situación de conflicto latente, que cada día que pase hará más difícil proponer un proyecto de sustentabilidad.

Es absurdo pensar en privatizarla. No perdamos tiempo en esas boludeces, lo mismo que regalársela al personal. No se la puede cerrar de un día para otro, porque nos quejaríamos sin cabotaje, en un momento que no hay alternativa de transporte.

No será tarea fácil hacerla sustentable porque para ello también se necesitará dinero y también habrá que bancarse un conflicto que podría durar días o semanas; su sustentabilidad no será sin costo.

Como tampoco lo será “arreglar” la economía, pero es necesaria la política para fijar un rumbo y la gestión para hacer a la palabra performativa.

Debemos pasar de los significantes vacíos a hechos concretos y admitir que uno o dos puntos de déficit fiscal pueden ser necesarios para financiar el cambio, que también tiene su costo.

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