Por Hernán Andrés Kruse.-

Médicos que honraron la política

Ayer por la noche se oficializaron las listas de precandidatos a cargos legislativos de todas las fuerzas políticas que competirán en las PASO. Los canales de televisión por cable se poblaron de quienes intentan convencer al pueblo de sus bondades, de sus sanas intenciones, de sus capacidades para sacar a la Argentina de la ciénaga en que se encuentra. Promesas y más promesas. Lo notable es que la inmensa mayoría de los precandidatos pertenecen a fuerzas políticas que fracasaron estrepitosamente cuando les tocó gobernar. Sin embargo, gran parte de la sociedad sigue confiando en sus cantos de sirena, en sus mentiras, en sus simulaciones.

La inmensa mayoría de los precandidatos no son desconocidos para la opinión pública. Mientras dialogaban con Bonelli, Alfano y compañía, daba la impresión de que nada tenían que ver con el estruendoso fracaso de una clase política incompetente y corrupta. Sin embargo, hubo una excepción. Me refiero a Facundo Manes, quien, apoyado por el radicalismo bonaerense, competirá contra Diego Santilli en provincia de Buenos Aires. Hacía mucho tiempo que un médico no ocupaba un sitial de privilegio en el mundo político. Confieso que me resulta reconfortante que alguien que viene de la medicina haya tomado la decisión de meterse en el fango de la política. Desconozco cómo es Manes como persona pero el sólo hecho de ser médico me predispone a valorarlo positivamente. Soy consciente de que corro el riesgo de equivocarme por completo. Porque el ser médico no garantiza que sea en el futuro un político probo e intachable. Pero como alguien sentenció alguna vez lo último que se pierde es la esperanza.

A pesar de ello creo que le hace bien a la política la presencia de Manes. ¿Por qué? Reitero la respuesta: porque es médico. Creo que un médico, acostumbrado a codearse con las enfermedades más crueles, está más preparado que, por ejemplo, un abogado, para entender las necesidades de la gente y encontrar la manera de solucionar sus problemas. Además, la historia es pletórica en ejemplos de médicos que dignificaron la política. Ojalá Manes se inspire en los siguientes ejemplos que me vienen a la memoria.

1) Juan Bautista Justo (Buenos aires, 28 de junio de 1865-los Cardales, 8 de enero de 1928) fundó el Partido Socialista, el periódico La Vanguardia y la cooperativa El Hogar Obrero. Fue diputado y senador nacional. Además, tuvo tiempo para traducir del alemán “El Capital” de Karl Marx y escribir varios libros. Luego de recibirse de médico ingresó en el Hospital de Crónicos, donde se desempeñó como cirujano.

2) Nicolás Repetto (Buenos Aires, 21 de octubre de 1871-Buenos Aires, 29 de noviembre de 1965) fue un importante dirigente socialista que fundó, junto con su mentor, el doctor Justo, el Diario del Pueblo. Se recibió de médico en la UBA en 1894 y se especializó en cirugía. Como político fue elegido en reiteradas oportunidades diputado por la Capital Federal. En 1932 acompañó a Lisandro de la Torre en la fórmula presidencial que fue derrotada por el “fraude patriótico”.

3) Salvador Allende (Santiago, 26 de junio de 1908-Santiago, 11 de septiembre de 1973) fue un médico cirujano socialista que llegó a la presidencia por el voto popular en los comicios de 1970. El 11 de septiembre de 1973 fue derrocado por las fuerzas armadas. Ese mismo día falleció.

4) Arturo Illia (Pergamino, 4 de agosto de 1900-córdoba, 18 de enero de 1983) fue un médico radical que tuvo el honor de ser presidente de la Argentina entre el 12 de octubre de 1966 y el 28 de junio de 1966, cuando fue derrocado por las fuerzas armadas. De una honestidad acrisolada, no pudo gobernar porque fue acosado todo el tiempo por el sindicalismo, las corporaciones económicas, la Iglesia, los medios de comunicación y las fuerzas armadas.

5) Tabaré Vázquez (Montevideo, 17 de enero de 1940-Montevideo, 6 de diciembre de 2020) fue un médico socialista que tuvo el honor de ser presidente de Uruguay en dos oportunidades. Especializado en oncología logró la hazaña, representando al Frente Amplio, de romper la hegemonía de los partidos tradicionales del país (el partido Colorado y el partido Blanco).

