Por Hernán Andrés Kruse.-

En las últimas horas el gobierno nacional autorizó la transformación de los clubes en sociedades anónimas y permitió el ingreso de asociaciones civiles y fundaciones como accionistas. La Inspección General de Justicia emitió una resolución en virtud de la cual quedan establecidas una serie de desregulaciones y flexibilizaciones de trámites, precisando además los alcances de dos artículos del decreto 70 que habilitó las SADS (Sociedades Anónimas Deportivas).

Establece la normativa: “Que, atento a lo dispuesto en los artículos 346 y 347 del Decreto de Necesidad y Urgencia número 70/2023 (…) debe aceptarse la participación de las asociaciones civiles y fundaciones como accionistas en sociedades anónimas y la transformación de las asociaciones civiles en sociedades anónimas; así como simplificarse la inscripción de entidades de bien común constituidas en el extranjero para el desarrollo de su actividad en la República Argentina”. Ambos artículos establecen que “las sociedades anónimas y en comandita por acciones solo pueden formar parte de sociedades por acciones y de responsabilidad limitada; las asociaciones y entidades sin fines de lucro solo pueden formar parte de sociedades anónimas; podrán ser parte de cualquier contrato asociativo”, como así también que “cuando se tratare de sociedades comerciales, acuerdo unánime de los socios, salvo pacto en contrario a lo dispuesto para algunos tipos societarios. Cuando se tratare de asociación civil que se transformare en sociedad comercial o resolviera ser socia de sociedades anónimas, voto de los dos tercios de los asociados” Fuente: Facundo Chaves: “El gobierno habilitó a los clubes a transformarse en sociedades anónimas y el ingreso de capital privado en el fútbol”, Infobae, 16/7/026).

En los días previos a la consagración de la selección nacional en Estados Unidos, el presidente de la nación había expresado su apoyo incondicional a las Sociedades Anónimas Deportivas (SADS), que en la práctica implica el retorno al gerenciamiento de los clubes de fútbol. A través de X Milei expresó: “Pregunta técnica; si AFA se opone a las Sociedades Anónimas Deportivas, ¿por qué motivo permite que el plantel titular (alude a la selección) provenga de estas sociedades? ¿Acaso será que los resultados son importantes y las SADS tienen los mejores? No más socialismo pobrista en el fútbol”.

Al aire triunfal que se respiró por esas horas hay que agregarle otro hecho fundamental: la llegada de Sturzenegger al Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado para garantizar la reglamentación de las SADS. No hay que olvidar que el DNU 70 (aún vigente) autorizó el ingreso de capital privado a los clubes de fútbol. En su artículo 335 se ordena incorporar en la Ley de Sociedades Anónimas que “no podrá impedirse, dificultarse, privarse o menoscabarse cualquier derecho a una organización deportiva, incluyendo su derecho de afiliación a una confederación, federación, asociación, liga o unión, con fundamento en su forma jurídica, si la misma está reconocida en esta ley y normas complementarias”. Mientras que el artículo 345 establece que “las asociaciones, federaciones y confederaciones deportivas dispondrán de un año, contado a partir de la reglamentación del presente, para modificar sus estatutos a efectos de adecuarse a los términos previstos por aquel, lo que deberá ser aplicado sin perjuicio del cumplimiento de los mandatos preexistentes” (fuente: Infobae, Facundo Chaves, 12/7/024).

Al leer estos informes del periodista de Infobae Facundo Chaves, me vino a la memoria la pesadilla que significó para mi amado Racing el gerenciamiento liderado por el nefasto Daniel Lalín. Me vinieron a la memoria las palabras de la síndico Ripoll “Racing club, sociedad civil, ha dejado de existir”. Había dejado de existir una de las más prestigiosas e importantes instituciones deportivas del país,  que tenía (lo sigue teniendo, obviamente) el privilegio de ser el primer grande, el primer equipo del fútbol argentino en consagrarse campeón intercontinental. El gerenciamiento hundió a mi amado Racing en lo más profundo de una hedionda ciénaga, pulverizó uno de los principios más sagrados del fútbol-“los clubes son de los socios”-, le faltó el respeto a una institución señera del fútbol argentino.

