Por Italo Pallotti.-

La pregunta que debemos hacernos es si en algún momento de nuestra historia como país estamos en condiciones de poder cambiar alguna de esas conductas qué por lo desagradable y torpe, nos van marcando cada día más como algo innoble, rústico y perverso. Porque los protagonistas de esas acciones parecen no darse por enterados que sus comportamientos, tan fuera de lugar, tan brutalmente sospechados de impurezas cívicas, están entrando por la puerta grande de la ignominia y el desprecio por las formas y los modos de ejercer actos; desde los más simples a los más complejos. Pero que para sus carreras no hacen otra cosa que dilapidar, sean elegidos o no por el voto popular, el mínimo de honra que sus cargos les exigen. El bochornoso espectáculo de esta semana en una Sala de Audiencias de Tribunales (Comodoro Py, nada menos), entre Juan Grabois y Leila Gianni, marcan un ejemplo patético, triste, sombrío. Ambos “defendiendo” supuestas posiciones de sus espacios; agravado por la manera que se faltó el respeto de forma escandalosa, anormal (salvo el antecedente (cuando no!) de Cristina, en su momento, a otro Tribunal. Éste, como aquél, inexplicablemente sereno y pasivo ante tanto atropello. Habrá motivos?. Parece obvio. Quizás nada justificaba siquiera, una reprimenda. Fue todo tan ramplón, tan chabacano, que invalidaba toda reacción. Actos como el expuesto, tiran a la basura los principios de mejoramiento, tantas veces prometido, como tantas bastardeados, de romper grietas y malsanas actitudes de los hombres públicos; máxime cuando se trata de, apenas principiantes, insignificantes dirigentes y funcionarios, si así se los puede catalogar. Apenas un dúo de mal educados, torpes e irrespetuosos, además, con los espacios que supuestamente debían defender.

Los señalados, junto a otros que no viene al caso nombrar, ya en puestos de privilegio en Diputados, Senadores, Ministros, Gobernadores, Intendentes, Sindicalistas (sobre todo) y cargos de mediana y altas jerarquías nos están haciendo perder la oportunidad de poner blanco sobre negro en la política de este desdichado país. Es posible que un pueblo, copado por ingenuos, ignorantes, imbéciles y corruptos, colaboró para que esta historia no sea distinta. De todos modos, creo, en la medida que el votante o los seguidores de estos personajes, muchos encuadrados en esa clase de pueblo que menciono no tome conciencia que el barranco para la caída final está a la vuelta de la esquina, todo será mucho más trágico. Si no calificamos de una manera seria a través de una educación cívica adecuada, que debiera nacer en la primaria misma para que el voto, o no, sea el camino del mejoramiento integral de la conducta como ciudadano. Porque por ese carril se va rumbo hacia la noche más oscura, sí además a sabiendas muchas veces, se sigan eligiendo a corruptos, impresentables e inservibles. La “nueva Democracia” (bah, es un decir) que ya pasó la adolescencia, estimo, tiene una deuda incalculable a la hora de presentar los pergaminos y laureles de una dirigencia muy floja de papeles, por utilizar un término viejo, pero de plena actualidad.

Desde ya que lo expuesto no está exento de la influencia de ciertas ideologías nefastas, perversas y anacrónicas que están siempre presentes, aunque en el quinto subsuelo de la consideración popular y con minorías selectivas y con discursos antiquísimos. Presentes con sus gritos y acciones populacheras e intemperantes para los tiempos que corren, tratando de contaminar los principios fundamentales de la convivencia pacífica de una sociedad que los rechaza, sistemáticamente, cada vez que las urnas los convocan. Cabe, finalmente, una reflexión; si esa sociedad estará dispuesta a soportar estoicamente los dislates y estropicios de una clase gobernante (una mayoría, sin duda alguna) desde tanto tiempo, qué subida al tren de la hipocresía, la mentira y supuestos contubernios la depositaron, antes que en lo nuevo, en lo viejo y sucio.

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