El mail de Cecilia Nicolini

En su edición del día de la fecha (22/7) Carlos Pagni informó acerca de un mail escrito por Cecilia Nicolini, asesora del presidente y pieza fundamental en las negociaciones para garantizar el arribo de las vacunas a la Argentina, en el que quedan al descubierto cuestiones hasta ahora ignoradas por la opinión pública relacionadas con el acuerdo firmado con la Rusia de Putin para acceder a dosis de Sputnik V.

El contenido del mail, dirigido a Anatoly Braverman, hombre de confianza de Kirill Dmitriev, ceo de RDIF (Fondo Ruso de Inversión Directa), es el siguiente:

“Como mencioné hoy, nuevamente nos encontramos en una situación muy crítica. Esperábamos que después de la conversación que tuvimos contigo, Carla, Krill y yo hace un par de semanas, las cosas fueran más sencillas. Pero incluso empeoraron. Seguimos esperando una cantidad mínima del componente 2 para completar los tratamientos al menos de las personas con más de 90 días de intervalo mínimo. Fuimos muy proactivos para encontrar una solución a las dificultades que tenía con esto, pero ni siquiera pudimos tener el mínimo.

Necesitamos urgentemente al menos 1 millón de dosis para vacunar a las personas mayores este fin de semana. Compartimos contigo el Excel con el mínimo requerido varias veces. Todavía necesitamos recibir las dosis pendientes del componente 1 también. Según el contrato, aún quedan 18.734.185 dosis (5,5 M C1 + 13,1 M C2). Todavía estamos esperando el calendario de entregas de julio que accedió a enviar en esa llamada también.

No lo recibimos. Incluso podemos pensar en algún momento en recibir más C1 que C2, o pensar en nuevas estrategias, pero urgentemente necesitamos algo de C2. En este punto, todo el contrato corre el riesgo de ser cancelado públicamente. Entendemos la escasez y las dificultades de producción de hace algunos meses. Pero ahora, 7 meses después, todavía estamos muy atrasados, mientras comenzamos a recibir dosis de otros proveedores de forma regular, con horarios que se están cumpliendo.

Además, acabamos de emitir un decreto presidencial que nos permite firmar contratos con empresas estadounidenses y recibir donaciones de Estados Unidos. Las propuestas y entregas son para este año y también incluyen la pediatría, que es otra ventaja. Le pedimos a su equipo que compartiera un protocolo para pediatría para que pudiéramos realizar un estudio aquí, pero seguimos sin recibir nada.

Además, todavía estamos esperando los resultados del cóctel de vacunas con Astra, pero supongo que todavía está en marcha desde enero que nos informó sobre esto. Hemos comenzado estudios por nuestra cuenta. Finalmente, la producción local fue un gran paso para los dos. Nuestro Presidente participó incluso en el lanzamiento, esperando más de 2 horas. Estamos muy felices y apoyamos a Richmond.

Solo pedimos tener los primeros resultados antes del 9 de julio que es una fecha muy importante para nosotros, el Día de la Independencia, que significa mucho. Richmond envió las primeras dosis para pasar el control de calidad el 16 de junio. Nos han dicho que este proceso tardaría entre 10 y 15 días.

Es 7 de julio y todavía no está listo y no estará listo para el 9 como lo pidió amablemente el Presidente, después de los días necesarios. Las dosis están en Rusia desde hace más de 21 días… esperábamos que usted estuviera especialmente al tanto de esto, fue la única y más importante solicitud del presidente Fernández, y nuevamente una decepción para él y para el país. Me gustaría agregar que alguien de su equipo de producción le está pidiendo a Richmond que le pida al Ministerio de Salud que facture y reciba el pago completo de las dosis producidas aquí.

Como puede comprender, no podemos cambiar nuestro contrato, y mucho menos tener un intermediario local en esto y pagar una recaudación de impuestos. Podría ser un gran problema político y de opinión pública para todos nosotros si cambiamos una carta de nuestro contrato original. Siempre estamos ansiosos por encontrar soluciones pero nunca fuimos informados oficialmente por usted, con quien tenemos el contrato, para estudiar esta opción.

