Por Hernán Andrés Kruse.-

LOS PRINCIPIOS DE BIEN COMÚN SOBRE LOS QUE SE SOSTIENEN LAS DIFERENTES POSTURAS

“Ahora bien ¿en qué principios de bien común se sostienen las distintas posturas? Como afirma Thévenot (2001) cada gramática, o principio de magnitud, constituye la base para la crítica de los otros. Siguiendo este argumento, la cuestión se traduciría en intentar dar cuenta de la gramática desde la cual estas posiciones enfrentadas elaboran sus críticas hacia la otra. La concepción del periodismo como representante público de las “audiencias” y, por ende, de la ciudadanía, parece sentar las bases desde la que el “periodismo independiente” es presentado como un pilar fundamental del sistema democrático y republicano. La prensa independiente, concebida como profesional y apartidaria, funcionaría desde este esquema como contrapeso de los poderes públicos siempre tendientes, según esta posición, a concentrar su poder por medio de la constitución de un discurso único. La legitimidad del “periodismo independiente” se asienta así, en su papel de mediador entre la ciudadanía –la gente– y sus dirigentes políticos, ante los cuales la prensa opera también como contralor.

Desde esta postura, que considera casi como sinónimos libertad de expresión y libertad de prensa, cualquier intervención estatal que afecte a las leyes de mercado sobre las que se asientan los medios de comunicación de gestión privada, acarrearía un riesgo autoritario. Así, aquello que podría ser concebido como una defensa corporativa y, en ese sentido, regida por intereses privados, es engrandecida como una causa colectiva en la que lo que se pone en juego parecerían ser los cimientos del carácter democrático del sistema político de la nación. Desde este esquema, tanto las líneas editoriales de Clarín y La Nación como los periodistas que coinciden con estos criterios presentarán sus pruebas de justicia y sus críticas frente a lo que consideran como el avance de un periodismo “oficialista” y “acrítico”, sostenido económicamente por el gobierno.

“Hemos dicho muchas veces desde esta columna editorial –y lo seguiremos diciendo– que sin un periodismo independiente, comprometido con la misión de informar con rigor y veracidad y de opinar sin cortapisas ni limitaciones, ninguna nación puede avanzar hacia la consolidación de sus instituciones libres y democráticas (…) Esta fue, históricamente, la misión del periodismo independiente: una misión que completaba el sistema republicano, en la medida en que venía a darles a los hombres de a pie –a la gente común– la posibilidad de examinar y evaluar, con libertad y espíritu crítico, la marcha de las actividades políticas e institucionales y a impulsar, así, la renovación permanente y auténtica de las estructuras del sistema democrático (…) Quien observe con atención el escenario político de las distintas naciones advertirá que ese diagnóstico es infalible: donde no existe un periodismo independiente, muy pronto sienta sus reales una opresiva dictadura” (“La misión del periodismo”, 2008, febrero 17. La Nación).

“En este episodio quedan cristalizados algunos de los principales rasgos de la política oficial, consistente en la utilización de la confrontación política y la violencia verbal, al servicio de una estrategia de limitación de instituciones que tienen la función de equilibrar el juego de poderes en el sistema republicano y de contribuir a la calidad de la democracia” (“Agresiones a las instituciones de la República”, 2010, octubre 3. Clarín).

“Hace tiempo, pero especialmente durante el último año, el Gobierno profundizó sus agresiones contra la prensa y ha montado una enorme red de medios propios de propaganda, pseudo periodísticos, que tienen como principal función cuestionar y desacreditar al periodismo independiente (…) Los diarios no mueren por decisión de los gobiernos sino por decisión de los lectores”, señaló Roa (editor adjunto de Clarín). “Será la gente entonces la que tendrá la última palabra y nuestra capacidad para expresar los intereses de los lectores”• (“Los gobiernos no matan a los diarios”, 2011, marzo 11. Clarín).