Buceando en Google me encontré con un ensayo de Verónica Moreira titulado “Gerenciamiento, “democracia” y procesos políticos en Racing Club” (Deporte, cultura y sociedad. Estudios socio-antropológicos en Argentina, Teseo, Buenos Aires, 2016). Mientras lo leía no pude evitar que “se me escaparan varios lagrimones”.

RACING CLUB

“El campo del fútbol en Argentina se estructura como un espacio donde los clubes ocupan posiciones distintas y relacionales. En las posiciones superiores se ubican los clubes que acreditan a lo largo de su historia títulos nacionales e internacionales. Estos triunfos convirtieron a miles de personas en sus seguidores generación tras generación en distintas ciudades del país. Actualmente, la jerarquía establecida en base a los títulos y fanáticos se traduce en el volumen de dinero que los clubes exitosos y populares reciben por publicidad, comercialización de la imagen, venta de licencia y merchandising.

Racing es uno de “los cinco grandes” del fútbol argentino. Durante el amateurismo, se consagró campeón de forma consecutiva entre 1913 y 1919 manteniendo el invicto en cuatro torneos. Recibió así el apodo “la Academia”. La institución marcó otro hito en su historia y en la del fútbol nacional: se convirtió en el primer tricampeón ganando los torneos de 1949, 1950 y 1951. Actualmente la institución tiene en su haber 17 campeonatos locales: 9 del amateurismo y 8 de la era profesional. Entre los títulos internacionales se encuentran la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental de 1967, la Supercopa Sudamericana y Supercopa Interamericana de 1988. Un momento adverso de su trayectoria fue el descenso de categoría del equipo profesional en 1983, año en el que su histórico rival deportivo, el Club Atlético Independiente, ganaba el torneo nacional.

Racing e Independiente se encuentran en el partido bonaerense de Avellaneda. La distancia de 200 metros que separa sus estadios produce una situación única en el mundo. En el centro de Avellaneda, Racing conserva el estadio “Juan Domingo Perón”, la sede social, el edificio donde funcionan dos niveles de enseñanza formal (primaria y secundaria), y el predio Tita Matiussi donde entrenan las divisiones inferiores. El patrimonio también incluye la sede social de Capital Federal en el barrio de Villa del Parque y el recientemente adquirido predio de Ezeiza ubicado en el partido de Esteban Echeverría.

En 1998, sucedió un hecho inédito: el presidente de Racing decretó su quiebra y desencadenó una serie de eventos con desenlaces dispares en diversos planos. Un resultado directo de su judicialización fue la suspensión de la elección de los dirigentes en una entidad que, como el resto de las instituciones futbolísticas en Argentina, se define como una asociación civil deportiva. A diferencia de lo que sucede en otros países como Inglaterra, Italia y España, los clubes de fútbol argentinos están conducidos por los dirigentes que surgen entre –y por la votación– de los socios. La continuidad del modelo jurídico (asociación civil) desde hace más de cien años (durante la etapa de fundaciones) permite que los socios sigan votando a las autoridades cada dos, tres o cuatro años, de acuerdo al estatuto de cada institución.

El estatuto regula los derechos y las obligaciones de los integrantes de la asociación civil deportiva y, entre otras cuestiones, direcciona los procedimientos para una elección. En el caso de Racing, las elecciones se realizan cada tres años y son voluntarias para los socios que acreditan una antigüedad ininterrumpida de cuatro años. Los socios votan un “trinomio” compuesto por el Presidente, el Vicepresidente 1ero y el Vicepresidente 2do, que cuando asumen eligen, según un acuerdo previo, a los vocales que completarán la Comisión Directiva; 60 asambleístas (40 para la lista ganadora, 20 para la segunda), cinco miembros de Tribunal de Conducta y cinco miembros de la Comisión Fiscalizadora”.

GERENCIAMIENTO

“El presidente de Racing, Daniel Lalín, pidió la quiebra de la entidad el 10 de julio de 1998. A partir de ese momento comenzaron a sucederse distintos hechos judiciales que llevaron progresivamente a un club como Racing a una situación de máxima incertidumbre. Estos hechos tuvieron una amplia repercusión mediática, seguramente producida por la popularidad de la institución.