Pedí una llamada sobre esto hace varios días e informé sobre nuestra situación. Pero aún no se informó ninguna propuesta oficial. Recuerde que pudimos firmar un contrato en primer lugar porque el RDIF y Human Vaccine son entidades controladas por el Estado ruso, por lo que era un acuerdo de Estado a Estado.

Lo justificamos con todas las pruebas y documentos que nos proporcionó. Podemos recibir y recoger vacunas donde usted diga: Moscú, Beijing, Seúl, Bombay, incluso Buenos Aires. Pero el pago y las responsabilidades con respecto a las indemnizaciones y la producción son entre nosotros y Human Vaccine / RDIF. Incluso dimos un paso más para permitir que Richmond importara la mayor parte sin impuestos (millones de dólares). Firmamos estas exenciones de buena voluntad y de manera colaborativa, entendiendo que son dosis que nos serán entregadas. Conozco su arduo trabajo, el compromiso que tiene Krill con Argentina y todo el trabajo que hemos hecho juntos. Pronto, se publicará un nuevo estudio en una revista de revisión entre pares sobre la eficacia, la efectividad después de 6 meses y la respuesta a nuevas variantes.

Respondimos siempre haciendo todo lo posible para que Sputnik V sea un gran éxito, ¡pero nos estás dejando muy pocas opciones para seguir luchando por ustedes y por este proyecto! Y como también mencioné una vez, nos enfrentamos a un proceso judicial debido a estas demoras como funcionarios públicos, lo que pone en riesgo a nuestro gobierno.

Por favor, trabajemos juntos en una solución posible y real. Usted puede contar con nosotros”.

El mail pone dramáticamente en evidencia la desesperación en que ha caído el gobierno nacional por el incumplimiento ruso del envío de las dosis acordadas de Sputnik V. Evidentemente para el gobierno ruso Argentina lejos está de ser un país relevante. Nosotros no somos una prioridad para Vladimir Putin. Evidentemente el gobierno nacional confió demasiado en las promesas rusas, creyó que poniendo en práctica una política exterior afín a los intereses geoestratégicos de Rusia el contrato sería respetado. Lo real y concreto es que Putin no cumplió con lo prometido porque priorizó otros mercados para colocar su tan ansiado producto.

Este lamentable cortocircuito demuestra la excesiva confianza depositada por el gobierno en general y por el Instituto Patria en especial en la figura del mandamás ruso. Es probable que si en lugar de ser Alberto Fernández hubiera sido Cristina Kirchner la encargada de negociar con Putin, hubieran arribado al país más dosis de la vacuna. Ahora emerge en toda su magnitud el craso error cometido por el gobierno al negarse a negociar el año pasado con Estados Unidos el envío de la vacuna Pfizer. ¿Hubo fuertes condicionamientos de parte de Putin que atentaron contra el eventual acuerdo con Pfizer? Porque resulta que ahora no tenemos ni la segunda dosis de Sputnik V ni las dosis de Pfizer. Mientras tanto, la pandemia sigue causando estragos. Hoy, jueves 22, la cifra de fallecidos superó la barrera de los 103.000. Pero dudo que a Putin le importe.

¿Cuál será la reacción de Putin? Hará lo que se le antoje. Es tal la disparidad de fuerzas entre Rusia y la Argentina que al mandamás ruso no se le debe haber movido un pelo al leer el mail de Nicolini. Otra hubiera sido su reacción si el firmante del mail hubiese sido el doctor Anthony Fauci, el principal experto en esta materia de Estados Unidos y que trabaja-tal como lo hizo con Trump-codo a codo con el presidente Biden. Una vez más quedó al descubierto la irrelevancia internacional de nuestro país, fruto de la histórica carencia de una genuina política exterior, de un enfoque de las relaciones internacionales compartido por todas las fuerzas políticas, más allá de sus diferencias ideológicas, que compiten por el poder. Chile constituye un claro ejemplo. Desde Pinochet a la fecha la política exterior chilena no se modificó. Acá, en cambio, sucede todo lo contrario. Del alineamiento con el chavismo y el castrismo en la época de Néstor y Cristina, pasamos al alineamiento con Estados Unidos y Europa cuando Macri fue presidente. Ahora, con Alberto Fernández en la Rosada, retornamos a los tiempos de Néstor y Cristina. No tenemos, pues, derecho al pataleo cuando un país mucho más relevante como Rusia no nos considera una prioridad dentro de su esquema de política exterior.

