Por Hernán Andrés Kruse.-

TERRORISMO EN AMÉRICA LATINA

“Remontándonos sólo unas décadas en la historia de América Latina, identificamos diversas agrupaciones que cometían actos terroristas en pro de sus propias causas. Aunque se les denomine guerrillas, en Perú, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac-Amaru cometieron agresiones en contra de la población civil. Argentina tenía en su territorio a los Montoneros, las FAR y el ERP. En Chile cometieron actos violentos el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el Movimiento Izquierdista Revolucionario. En Bolivia el ELN causó pavor, como el MLNT en Uruguay, el VRP en Brasil y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Maoístas en Guatemala. Por otro lado, se acusa al Partido Comunista de Cuba de cometer terrorismo de Estado, como en su momento se acusó al Ejército Rojo de la URSS y al Partido Comunista Iraquí. Aunque guerrillas como el EZLN de México se ufanaban de no ser terroristas o no atentar contra la sociedad civil, un evento reciente los vinculó con la ETA y no pudieron negar sus acuerdos de cooperación con los terroristas vascos.

El terrorismo no tiene fronteras y es por ello que tanto gobiernos como instituciones internacionales buscan mecanismos para resolverlo o prevenirlo. Asimismo, puede haber simpatía e incluso cooperación entre distintos grupos terroristas. Sin embargo, son diferentes los objetivos de los vascos y los irlandeses a los de los colombianos y filipinos. Existe sin duda, como ya comentamos, una posibilidad de cooperación potencial, sobre todo en los que atacan al establishment internacional y en los que consideran a los países “occidentales” como sus enemigos. Un síntoma al respecto podría ser el aumento del terrorismo que ha experimentado el mundo después de la guerra de Estados Unidos contra Iraq (Tormenta del Desierto); pues más que como un conflicto de una coalición militar, este enfrentamiento bélico también se interpretó en Medio Oriente como un ataque al ethos de los árabes, o al metadiscurso del Islam en Irán (que no es árabe) y los países islámicos de Asia y África.

Esta situación podría fomentar el panarabismo fecundado desde la década de los cuarenta. Para el profesor Fouad Ajami la constante presencia de Estados Unidos en Medio Oriente ha incrementado el antiamericanismo en la zona, las “fobias árabes” y puede ser el argumento ideológico de futuros ataques terroristas: “En los setenta y ochenta, el edificio económico y político del mundo árabe empezaría a ceder (al paradigma de Occidente). Las explosivas tendencias demográficas sobrecalentaron lo que había sido construido en la época posindependentista, y en consecuencia emergió un furioso islamismo como un viento mortal. Esto ofreció consuelo, sedujo a los jóvenes y dio los significados y el leguaje del resentimiento y rechazo. Por un tiempo, las fallas de este mundo fueron confinadas a su propia tierra, pero la migración y el terror trasnacional alteraron todo eso. El fuego que comenzó en el mundo árabe se dispersó a otras costas, con el mismo Estados Unidos como el principal blanco de la gente agredida que ya no creía que la justicia podría estar asegurada en su propia tierra, con sus propios gobernantes. Este fue el 11 de septiembre y su sorpresa devastadora, como resultado, que apuntó al balance con Iraq fuera de la contención y en dirección de un cambio de régimen y “vuelta a lo mismo”.

EL TERRORISMO EN EL SIGLO XXI

“Los eventos del 11 de septiembre mostraron al mundo que el terrorismo es una forma en la que los actores políticos inconformes, en contra de cierto gobierno, lo pueden atacar con éxito y con la utilización de pocos recursos. Estados Unidos gastó mucho más dinero en el ataque a Afganistán que el que pudieron gastar los presuntos terroristas islámicos para sembrar el terror en Nueva York. Asimismo, la agresividad y la celeridad con la que se removió al gobierno afgano pueden tener resultados contraproducentes para los Estados Unidos. Los “éxitos” (ataque a Afganistán) como el del 11 de septiembre tienen efectos energéticos: producen una oleada de reclutamientos y probablemente una nueva voluntad de financiar redes terroristas. La respuesta violenta, quizá poco planeada de los Estados Unidos, tal vez se explica en que nunca había recibido un ataque directo en su territorio, pues no libró guerras en él y por ello interpretó el atentado terrorista como una declaración de guerra. Nadie había atacado a los territorios continentales de Estados Unidos desde que son independientes, salvo los ingleses en 1812 y Pancho Villa en Columbus. Los terroristas cumplieron su objetivo en el atentado de Nueva York, como decía Clausewitz “cuando la sorpresa consigue tener buen éxito en alto grado, las consecuencias que trae son la confusión y el desaliento de las filas enemigas y esto multiplica el buen éxito”.

