Por Oscar Edgardo García.-

¿Alguna persona sensata y coherente concibiría que un fanático simpatizante de River se convirtiera en presidente de Boca, o viceversa?

La respuesta es obvia: No.

Y si ello ocurriera, el Maestro Fontanarrosa reaccionaría diciendo: «Vio… Mendieta, ¡que lo parió!»

Parangonando la situación, cabe preguntarse entonces: ¿Por qué los radicales han colocado a Martín Lousteau en la presidencia de su partido resignando su identidad, su ideología y su predicamento?

La soledad en que se autolocó el senador es motivo suficiente para que sea catapultado a la vereda de enfrente, en la que por otra parte se lo ve transitando más cómodamente, a menos que los radicales también resignen la sensatez, la coherencia y, por qué no, la dignidad.

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