Desde esta gramática aquello que se define como “periodismo militante” contradice los valores defendidos. Según los periodistas que sostienen esta postura, todo posicionamiento ideológico en el periodismo erosiona su capacidad de realizar su función esencial: ejercer la crítica al gobierno. En este sentido, un reconocido periodista político afirma en su columna dominical: “Ejercer la crítica es el deber del periodismo independiente frente a cualquier gobierno, de la índole que sea, porque el llamado ‘cuarto poder’ no es en rigor un “poder” en el mismo plano que el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, sino un contrapoder cuya misión es prevenir y contrarrestar los excesos del Gobierno, tan comunes en una “democracia autoritaria” como todavía es la nuestra, para concretar esa república equilibrada a la que debe tender nuestra república imperfecta en salvaguardia de la libertad de los ciudadanos, hoy amenazada por el Leviatán estatal. Para ilustrar esta distinción basta con advertir cómo se comportan los pretendidos ‘periodistas’ del oficialismo, que han escogido sin rubor el rol de la militancia progubernamental para ser no ya periodistas, sino propagandistas al servicio del Leviatán” (Grondona, 2011, abril 3. Hugo y Cristina: el enemigo de mi enemigo es mi amigo, La Nación).

Estas pruebas de justicia así como los principios en que se asientan son cuestionados por aquel sector del periodismo que recoge las acusaciones vertidas contra el periodismo tildado de “oficialista” o “militante”. En una primera instancia, se advierte una respuesta defensiva que no asume para sí la denominación que le es adjudicada críticamente y que establece una clara diferencia entre “militancia” y “compromiso”. “Lanata agregó: “Estoy en contra del periodismo militante. No uso la profesión para trasladar una visión”. El periodista disertó en el programa A Dos Voces, junto con Florencia Saintout, decana de la facultad de Periodismo de Universidad Nacional de La Plata, y el filósofo Tomás Abraham. (…) Por su parte, Saintout remarcó la importancia de que se sepa “cuál es el lugar desde que habla un periodista”. “Desde qué medios se está hablando, qué lugar ocupan en ese juego de intereses. Esta idea del periodismo militante no dice muchas cuestiones, me gusta más la idea del compromiso. Esta idea de asociación entre periodista y compromiso, analizó Saintout” (“Lanata: “Estoy en contra del periodismo militante”, 2011, octubre 13. La Nación).

Asimismo, frente a la carga peyorativa que comporta el término “militante” en el ambiente periodístico, algunos periodistas invierten la carga de la prueba resaltando la “militancia” encubierta que, según ellos, ejercen los periodistas que defienden los intereses de las empresas de medios en las que trabajan. “Podrá ser o parecer obvio, pero no está de más remarcarlo. La bestialidad de esta campaña mediática es inversamente proporcional al vacío del terreno opositor. (…) ¿Y qué pasa? ¿No habría que decir “el enemigo”? Puede ser. No es políticamente correcto, por lo pronto. Pero cuidado, porque en la vereda de enfrente no tienen prurito alguno para designar a sus adversarios como cultores del ‘periodismo militante’. La obra simbólica que intentan establecer es asimilar “militante” a “subversivo”, finalmente. Y nunca faltará el tonto capaz de pensar que sus operaciones de prensa no son militantes. Que son ascetas” (Aliverti, 2011, junio 13. La Campaña. Página/12).

“El periodismo militante que se practica en los principales medios de la CABA (en referencia a los multimedios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) no debería eximir de las mejores prácticas profesionales, a riesgo de convertirse en licencia para afirmar cualquier disparate, sin preocuparse por estudiar el contexto y verificar los datos…” (Verbitsky, 2011, mayo 29. Gracias, Jorge. Página/12).

Pero como señalamos anteriormente la respuesta a la crítica no sólo es defensiva sino que también involucra el cuestionamiento de los supuestos sobre los que se asienta la concepción de la profesión del periodismo autodenominado “independiente”. Un primer señalamiento se orienta a los condicionamientos que afectan a la pretendida “independencia”. Según el arco de periodistas “comprometidos”, los intereses corporativos de las empresas de medios, sobre todo de aquellas que ocupan un lugar predominante en el mercado, se expresan en sus líneas editoriales condicionando la libertad de expresión de los periodistas que trabajan en ellas; esta situación se ve agravada en un escenario de conflicto entre empresas de medios y gobierno que, según ellos, ha puesto al descubierto los intereses políticos de estas corporaciones.