Estados Unidos derrocó al gobierno Talibán como respuesta, sin embargo, todavía no se comprueba la vinculación de los terroristas a un solo gobierno, la población estadounidense sigue confundida y aterrorizada ante posibles ataques terroristas en el futuro. Los terroristas del 11 de septiembre utilizaron una estrategia con objetivo definido, que atacaba a las fuerzas morales, con audacia, perseverancia, pero sobre todo usando la sorpresa. Ahora se combina una situación de tensión y reposo. Asimismo, a sabiendas de la agresividad de Estados Unidos, los terroristas están más en alerta que nunca y si bien dieron la cara en el ataque va a ser muy difícil que la den en la defensa. Pues “el ataque tiene sólo un principio activo… no presenta la misma variedad que la defensa. Sin duda, se encuentra una enorme diferencia en la energía del ataque y la rapidez y fuerza del golpe; pero ésta es sólo una diferencia de grado y no de clase”. Los terroristas no son un país con tierras en las que tengan que permanecer, ni un gobierno basado en instituciones con un ejército al frente, sino personas clandestinas que se pueden “ camuflajear” en los inmensos rincones del mundo o estar asociados con cualquier organismo de inteligencia de algún gobierno, como ya ha pasado con Al Quaeda en otros momentos. Está claro que la defensa de los terroristas no va a ser de frente y por ello no se les puede derrotar “haciéndoles la guerra”.

PROPUESTAS PARA SOLUCIONAR EL TERRORISMO

“Los gobiernos, los actores políticos y los investigadores académicos sugieren distintas fórmulas para solucionar el problema del terrorismo. El gobierno de George W. Bush, en Estados Unidos, ha decidido atacar por medio de la fuerza a cualquier indicio de terrorismo o a cualquier país que proteja a los terroristas. El gobierno de Gran Bretaña, encabezado por Tony Blair, está dispuesto a apoyarlo, aunque curiosamente nunca ha hecho un llamado colectivo para solucionar sus problemas internos de terrorismo. Por otro lado, algunos países europeos consideran que el problema palestino es un error de política internacional, debido en parte a la incondicionalidad de Estados Unidos con Israel. También en el mundo árabe y como se dijo, en Europa, entienden que mientras no se resuelva el problema con los palestinos el terrorismo no bajará de sus actuales magnitudes. La postura de los terroristas es, por supuesto, que la violencia no cesará hasta que se cumplan sus demandas políticas y esto tampoco es siempre realizable.

Un fragmento del libro “El traidor” de William Somerset Maugham nos recuerda la posición de cada parte ante el terrorismo. Asherdem es para los ingleses el agente que les ayudará a capturar al líder separatista indio durante la Segunda Guerra Mundial. Chanda Lai busca la independencia de la India pero para conseguirla recurre a actos terroristas. La conversación entre Asherden y su jefe R. va encaminada a atrapar al terrorista indio, pero no a resolver sus demandas políticas: A. —No puede uno por lo menos de (sic) sentirse impresionado ante un hombre que posee el valor de enfrentarse prácticamente solo a todo el poderío inglés en la India. R. —Yo no me pondría sentimental si estuviera en su lugar. No es nada más que un peligroso criminal. A. —Supongo que no utilizaría bombas si pudiera mandar unas cuantas baterías y media docena de batallones. Utiliza armas que están a su alcance. No puede usted reprocharle eso. Después de todo, no está luchando para sí mismo. ¿No? Está luchando por la libertad de su país. Si lo observamos así, parece que sus acciones están justificadas. Pero R. No podía entender lo que su interlocutor le estaba hablando.

La ficción a veces no está tan lejos de la realidad. Los países que sufren de actos terroristas en ocasiones no escuchan las demandas políticas ni aun por su propio interés. Un argumento realista al respecto es el que nos da Simon Peres en referencia al terrorismo palestino. El ex primer ministro de Israel expuso en una entrevista con Silvia Cherem en México la urgencia de comprender el problema del terrorismo para luego solucionarlo: “¿Cuál es la solución para resolver el terrorismo?” “Pienso que de nada sirve matar a los moscos que zumban en las aguas estancadas si no se seca el pantano”.