Aquí menciono sólo algunos eventos que puntearon su devenir y un novedoso desenlace: el 13 de julio de 1998, el juez Gorostegui decretó la quiebra y designó a Liliana Ripoll como síndico para manejar el club; el 18 de septiembre el juez firmó la quiebra con continuidad (esto quería decir que Racing podía seguir con sus actividades); en octubre del mismo año, la justicia reconoció que la institución tenía una deuda de 28 millones de dólares, que con el correr de los meses ascendió a 34 millones; el 4 marzo de 1999, la Cámara de Apelaciones de La Plata ordenó la inmediata liquidación de todos los bienes (jugadores, sedes y estadio), ese fue el momento en el que la síndico Ripoll inmortalizó la frase “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”; el 5 de mayo, la comisión directiva presentó su renuncia, aunque desde la quiebra cumplía funciones residuales; el 6 de octubre, la justicia libró una orden de detención para ex dirigentes por presunta administración fraudulenta, por eso Daniel Lalín y Juan Destéfano (presidente desde 1987 hasta 1994) pasaron 14 días detenidos en una comisaría de Lanús; el 25 de abril de 2000, Héctor García Cuerva se convirtió en el Interventor del club; como Racing se incorporó al Régimen Especial de Administración de las Entidades Deportivas con dificultades económicas (Ley 25.284, promulgada el 25 de julio de 2000), el 15 de septiembre, el juez Gorostegui nombró al órgano fiduciario que estaría a cargo de la administración; finalmente, el 29 de diciembre, el órgano fiduciario bajo la supervisión de la justicia otorgó el gerenciamiento de Racing a la empresa Blanquiceleste S.A. La Ley de Entidades Deportivas (Ley 25.284), conocida también como la Ley de Fideicomiso, se originó a raíz de la crisis económico-financiera de los clubes pero especialmente por Racing Club, que evitó con ésta la liquidación de sus bienes.

Con posterioridad a la incorporación de dicha institución, también se sumaron al régimen otras entidades como el Club Deportivo Español, Club Atlético Belgrano, Club Atlético Talleres, Club Atlético San Martín y Club Deportivo Godoy Cruz. Por su parte, unos meses antes, en marzo de 2000, el Comité Ejecutivo de la AFA aprobó el ingreso de empresas privadas para hacerse cargo del fútbol profesional de los clubes bajo la modalidad llamada “gerenciamiento”. Ésta serviría para atravesar la crisis económico-financiera y sortear la amenaza de la continuidad de los clubes en las competencias oficiales. Tres clubes votaron en contra, entre ellos Argentinos Juniors, que había tenido una experiencia negativa cuando la empresa Torneos y Competencias administró el fútbol profesional en la temporada 93/94 (la empresa se retiró dejando una deuda que había ascendido de cuatro millones a diez millones de dólares, con el equipo descendido a la B Nacional). Los clubes que querían acogerse al gerenciamiento debían en primera instancia resolverlo internamente a través de su comisión directiva o asamblea de socios, para luego comunicarlo a la AFA. Ese fue el camino que tomó el Club Atlético Quilmes con Exxel Group, que era dueño de negocios como Musimundo, Freddo, Havanna, etc. Quilmes se convirtió en el primer club de la Argentina en aceptar el gerenciamiento por la votación de los socios en una asamblea en la que 563 dieron el sí y 220 dijeron no. Por el contrario, el gerenciamiento de Racing no fue un ingreso programado y planificado de capitales empresariales con votación de los socios o sus representantes, sino más bien la consecuencia de una situación atípica dada por el derrotero de su judicialización.