“Una tercera cuestión es esa del periodismo “independiente”. ¿Independiente de qué? Uno no puede ser independiente de su ideología, para arrancar con una obviedad escandalosa. ¿Y de qué independencia puede hablar un periodista en una correlación de fuerzas como ésta, frente a la que en muchas oportunidades no sólo no sabe cuál movida comercial de su patrón afecta con un artículo o comentario equis sino que incluso desconoce quién es su patrón mismo, frente al aquelarre de compras y fusiones corporativas? ¿Cuál independencia es ésa que hace que los periodistas deban vivir de los auspicios que tienen que procurarse por sí mismos? Y en los muy pocos casos en que no es así, ¿acaso se puede ser “independiente” de los intereses políticos y económicos de la patronal contratante? Se podrá ser concordante, de manera total o parcial, pero jamás independiente. Uno es libre, eso sí, en la más favorable de las hipótesis, para establecer cómo regula las presiones. Cuándo acelera, cómo retrocede, qué callarse para poder decir qué, decirlo dónde” (Aliverti, 2004, junio 7. En el Día del Periodista, Página/12).

CRITERIOS DE OBJETIVIDAD E IMPARCIALIDAD. CRITERIO DE TRANSPARENCIA

“Además de dirigir la atención a estos condicionamientos, la crítica al “periodismo independiente” se concentra en los criterios de “objetividad” y de “imparcialidad” con los que fundamentan su práctica. Esta crítica, que cuestiona estos ideales, sostiene que la actividad periodística siempre realiza, en la construcción de la noticia, un recorte de la realidad guiado por las convicciones y la subjetividad del periodista o, en relación con lo anterior, por la línea editorial del medio en que éste se desempeña. Este cuestionamiento afirma que, en última instancia, toda producción periodística está atravesada por la tradicional tensión entre información y opinión. La resolución de esta tensión se encuentra, para los partidarios de esta postura, en hacer explícita la posición desde la que el periodista parte, de modo que el lector o la audiencia puedan evaluarla críticamente. De esta manera, sostienen, el periodista puede legítimamente asumir una posición política en su labor siempre y cuando manifieste explícitamente cuáles son sus principios.

Frente a los criterios de “objetividad” e “imparcialidad” se opone así, el criterio de “transparencia” como reaseguro de la “honestidad intelectual” en tanto valor compartido con sus colegas. “¿Qué diferencia hay con la obviedad de para quién tuercen sus informaciones y opiniones Clarín y La Nación, por caso? Es cierto: semántica, ninguna. Pero ética, sí. Quizá se trate de otro estilo de cinismo. Sin embargo, el periodista interpreta que hay un mínimo respeto por ciertos códigos elementales del ejercicio de la profesión, que consisten en dejar cristalino el sitio desde el que se dice tal o cual cosa. No aparecer arrastrados, en una palabra. Si tomamos nota de esas firmas y esas voces y esas caras que por aquí, abordado el punto de la ley de medios audiovisuales y amparados en la defensa de la libertad de expresión, insisten en hablar de la necesidad de un “periodismo independiente”, hay una distancia marcada con quienes no se permiten usar ese artilugio, esa falacia, esa hipocresía” (Aliverti, 2009, octubre 5. Sincerarse, Página/12).

“Si algo quedó decididamente claro es que los periodistas (todos y todas, sin exclusión) somos actores políticos. Y que no dejamos de serlo porque nos proclamemos más ‘objetivos’ o más ‘independientes’. Seleccionamos desde nuestra mirada, hacemos recortes según nuestros criterios, incluimos u omitimos de acuerdo con nuestro parecer o al criterio editorial de las empresas para las que trabajamos (…) En vista de lo anterior lo importante es que quienes ejercemos la profesión periodística dejemos transparentar con la mayor claridad nuestras posiciones. Es la manera de quitarles opacidad a nuestras prácticas y es también un modo de darles libertad a las audiencias. Porque tan importante es lo que se dice como quién lo dice. (…) La veracidad tiene que ver con la calidad ética. La objetividad es un imposible, porque supondría anular la subjetividad” (Uranga, 2009, octubre 14. Para prestar atención, Página/12).