El terrorismo no sólo se combate con medios militares, sino también con propuestas políticas. Las razones que generan un caldo de cultivo para el terrorismo son la falta de esperanza y las pésimas condiciones en los territorios (ocupados). Estoy de acuerdo con Peres en que el terrorismo se debe de combatir desde sus orígenes y no nada más siendo reactivos a las agresiones de los ataques terroristas. El fango del “pantano” es creado precisamente por la falta de propuestas políticas. Todo enfrentamiento bélico es un fracaso político y también un desacierto diplomático cuando se pasa al ámbito internacional. Aunque a veces no lo parezca, siempre es más productivo negociar que pelear, sin importar que se gane la batalla. Los terroristas están acostumbrados a organizarse en la clandestinidad y están predispuestos a ser atacados, por lo que las acciones represivas sobre ellos sólo resuelven el problema momentáneamente y justifican su modus operandi. Su discurso, por disparatado que sea, debe de tener alguna argumentación lógica y demandas explicables.

La complejidad del problema reside, entonces, en ventilar y resolver sus demandas políticas sin caer en el chantaje; éste es un reto duro para cualquier gobierno, pero no imposible. Se les puede brindar “dignidad” y respeto jurídico, pero lo que no se les puede dar es sumisión y privilegios fuera del marco jurídico. Cuando los terroristas ya no tengan una ideología y demandas políticas con argumentación lógica, ya sin un discurso que tenga repercusiones políticas, pueden pasar a ser criminales comunes y por ello ser procesados jurídicamente sin connotaciones políticas y sin que esto genere nuevos focos terroristas.

En un artículo publicado en el periódico “Reforma” Carlos Fuentes describe a manera de pregunta parte de las acciones estadounidenses, que él considera fomentaron el actual terrorismo, presuntamente “islámico”. Desde el punto de vista de Fuentes, Estados Unidos es responsable de armar a Sadam Hussein para fortalecer a Iraq en contra de los ayatolas iraníes. En “¿Qué tal?” el candidato a premio Nobel de literatura expone que Estados Unidos tiene una clara responsabilidad en los conflictos bélicos de Medio Oriente y en el desarrollo del terrorismo en la zona. Fuentes responsabiliza al gobierno de George Bush padre de armar a Osama Bin Laden y al grupo político-religioso conocido como Talibán para luchar en contra de la presencia soviética en Afganistán. Asimismo, el escritor de “La región más transparente” argumenta que Estados Unidos, pudiéndolo hacer, no le ha dado un ultimátum al gobierno de Israel para devolver los territorios palestinos, obedecer las resoluciones 194 y 242 del Consejo de Seguridad de la ONU y, eventualmente, promover la seguridad regional con la creación de un Estado palestino independiente. Asimismo, Fuentes considera que Estados Unidos desvío la atención de la opinión pública occidental en el terrorismo, con el fin de preparar un guerra en contra de Iraq.

Sin embargo, la simpatía que “Occidente” tiene en el combate contra del terrorismo puede disminuirse, si no se comprueba que Al Qaeda y Bagdad tienen una relación real. Asimismo, una virtual intervención en Iraq puede despertar rechazos masivos en Europa y en el mismo Estados Unidos, sin hablar de las posibles protestas del mundo árabe y de la resistencia iraquí en el mundo. Como en el caso de Vietnam, la opinión pública estadounidense le podría retirar su confianza al presidente. Finalmente, la invención del “eje Bagdad-Teheran-Pyonyang”, y un ataque bélico por parte de los Estados Unidos, corren el riesgo de fomentar el terrorismo en lugar de combatirlo. Carlos Fuentes también critica, en otro artículo, la discrecionalidad de Estados Unidos para ser juez y policía en su lucha contra el terrorismo. Pues es muy cómodo que “si a Washington le disgusta un país o un gobernante, lo acusa de terrorista y listo”, con ello cuenta con un argumento para invadirlo y acomodar un nuevo gobierno a su conveniencia.

