Por Luis Américo Illuminati.-

El funcionamiento del mercado de las pulgas comenzó entre las postrimerías del siglo XIX y comienzos del siglo XX en los suburbios de París, lugar donde se vendían objetos usados y cosas de segunda mano. Buenos Aires tiene uno de nombre «Dorrego» en el Barrio de Colegiales. Su nomenclatura tiene una especial connotación o nexo semántico-lingüístico con las pulgas, insecto que arraiga en el cuerpo de los perros sin que éstos puedan librarse definitivamente de ellas. Metafóricamente se podría comparar a nuestra sociedad con el perro, el mejor amigo del hombre. Ya hemos dicho en anterior nota que según Platón «el perro es la bestia más filósofa del mundo» (Lib. II de «República»). Pero el perro tiene una permanente molestia por comezón e irritación que le causan sus inquilinas las pulgas que hacen que el perro pueda llegar a lastimarse él mismo de tanto rascarse. De modo que ya sea un animal común o de raza, el perro está condenado a vivir con las pulgas, insectos que en la Edad Media le transmitieron la peste negra a las ratas y éstas al hombre. Interpolando esta eterna convivencia del perro y las pulgas a la realidad argentina, es pertinente concluir que el peronismo y su hijo adulterino el kirchnerismo son a la Argentina lo que las pulgas al perro, lo martirizan hasta que el perro muere de viejo. Saliendo un momento de la comparación o metáfora «pulguienta» y entrando de lleno en la realidad se advierte que está a la vista la obra maligna de la plaga peroniana. El principal socio político del kirchnerismo José Alperovich -ex Gobernador de Tucumán- condenado a 16 años de reclusión por violación y abuso sexual en perjuicio de una sobrina. Espinosa -intendente de La Matanza- otro tanto, Cretinacha -condenada por ladrona serial de fondos del Estado- , Amado Boudou, condenado y sin embargo percibe una jugosa jubilación que no se merece.

Las execrables organizaciones sociales gerenciadoras y extorsionadoras de los pobres y desocupados en la sórdida repartija de los planes y alimentos como condición de concurrir a las marchas de protesta, en connivencia con los funcionarios kirchneristas. Donde levantás una tapa o abrís una puerta del anterior gobierno te encontrás «seguramente» con algún asunto podrido del kirchnerismo, valga la redundancia: los seguros de Alberto. No olvidemos el escándalo de «Chocolate Rigaut» y el «Yategate» de Insaurralde. En la gestión de Capitanich en el Chaco se obligaba a las mujeres a tener sexo a cambio de planes. Y el horroroso crimen de Cecilia Strzyzowski de cuya autoría está acusado el clan familiar de Emerenciano Sena, piquetero y conspicuo colaborador del gobierno (se cree que el cadáver fue arrojado a los chanchos). En Córdoba, el ex ministro de Seguridad Alfonso Mosquera, imputado a raíz del escándalo del caso Blas Correas. El monje negro del peronismo de Córdoba, Oscar González, ex ministro, ex legislador y ex candidato a vicegobernador de la provincia de Córdoba -en fórmula con Guillermo Johnson- responsable de conducir un auto secuestrado a altísima velocidad en las Altas Cumbres y atropellar a un vehículo donde murió la conductora y dejar discapacitada la acompañante. Y no sigamos contando, hay mucho más: las muertes de los bebés del Neonatal, oscuro asunto que desde la directora del nosocomio hasta el ministro de salud están acusados de grave negligencia y violación de los deberes de funcionario público. En resumen, el peronismo ya ha pasado por dos etapas anteriores: mercado de pulgas primero, luego museo y va camino a constituir (con sus propias reglas) una «colonia de pulgas» muy difícil de erradicar. Véanse los discursos incendiarios de Grabois, Belliboni , Pablo Moyano, Kicillof, el Pochoclero Albistur, la propia Batakis, frustrada ministra de economía de Alberto -sacada de un plumazo por Cristina Kirchner- hizo recientemente una apología del delito cuando dijo que la gente para no morirse de hambre no le queda más remedio que salir a vender droga. Tal manifestación inequívocamente constituye delito, ya que la actual crisis económica (generada por la misma casta K), no es ninguna causa de justificación legal para que proceda legítimamente lo que manifiesta Batakis.

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