Por Enrique Guillermo Avogadro.-

“El azar de la Historia determina a veces el ritmo de una época, aún en contra de la voluntad del genio que la anima”. Emil Ludwig.

El debate, al cual asistieron centenares de espectadores alrededor del mundo, concretado entre Joe Biden y Donald Trump, con una clara victoria del republicano sobre un demócrata que exhibió una ya innegable senectud, comenzó a determinar, con fuertes vientos, el rumbo que tomará la política de los Estados Unidos a partir de noviembre, cuando se substancien las elecciones. Los bastardos golpes bajos que se propinaron, convirtieron en un penoso espectáculo lo que hubiera debido ser trascendental.

Porque se trata de la primera potencia global y el escenario internacional tiende a complicarse a cada hora. Ya no sólo genera preocupación la guerra que provocó Rusia al invadir Ucrania, o la que desató la Hamás con su terrorista incursión en Israel, sino otros lugares que se han transformado en calientes, como el conflicto alrededor de Taiwan, las maniobras bélicas en el Mar de la China, los acuerdos firmados entre Vladimir Putin y Kim il-Sung, los ataques de las milicias iraníes de Yemen al tráfico marítimo en el Mar Rojo, la presencia de la Armada rusa en Cuba, y la intervención cibernética para influir en las elecciones de otros países.

Algo similar ocurrió en Bolivia, un país en mortal crisis económica y política, cuando el sumamente débil Presidente Luis Arce Catacora, en abierta lucha contra su ex tutor, Evo Morales, con el fin de mejorar su deteriorada imagen, organizó una parodia de golpe de Estado cuyo rol principal adjudicó a un absurdo General Juan José Zúñiga, que terminó preso; si esa detención se prolonga, es probable que surja en el reo la irrefrenable compulsión por contar la verdad de lo acontecido.

En la Argentina, el trágico y ominoso drama de Loan Peña, el chiquito de cinco años que desapareció en la Provincia de Corrientes, resultó por demás oportuno para ocultar tras su velo la conducta de unos magistrados crápulas (Daniel Petrone, Diego Barroetaveña y Carlos Mahiques) cuya actitud ofendió a la República y atentó contra la llegada de las inversiones que necesitamos más que el aire que respiramos. Me refiero, claro, al bochornoso fallo de la sala de la Cámara Federal de Casación Penal que integran, que quitó todo hierro a la conducta de Angelo Calcaterra y su segundo, Javier Sánchez Caballero, abriendo una gigantesca puerta a la impunidad para decenas de empresarios que confesaron haber pagado sobornos a funcionarios públicos para obtener contratos del Estado.

Para probar que hay jueces probos e incorruptibles en la Argentina, resulta indispensable iluminar con grandes reflectores al Tribunal Oral Federal 7, integrado por Germán Castelli, Enrique Méndez Signori y Fernando Canero, que tiene a su cargo el juzgamiento de la “causa cuadernos”; ellos, en especial el primero, que fue en su voto aún más lejos que sus colegas al decir que “las particularidades del caso no se ciñen comunes situaciones judiciales sino a interferencias funcionales extrañas a la buena administración de justicia”, pidieron a la Corte que revirtiera de inmediato lo resuelto, a todas luces ilegalmente, por la Casación. También es obligatorio destacar a la Fiscal General Fabiana León, que representará el interés público en ese juicio oral, quien denunció a su impresentable colega, Ramiro González, por haber dictaminado en favor de la solución exculpatoria de los empresarios (es decir, por aceptar la teoría -casualmente introducida por el actual Ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, cuando era defensor de otro delincuente confeso en la misma causa- consistente en que los pagos de las coimas eran, en realidad, aportes para las campañas políticas de los Kirchner) ante la -aún- Juez María Romilda Servini de Cubría que, con inusual rapidez, la acogió favorablemente.

He escuchado decir que, si en esta causa se impusieran graves condenas a los grandes empresarios, el país sufriría un grave daño, puesto que, al menos por ahora, son los únicos que invierten su dinero aquí; o sea, para que siguieran haciéndolo, se debería echar un manto de olvido y decretar a su respecto una verdadera amnistía. El argumento, además de resultar repugnante e inmoral, no resiste el menor análisis si hacemos la natural comparación con otros países europeos, asiáticos y latinoamericanos, en especial Brasil, donde nada menos que Marcelo Odebrecht, dueño de la mayor compañía de la nación y con fuerte presencia internacional, terminó en la cárcel por pagar coimas en muchas otros países (también en el nuestro, donde la investigación todavía duerme en los cajones de algunos jueces), acompañado por los políticos más prominentes, incluido el actual Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, sin que ello afectara la economía; en realidad, las condenas dictadas en el famoso proceso judicial -conocido como “Lava Jato”- mejoraron la imagen de Brasil en el exterior.

Javier Milei finalmente obtuvo, gracias a la cintura política de la Vicepresidente, Victoria Villarruel, y del Jefe de Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, la sanción de la Ley de Bases y del paquete fiscal. Ahora cuenta, aunque menos fuertes que los que pretendía, con los instrumentos necesarios para avanzar en su proyecto de dar vuelta como una media a esta Argentina tan tradicionalmente suicida e hipócrita. Durante veinte años (el gobierno de Mauricio Macri sólo fue un intervalo), votamos a quienes comandaron y consolidaron nuestra perpetua decadencia, mientras se robaban hasta las manijas de las puertas, pero ahora las encuestas dicen que hemos comprendido y seguimos poniendo nuestras esperanzas, aunque ya también nuestras ansiedades, en la gestión del león libertario.

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