Por Luis Américo Illuminati.-

«Lo único peor que un mentiroso es un mentiroso que también es hipócrita» (Tennessee Williams). «El mentiroso siempre es pródigo en juramentos» (Corneille). «El mentiroso tiene dos males: que ni cree ni es creído» (Baltasar Gracián).

Como Tartufo -genial obra teatral de Moliere del siglo XVIII- se conoce a quien engaña, miente, censura, se ofusca con cien trajes y apariencias y con su repulsiva hipocresía se aprovecha de los ingenuos que le creen a pie juntillas; es un personaje despreciable. La obra de Moliere se centra en el vínculo entre Orgón, un burgués adinerado y autoritario con su familia; y Tartufo, un falso devoto y manipulador, huésped en su casa. Tartufo logra convertirse en el director espiritual de Orgón y pretende casarse con Mariana, su hija, quien está enamorada de Valerio. A la vez, Tartufo intenta seducir a Elmira, la segunda esposa de Orgón, más joven que su marido. Cuando Tartufo es desenmascarado, intenta echar a Orgón de su casa a través de donaciones que él le ha firmado. Cuando se presenta ante el rey, éste devuelve antiguos favores a Orgón y anula las donaciones, deteniendo a Tartufo. Como vemos, todo termina mal para el vil Tartufo, nombre que fue incorporado al Diccionario de la Real Academia Española para definir a las personas mentirosas, hipócritas y santurronas que se hacen las devotas y fingen tener costumbres austeras y puritanas, como Alberto Fernández, que, además del escándalo de los Seguros -nos quería hacer creer su cacareado «honestismo» para diferenciarse de Cristina Fernández de Kirchner y del resto de la gavilla de ladrones K- en que está seriamente implicado tras conocerse el contenido explosivo de los chats de los celulares secuestrados a su secretaria María Cantero y su marido broker Héctor Martínez Sosa, causa que al honesto Alberto lo puede llevar preso, con la denuncia de su ex pareja, el agua le llega al cuello, pero él se empeña y jura que es inocente. De modo que sus títulos o apodos de El Payaso, El Títere y El Borracho, se le suma ahora el de golpeador, cobarde y Tartufo el Inocente. Sin ir más lejos, recordemos su penosa y vergonzosa actuación durante la pandemia del Coronavirus, las duras sanciones con que amenazó a la población y fue el primero en violar sus propios decretos. Además de especular y demorar la compra de las vacunas que causó el fallecimiento de más de 100.000 argentinos, adquiriendo las vacunas de procedencia rusa de dudosa efectividad. «La verdad es que me ponía a mí en una situación muy violenta de exigencias y comprometía al país” fueron sus palabras para justificar su desafortunada decisión de no comprar las vacunas de Pfizer y las condiciones o planteos -que nunca especificó-que supuestamente le habría exigido el laboratorio estadounidense para vender al país 14 millones de dosis contra el coronavirus luego de haber hecho pruebas en la Argentina. Y la pena por la causa que se le formó fue una burla: una exigua multa. Y le echó la culpa en aquella oportunidad a Fabiola Yáñez, su pareja, de haber organizado la fiesta. ¿Se le puede creer algo a un mentiroso consuetudinario, un mitómano igual que su socia Cristina Kirchner?

Tartufismo a toda vela. Palabras que se llevó el viento

Hagamos un poco de historia reciente. Alberto Fernández habló el 8 de marzo de 2022 «urbi et orbe» en contra de la violencia de género en el Día de la Mujer. El entonces presidente había dicho que le daba “vergüenza” que una mujer padeciera violencia en la Argentina. Un vehemente discurso donde dijo a los gritos que era “inadmisible” que exista la desigualdad de género y llamó a “denunciar a los violentos”. “Me da vergüenza que una mujer padezca violencia de género en la Argentina». “Es inadmisible que esa desigualdad exista. A nosotros como hombres debería avergonzarnos que esa desigualdad exista y, por lo tanto, debemos entender una vez por todas que eso no puede seguir ocurriendo. Debemos denunciar a los violentos que por la sola condición de género avasallan a una mujer”, expresó ampulosamente Fernández. En ese mismo evento, remarcó que buscaba “hablarles a los hombres” al decir que no habría “una buena sociedad hasta que todos tengan los mismos derechos y oportunidades”. “Para que eso ocurra, nosotros, los hombres, tenemos que hacer mucho. Lo primero que tenemos que hacer es respetar y poner en condiciones de igualdad a cada mujer de la Argentina”. Ahora, dos después de esas pomposas declaraciones, Fabiola lo denunció este martes por violencia de género en una llamada por Zoom ante el juez federal Julián Ercolini, encargado de la causa de los seguros, quien ordenó medidas de restricción y protección.

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