Por Italo Pallotti.-

Si hay un muestrario de conductas del mal desempeño de las funciones, una mala praxis de carácter crónica, acciones corruptibles por doquier, impunidades manifiestas, irrespetuosidad flagrante a la institucionalidad, conductas aberrantes, basureo del honor ajeno, peleas internas de chabacanas características en los miembros del gobierno, inconductas de los adherentes al poder de turno (sindicatos, dirigentes sociales, empresarios improvisados para el ilícito, periodistas fanáticos e ideologizados, piqueteros y jefes entrenados para el desorden público); entre tantas otras desviaciones del manejo del poder, se conforma un cóctel perfecto a la luz de lo que transitó la República, durante una enorme cantidad de años. Han dejado bajo el sello de variadas nominaciones partidarias, un daño que parece irreparable. La sociedad argentina ha aceptado, incomprensiblemente como normal, situaciones que dejó pasar sin miramientos y sin advertir que esa especie de degeneramiento la fue hundiendo en un clima por demás confuso, irreal; sobre todo si se lo compara con muchos países que aparecen como ejemplo de las buenas prácticas políticas y que no se supo, siquiera por aproximación, copiar aspectos básicos en el ejercicio del poder.

Resulta que hoy, aquellos que nos pusieron en esa instancia de la historia bochornosa, inestable, peligrosamente al borde de la desaparición como nación, se los ve aparecer como si no hubieran sido los causantes, en algunos casos, y partícipes necesarios en otros, de la verdadera catástrofe a la que se llevó el país. Desde Cristina Fernández, pasando por Alberto Fernández y Sergio Massa, máximos exponentes de lo que aquí se expresa, hasta una tropa de impresentables dirigentes políticos, sindicales, periodistas de muchos medios qué, desde la agresión verbal rústica, grosera y a punto del desvarío en muchos casos, no trepidan en sembrar de golpes bajos, insultos e insólitas “soluciones” para una complejidad de problemas de los que son autores; cuya solución demandará mucho tiempo en intentar resolver. A tal punto la insensatez de su discursiva y relatos que bien parecen ciudadanos llegados de otra galaxia; y no los autores intelectuales y fácticos de semejante herencia. Y en ese legado de la nada; porque todo fue sombrío, triste, está el pueblo de la Patria; palabra a la que malversaron de modo artero; tanto que la Justicia no da abasto en destapar ollas de un torpe manejo del Estado y marcarle cada una de las tropelías cometidas; con resultado que resultará incierto, como siempre; porque habrá quizás una instancia “salvadora”. De rutina.

Y aquí estamos. Con la impronta de un nuevo experimento político que en sólo 6 meses de gobierno trata de poner algún remiendo a una economía maltrecha, destruida, con una inflación descontrolada; con un aislamiento profundo frente al mundo, con una institucionalidad que pretende, con los remesones propios de un nuevo gobierno, intentar poner en marcha un esquema de mandato que a todas luces aparece como novedoso. Todo esto dentro, por momentos al parecer, de una precariedad de apoyo de algunos nombres dentro del propio espacio y de muchos supuestos adherentes qué por esas cosas, muy proclives a la mala política están, según se insinúa, escudriñando en algún recoveco para intentar, algunos de modo impropio, sacar provecho de la debilidad aparente del poder delegado por el voto popular. Ser herederos de tan poco o nada y de tanto tiempo, no será tarea para débiles. De la fortaleza y unión de todos puede, seguramente, superarse un momento histórico deshonroso, despreciable y para el olvido del que deberá surgir necesariamente una nueva forma de ejercicio del poder, que se proyecte por mucho tiempo. De todas maneras la ingenuidad, el confiarse de los residuales escondidos y tramposos, y de los propios, aventurados en cortarse solos, se deberá tener extremo cuidado y vigilarlos a como dé lugar. Todo esto para evitarnos un día, tener que preguntarnos: Después de esto, ¿qué?

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