En mi opinión, la manera en que debemos rechazar al terrorismo debe ser tema de debate pero también de análisis. Responder con una guerra cuando se cometa un acto terrorista sería buscar una solución directa y un tanto acomodaticia, pero no resolvería el problema de fondo. No se puede atacar a la sociedad civil de otros países como si fueran criminales y esta es la violencia que principalmente estamos criticando en los terroristas. Michael Walzer hace una aproximación al respecto en “Cinco preguntas sobre el terrorismo”: “Guerra” es aquí una metáfora, pero la guerra real es una parte necesaria de la “guerra”, pero la guerra real es parte necesaria de una guerra metafórica. Puede ser la única parte en la que la doctrina de la “guerra justa”, frecuentemente invocada, sea pertinente. Tendremos que buscar otras clases de conducción ética —aunque no ajenas— en otros frentes. Es común la pregunta de la justicia en la guerra real, y también lo es la respuesta —aunque la respuesta sea más sencilla en cuanto a los principios que en cuanto a la práctica—. Al luchar contra los terroristas no debemos de apuntar hacia las víctimas inocentes (es lo que hacen los terroristas); idealmente debemos de acercarnos lo suficiente al enemigo para estar seguros, no sólo de que estamos apuntando hacia ellos, sino también de que les estamos dando. Cuando luchamos desde lejos, con aviones y misiles, tenemos que establecer gente dentro, en tierra, para seleccionar los blancos, o tenemos que contar con muy buenos servicios de inteligencia; y debemos abstenernos a sobrestimar la inteligencia de nuestras bombas inteligentes. No es un crimen, supongo, la arrogancia tecnológica, pero puede tener muy malos resultados, de modo que es mejor dejar un margen amplio al error”.Comúnmente se invoca aquí la regla de la proporcionalidad: las muertes y las heridas civiles, llamadas con eufemismo “daños colaterales”, no deben ser desproporcionados con respecto al valor de la victoria militar que se busca.

Por su parte, el economista peruano Hernando de Soto considera que la mejor forma de combatir el terrorismo es haciendo sentir a los terroristas que hay un marco jurídico que los protege y que la justicia puede estar de su lado. De Soto ha sufrido por lo menos tres ataques terroristas, no obstante, en libros como “El misterio de capital” es crítico de cómo las potencias mundiales sacan más provecho del neoliberalismo que los países en desarrollo, lo que también es una queja de variados grupos terroristas. Para De Soto el capitalismo debe combatir el terrorismo, no fomentarlo y crear, por su parte, un régimen legal más justo que mejore las actividades económicas y la productividad de las regiones pobres del mundo. De Soto acierta en decir que no se les puede dar la misma solución a los diferentes movimientos terroristas del mundo, pues tienen diferencias políticas, ideológicas, culturales y económicas, entre otras. La batalla en contra del terrorismo puede comenzarse atacando el origen del mismo. La tarea entonces empezaría por prevenir futuros atentados, hacer retroceder a las células terroristas y refutar los motivos que las mueven para que no obtengan financiamiento de quienes se identifiquen con sus luchas ideológicas.

El actuar racionalmente en el problema del terrorismo no implica alejarse de la justicia y los ideales liberales, sino por el contrario, permite proteger a los ciudadanos a futuro, lo que finalmente es la función del Estado. Al combatir el terrorismo, la parte de los gobiernos que debe dar la cara en la solución de las controversias terroristas es la política, la diplomacia, y no la militar; los políticos y los diplomáticos tienen como esencia la gestión social y la negociación, y es por ello que pueden ser más efectivos en disolver al terrorismo desde la raíz a diferencia de los militares. Los terroristas no sólo deben encontrar hostilidad y rechazo ante sus ataques de violencia, sino también salidas políticas a sus demandas ideológicas; sin que esto demerite el marco jurídico, los intereses del Estado y la ciudadanía.

Asimismo, la política exterior de los países que pretendan combatir el terrorismo por medio de ésta debe mostrarse preocupada por el problema pero no dar una cara ofensiva sin razón alguna. Al mantener una posición agresiva ante los países considerados sospechosos de tolerar el terrorismo se está poniendo sobre aviso a los terroristas y se les está dando nuevos elementos para que ellos justifiquen que se están defendiendo de los países que precisamente pretenden combatir el terrorismo. Una forma para luchar en contra del terrorismo podría ser: entender las ideologías de los terroristas y dar un cause político a sus demandas, antes de que éstas se conviertan en actos violentos de protesta”.

(*) José Juan de Olloqui (Ex embajador de México en Reino Unido y Estados Unidos. Fue nombrado embajador eminente por la Presidencia de la República. Ex subsecretario del ramo en la Secretaría de Relaciones Exteriores y director general del Infonavit y del Grupo Serfin. Es investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM).

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