El imperio de la kakistocracia

A fines de diciembre de 1974 La Prensa publicó un extraordinario artículo de Jorge L. García Venturini titulado “Aristocracia y democracia” (*), en el que desarrolla el concepto de “kakistocracia”. Era la primera vez que sentía nombrar esa palabra y fue entonces cuando aprendí que significaba, lisa y llanamente, el gobierno de los peores. No fue casualidad que García Venturini hiciera popular el vocablo “kakistocracia” cuando expiraba 1974. En aquel entonces era presidenta María Estela Martínez de Perón y su gobierno era realmente espantoso.

Pero, en honor a la verdad histórica, el gobierno de “Isabel” lejos estuvo de ser el único gobierno kakistocrático de la Argentina contemporánea. Si pegamos un salto histórico y caemos en el período de la restauración de la democracia, emergen en toda su magnitud tres presidentes al que les cabe el calificativo de kakistocráticos: Fernando de la Rúa, Mauricio Macri y Alberto Fernández.

La presidencia de De la Rúa fue lamentable. Carente de autoridad, fue incapaz de garantizar la unidad de la alianza entre el radicalismo y el Frepaso. Además, jamás logró convencer a los mercados de aquí y de allende las fronteras de su idoneidad en materia económica. La crisis de gabinete de marzo de 2001 marcó el principio del fin de su efímera presidenta. A partir de la renuncia de Álvarez en octubre de 2000 y el ingreso de Cavallo al gobierno en marzo de 2001, De la Rúa gobernó con sus incondicionales. Así le fue. En octubre el peronismo le propinó en las urnas una soberana paliza y a fines de noviembre, jaqueado por una economía en caída libre, anunció, a través de su ministro de economía Domingo F. Cavallo, el corralito. El 20 de diciembre renunció mientras el centro de Buenos Aires hervía.

De la Rúa intentó hacer un menemismo pulcro y, fundamentalmente, ético. La cruzada moralizadora de la alianza estalló por los aires cuando tomó estado público la denuncia del entonces senador Cafiero sobre la existencia de coimas para garantizar la aprobación en el Senado de la ley de reforma laboral exigida por el FMI. En esa situación se vio el verdadero rostro de De la Rúa. Primó en él su espíritu de cuerpo, su solidaridad con la clase política. Por eso sacrificó a Álvarez quien no tuvo más remedio que abandonar el barco. De esa forma De la Rúa cavó su propia fosa. Impotente para hacer frente a una situación que lo desbordaba, se fue de la Casa Rosada en helicóptero. Penoso.

Mauricio Macri asumió en 2015 con el firme propósito de enterrar para siempre el populismo. Su fracaso fue estruendoso. Sin embargo, tuvo el mérito de cumplir sus cuatro años como presidente. Era la primera vez que un presidente no peronista lograba cumplir con el período de gobierno estipulado por la constitución. Luego de su resonante victoria en las elecciones parciales de 2017 tuvo todo servido en bandeja para hacer una buena presidencia. A partir de la decisión de Wall Street de bajarle el pulgar a comienzos de 2018 su presidencia comenzó a desmoronarse como un castillo de naipes. Su única reacción fue la de pedir ayuda al FMI, es decir a su amigo Donald Trump. El magnate, consciente de lo que podría suceder en Sudamérica si Macri no resultaba reelecto, le prestó en concepto de ayuda política 50 mil millones de dólares. Pero su suerte estaba echada. En las elecciones presidenciales de octubre de 2019 nada pudo hacer para evitar el triunfo del FdT.

Alberto Fernández asumió el 10 de diciembre de 2019. Cuando recién se estaba acomodando entró en escena el coronavirus. Nada fue igual tanto para el presidente como para los argentinos. Al principio la cuarentena eterna le permitió al presidente ser el dirigente político más poderoso del país. Su imagen positiva superaba el 80%. Es probable que semejante respaldo popular le haya hecho creer en el carácter mágico de la cuarentena. Cometió un grosero error estratégico. Porque con el correr del tiempo quedó demostrado que el encierro era incapaz por sí mismo de garantizar la victoria contra el virus. Para colmo, la economía colapsó y el valor del dólar blue volvió a desbocarse. En estos momentos se limita a hacer malabares para no enojar a Cristina y mantener en calma a “los mercados”.