Un ex dirigente repasa los acontecimientos de esta manera: “Hay que recordar que era una época donde no había tanta plata de la televisión o no había posibilidad de vender a los jugadores. La economía era otra, el fútbol era diferente (…) Lalín, con una estrategia empresarial, no deportiva, hizo algo que es muy común en las empresas cuando son deficitarias: la mandó a la quiebra, hace un concurso de acreedores y todo sigue (…) (pero) se encontraron con un club que en el medio, deportivamente, tenía que jugar y que si era deficitario, la quiebra no puede aceptar una continuidad con déficit y esa fue la famosa frase de la síndico Liliana Ripoll: “Racing Club ha dejado de existir” (…) no puede el juzgado permitir la continuidad de una empresa con pérdida. “Lo cerramos y vendemos”. Eso es lo que dijo Gorostegui aplicando la ley de concurso de quiebra que estaba en ese momento. Se sanciona una nueva ley impulsada por el gobierno de turno (…) La Ley de fideicomiso para entidades deportivas, que es la que permite a través de la creación de un órgano fiduciario integrado por un abogado, por un contador y por un “especialista” (las comillas las hace ex dirigente con sus manos) en desarrollo deportivo o gestión deportiva (…) No es obligatorio gerenciar, pero en ese momento Racing licita (el órgano fiduciario llama al gerenciamiento, y gana la licitación Blanquiceleste, que presenta un plan de pago a los acreedores conforme a la ley de fideicomiso y se hizo cargo del fútbol profesional y amateur de Racing)”. Según el contrato establecido con Blanquiceleste, la firma se comprometía a pagar el pasivo del club en ocho años a cambio de quedarse con los ingresos económicos que generaba el fútbol. En ese entonces, el empresario dueño de la empresa afirmó que realizaría una inversión anual de 18 millones para el plantel profesional y las inferiores; el dinero de la televisación, las recaudaciones, los derechos de imagen, el merchandising, el manejo de las divisiones inferiores y del 20 al 50 por ciento de la venta de los jugadores serían para Blanquiceleste.

Los años noventa marcaron una época en Argentina en la que el avance del neoliberalismo posibilitó el traspaso de empresas estatales a manos privadas. Fue un período que favoreció la emergencia de ideas tendientes a modificar el formato jurídico de los clubes. Esto es, a convertir a las asociaciones civiles en sociedades anónimas. Para Frydenberg (2001), el asociacionismo fue una práctica puesta en duda por muchos de los actores que intervenían en el espectáculo futbolístico, tales como dirigentes, periodistas, propietarios de multimedia; así como también por hinchas, simpatizantes y socios que en momentos de crisis económica pero también deportiva apostaban por “la privatización” como una salida. Sin embargo, a diferencia de las ligas europeas, en Argentina no se legisló a favor de la reconversión de los clubes en sociedades comerciales deportivas.

En Europa, más precisamente en Italia, hacia 1981 la legislación dio libertad a los clubes de fútbol para convertirse en empresas comerciales pertenecientes a grupos económicos. A cambio de esto, una comisión de vigilancia del Estado ejercería un fuerte control de la administración y una fiscalización de los balances de las instituciones. Subyacía la idea de que la transferencia del patrimonio de los clubes a empresas privadas sanearía las finanzas y moralizaría la gestión en las entidades deportivas que estaban sospechadas de corrupción.

Proni (2000) argumenta que fue en los años noventa cuando comenzaron a diseminarse las iniciativas de una legislación específica para el fútbol, que obligaba a los clubes a transformarse en sociedades deportivas comerciales o a someter periódicamente sus cuentas a órganos de control. Mientras que en España se impuso un sistema optativo que contemplaba la continuidad de las asociaciones deportivas sin fines de lucro (entre las asociaciones civiles están el Real Madrid CF, FC Barcelona y Atlético de Bilbao) y la formación de sociedades anónimas deportivas, en Italia los clubes escogieron el nuevo modelo empresarial de Fútbol S.A.

En Argentina, frente a la imposibilidad de instalar la transformación del formato jurídico de los clubes, surgió el gerenciamiento, que implicaba la entrega del manejo del fútbol (y también otras áreas y actividades rentables) a terceros ajenos a las autoridades y afiliados de la institución. La mayoría de los clubes de la primera división del fútbol argentino no eligió esta modalidad. El desarrollo del fútbol quedó en manos de dirigentes elegidos por los afiliados que, en el marco de la hiper-profesionalización del deporte, optaron por contratar especialistas para la dirección de áreas económicamente convenientes como el marketing. Como señala Hijós (2013), los dirigentes contrataron consultoras para optimizar la comunicación externa y capitalizar la imagen deportiva, y/o encomendaron a técnicos especializados la administración financiera, el marketing y la gestión comercial”.

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