Por Italo Pallotti.-

Sí, es cierto, la realidad llegó para quedarse. El país viviendo una de esas crisis que por su magnitud está llevando a millones de ciudadanos a la pobreza y la marginación extrema. Eso sería solamente una noticia más, de las tantas que hemos padecido, si en el medio no estuviéramos inmersos en una incertidumbre verdaderamente llamativa. Porque no sólo lo genera la nueva cúpula que tomó el poder, sino porque enfrente hay un verdadero enjambre de políticos, hechos a imagen y semejanza de lo más ruin que nos haya tocado en las últimas décadas. Han sido casi consuetudinariamente negados a aceptar las derrotas. Para ellos el veredicto de las urnas por una mayoría de la ciudadanía tiene el valor de la nada. Hay una respuesta insensata en no querer aceptar los resultados. Un acto de civismo parece molestarles; sin entender que es la única manera de expresarse contra maneras de gobernar contra natura; como la que han ejercido por tanto tiempo. Hay un grado de necedad tan patético que la derrota parece, antes que eso, una base de lanzamiento para nuevas prácticas desleales para el sistema democrático.

Una historia de relatos y mentiras pretendió sepultar para siempre la gente que votó. Nos han llevado quirúrgicamente a un desquicio como país con la práctica deleznable de un populismo y una demagogia exasperante y trágica. Tristemente muchos se prendieron a esta manera de hacer política, tan vacía, tan inmoral que cuesta entender; o sí en la medida que la corrupción y el prebendarismo fueron su modo de vida por tanto tiempo. Desde ya que en el medio están aquellos que por complacencia, servilismo, soberbia, vedetismo, amiguismo o incapacidad manifiesta, de otros signos políticos, se adhirieron a esta verdadera implosión y explosión a la que nos han sometido como nación.

Me queda claro que a esta muchedumbre de políticos que han hecho de la mala praxis su modo de actuar no los conmueve ni el miedo a la deshonra. Ni la posibilidad de un castigo ejemplar los hizo y hace titubear en sus manifestaciones y actos. Como también es evidente que el pueblo en una mayoría de ignorantes, cortoplacistas, titiriteros, nulos de todo civismo, corruptos, mendaces y tanta otra porquería han sido y son cómplices del final al que nos han llevado. Bien es sabido que el Triunvirato (Fernandez-Fernandez-Massa) han sido los responsables principales de este final, tantas veces anunciado y por fin (desdichadamente) concretado para desgracia de una comunidad mansa, tolerante y sin sentido de la defensa de su dignidad como tal. Ese trío fue partícipe de una lucha subterránea, con un cinismo sin miramientos en la lucha por espacios de poder, dentro del mismo poder, donde cada uno pareció estar atendiendo su juego de una manera tan vil y a la vista de todos que de verdad inspiraron vergüenza y dolor.

Y como somos un país en donde la contradicción fue casi un modo de vida, sin la suficiente reacción que nos haya podido acercar y buscar salidas decorosas, serias, es que estamos en este callejón. Ha sido todo tan burdo, tan grosero que no podemos menos que reflexionar diciendo, aunque sea vulgar el término, que hoy, sin apelaciones, es tarde para lágrimas. Hay tanta basura bajo y sobre la alfombra que la limpieza requerirá de mucha agalla y coraje. Estamos frente a un hito casi desconocido por los escabrosos andariveles que deberá transitar el nuevo gobierno. Hemos dejado crecer a una dirigencia corrupta e inepta. Capaces de las mayores tropelías. Nos dejaron un país sin seguridad, sin educación, sin salud, sin Justicia, del que se espera desesperadamente deje de mirar para otro lado, porque así parece según el juicio de tantos ciudadanos de bien; sin decencia y sobre todo con un futuro donde la incertidumbre es la mayor certeza, aunque parezca un juego de palabras. Dejaron el camino lleno de “miguelitos” (humanos en este caso); por donde deberá transitar la nueva administración; sorteando obstáculos impredecibles. Por hoy, hay una triste sensación de que los que se fueron están cargando sus baterías para lograr la energía suficiente que le puedan ir provocando, bajo la estúpida figura de la “defensa de la Democracia”, al nuevo gobierno, micro descargas capaces, desde el Congreso, los Sindicatos, la Justicia, Piqueteros y amanuenses varios, ir provocando la extinción del fuego que tuvo en el escaso tiempo que lleva gobernando. Ojalá sea este un inocente, ingenuo y caprichoso punto de vista. No es deseable. Y menos merecido. Deberemos y deberán estar muy atentos. Ya se ha dicho en este espacio, el golpismo es su esencia. Su torpe y escandalosa manera de torpedear el poder legítimo que no sea de su signo.

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