Como puede observarse la kakistocracia goza en nuestro país de una vigencia absoluta. En cada elección presidencial nos esmeramos en elegir a un presidente peor que su antecesor. La raíz del problema está en nosotros como pueblo. Y tal como van las cosas todo parece indicar que en 2023 seguramente elegiremos a un presidente peor que Alberto Fernández, aunque parezca mentira.

(*) Memorable artículo de Jorge L. GarcíaVenturini

ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA (La Prensa, 29/12/1974)

De las alternativas semánticas sufridas en el transcurso del tiempo, estos vocablos parecieron tener significados opuestos. La participación de todos en la cosa pública fue denominada democracia (aunque como forma de gobierno el nombre correcto era república), y como tal se enfrentaba a la participación de sólo unos pocos, lo que se denominaba aristocracia y, también, oligarquía, términos éstos que se usan indistintamente, lo cual tampoco es correcto. La democracia –en el lenguaje ligero y convencional– suele resultar así lo contrario de la aristocracia. Pero esto reclama una mayor atención, pues detrás de una falsificación semántica se esconde siempre una falsificación conceptual y entran en juego principios fundamentales.

Si por aristocracia entendiéramos una clase social que por su linaje está investida de numerosos privilegios, entre ellos el de gobernar, siendo estos privilegios hereditarios e inalterables cualquiera sean los verdaderos valores éticos o la efectiva capacidad para hacerlo, es cierto que la democracia (y la república) constituyen lo contrario de aquel sistema. Y en buena hora. Pero resulta que aristocracia significa también y fundamentalmente el “gobierno de los mejores” (aristos es, en griego, el mejor), y en tal sentido democracia no tenía por qué oponerse a aristocracia, al menos que se deseara algo que no debería desearse, esto es, el gobierno de los peores. Sin embargo, la incuria del lenguaje, que nos hace decir a veces lo que no queremos decir, nos ha llevado con mucha frecuencia a asociar aristocracia con oligarquía, que no es el gobierno de los mejores sino de unos pocos (y según su sentido tradicional, el gobierno “egoísta” de esos pocos), y a enfrentar democracia a aristocracia, en el elevado significado de este término.

Y como el lenguaje nos condiciona y aun nos determina –como dirían los estructuralistas, “yo no hablo, soy hablado”– en no pocas conciencias democracia pasó a significar o a implicar la mediocridad, la medianía (la llamada mediocracia), o directamente la posibilidad de acceso al poder de los menos aptos, de los inferiores, aun de los incapaces y de los peores. Hay casos en que ya no se trata de aristocracia ni de democracia sino abiertamente de kakistocracia(1).

En nuestros días todos se autodenominan democráticos y casi no hay quien se diga aristocrático; este término puede sonar casi a un insulto. Y esto es muy grave. Porque al socaire de los términos mal empleados, se ha ido perdiendo el sentido de lo mejor, desplazado paulatinamente por el conformismo ante el mediocre y aun, de hecho, por la aceptación de lo peor. Y lo más triste es que eso se haga en nombre de la democracia. La democracia (preferentemente en su verdadero significado de forma de vida, pero aun también en el sentido de forma de gobierno) sólo puede funcionar efectivamente y realizar los elevados pronósticos que le atribuimos los que nos llamamos democráticos, si no se opone a la aristocracia, sino que se complementa y se impregna de ella. Por ser democráticos, ¿habríamos de no aspirar al gobierno de los mejores? En nombre de la democracia, ¿habríamos de aplaudir al gobierno de los peores?

Y adviértase una cosa. Que esto del gobierno de los peores no son meras palabras. Hay casos en la historia en que diversas circunstancias hacen posible la toma del poder a quienes rigurosamente son los peores, por sus turbios antecedentes, por su frágil moral, por su ausente capacidad y otros rasgos afines. El ideal aristocrático está presente en la mejor tradición occidental. Aun ya en la epopeya homérica el concepto de areté (de la misma raíz que áristos) es el atributo propio e indeclinable de la nobleza. Areté es el valor, el talento, el honor, la virtud, la capacidad, el señorío. En los filósofos clásicos y en los tiempos medios siempre se afirma la necesidad del “gobierno de los mejores”, aunque nunca fue fácil lograr la fórmula para realizarlo. Y aun Rousseau, inteligentemente, señala como la mejor forma de gobierno no la democracia (que él entiende en el sentido de ejercicio directo de poder por la multitud) sino la aristocracia electiva, convencido de que del sufragio surgirían los mejores, aunque reconoce que el procedimiento puede fallar. Pero lo que nos interesa destacar aquí es que un hombre del siglo XVIII, un vocero de la revolución, un antimonárquico y un antiaristocrático (en el sentido de aristocracia clasista y hereditaria) haya insistido en el término aristocracia para designar la forma ideal de gobierno.