“El cronista no cree en un periodismo aséptico, desprendido de valoraciones, creencias, valores e ideología. La honestidad profesional consiste en exponerlos, antes que solaparlos, sin renegar de la información corroborable. Cada cual piensa, y por ende edita, como le parece” (Wainfeld, 2010, octubre 3. Hay vida en la región, Página/12).

EL PERIODISMO MILITANTE ATENTATORIO DEL DESARROLLO DE LA PROFESIÓN

“No obstante, según aquellos que enarbolan la bandera del “periodismo independiente”, la asunción de una posición política y/o ideológica en la labor periodística produce un atraso en el desarrollo moderno de la profesión. Sus argumentos se centran en que si bien el periodismo nace como una actividad ligada al ámbito político, su prolífico desarrollo a lo largo del siglo XX le ha permitido ganarse para sí una autonomía respecto del poder gubernamental, asentada en los valores profesionales de distanciamiento, que asegura el mantenimiento de uno de los pilares del régimen democrático: la libertad de expresión. En las expresiones más radicales de estas críticas se considera que en realidad el “periodismo militante” en Argentina es un periodismo oficialista que no hace periodismo sino propaganda política y que el tipo de operaciones mediáticas que éste realiza conlleva riesgos autoritarios.

Esta postura también se asienta en la crítica a las modalidades de financiamiento de los medios estatales y de aquellos, que según éstos, son claramente afines al gobierno. Se señala que éstos carecen de audiencia y que su sostenimiento se basa en partidas directas del Estado hacia los medios públicos y en contribuciones monetarias discrecionales a los medios afines mediante publicidad oficial. “(Magdalena Ruiz Guiñazú): ‘Tampoco acepto esa idea del periodismo militante: el periodismo tiene que ser información y opinión, pero no propaganda. Y la militancia es propaganda. El antagonismo no sirve para nada. Llevar el antagonismo como bandera en el periodismo quita tiempo para el debate de ideas’” (Petti, 2011, septiembre 5, Magdalena, una marca registrada, La Nación).

“El editor general de Clarín (Ricardo Kirchbaum) cuestionó al ‘periodismo militante’ no porque sea criticable en sí mismo, sino porque en el caso argentino se financia con dinero de los ciudadanos, estén o no a favor del proyecto político oficial. Dijo que un ejército de periodistas “militantes políticos participan de campañas contra periodistas críticos o contra la oposición al gobierno”. Destacó que el Gobierno creó “con dinero oficial un conglomerado de medios tanto públicos como privados” (“La libertad es poder informar sin represalias ni hostigamientos’, 2011, mayo 29. Clarín).

“Sin el Estado, sin el sostén económico del Estado –ya sea de modo directo en Télam, Canal 7, Radio Nacional o en los medios privados subsidiados por la publicidad oficial–, el denominado periodismo militante no asoma hoy por ninguna parte. El periodismo militante es estatal y paraestatal o no es. Luego, el asunto no pasa por ninguna cruzada militante, sino por el Estado, por su poder omnímodo y sus recursos infinitos. (…) como el terrorismo de Estado, el periodismo de Estado se origina en la tentación de utilizar el poder público para pasar por encima de las leyes preexistentes y de los jueces con el pretexto de que el enemigo que acecha es diabólico y que debe ser vencido para que todos sobrevivamos y abracemos nuestro merecido destino de grandeza” (Mendelevich, 2011, julio 27. Periodismo de Estado, La Nación).

(*) Micalea Baldoni (Doctorada de la Universidad Nacional General Sarmiento y de la École des Hautes Études en Sciences Sociales-Francia): “La disputa entre periodismo independiente y periodismo militante: Apuntes para analizar las tensiones en la ética periodística en la Argentina contemporánea” (Quórum Académico-Volumen 9-Número 1-julio/diciembre 2012-Universidad del Zulia).

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