En nuestro siglo tenemos el caso, no ya de un pensador sino de un político activo, que constituye un verdadero modelo de lo que queremos decir. Se trata de Winston Churchill, el mayor de los aristócratas. Su sentido democrático fue realmente excepcional. Nadie defendió con tanta lucidez y decisión la democracia como forma de gobierno y como forma de vida. A nadie le debe tanto la democracia. Hasta tuvo el gesto de no aceptar (cosa que no hicieron sus colegas, incluso laboristas) como premio un título de nobleza, conformándose con el de sir, porque de lo contrario no hubiera podido seguir asistiendo a la Cámara de los Comunes, su templo, su trinchera. El era antes que nada un child of the House of Commons, como tantas veces se autocalificara en sus brillantes discursos. Sin embargo, nunca dejó de ser un lord, ya que lo era por su linaje, un señor del espíritu, en sus gestos, en sus palabras, en sus hábitos y en su talento, cabal personificación de la vieja areté homérica y caballeresca.

Peligrosa tendencia de nuestro tiempo de mediocrizar, de igualar por lo más bajo, de apartar a los mejores, de aplaudir a los peores, de seguir la línea del menor esfuerzo, de sustituir la calidad por la cantidad. La verdadera democracia nada tiene que ver con esas módicas aspiraciones. No puede ser proceso hacia abajo, mera gravitación, sino esfuerzo hacia arriba, ideal de perfección. Y esto vale tanto para la conciencia individual como para la conciencia colectiva, que se interaccionan. Decía muy bien Platón que “la calidad de la polis no depende de las encinas ni de las rocas, sino de la condición de cada uno de los ciudadanos que la integran”. El cristianismo y el liberalismo, cada uno en su momento, fueron grandes promotores sociales, pues quebraron estructuras excesivamente rígidas e hicieron que los de abajo pudieran llegar arriba. En tal sentido fueron dos grandes procesos democráticos. Pero ninguno de sus teóricos abogó por la mediocridad ni renunció al “gobierno de los mejores”. Sólo el populismo actual, que no es democrático sino totalitario, adjura del ideal aristocrático y entroniza a los inferiores.

Qué lástima.

(1) Kakistoi: los peores. Es decir entonces, “gobierno de los peores”. Pensamos que sería ilustrativo la divulgación de este vocablo, dadas las circunstancias que atravesamos.

Fuente: Economía Para Todos

La enclenque presidencia de Alberto Fernández

El presidente visitó en las últimas horas la provincia de Chaco. Junto al anfitrión, el gobernador Capitanich, expresó que “la vacuna es la salida de la pandemia. La salida está ahí nomás. Está a pocos metros la salida de la pandemia. Cuando crucemos esa puerta, volverá nuestra vida habitual” (fuente: Infobae, 20/7/021). Estas palabras no pueden más que causar asombro porque la pandemia se llevó hasta ahora la vida de más de 102.000 personas y el nivel de contagios sigue elevado, aunque no tanto como en semanas atrás. Seguramente el presidente se mostró tan seguro porque debe tener información confidencial proporcionada por los expertos que lo rodean. Sin embargo, hace unos días el doctor Fernán Quirós, ministro de Salud porteño, no dudó en afirmar que la tercera ola de covid-19 era inevitable. ¿En qué quedamos? ¿Estamos en las vísperas del fin de la pandemia, tal como sostiene Alberto Fernández, o estamos en las vísperas de la tercera ola de covid-19, tal como sostiene Fernán Quirós?

El asunto es por demás delicado porque lo que está en juego es la vida de todos nosotros. Aquí entra en juego un valor fundamental: la credibilidad. ¿Es creíble el presidente? Lamentablemente, ha dejado de serlo desde hace mucho tiempo. A partir de sus falsas promesas de vacunación masiva Alberto Fernández entró en un cono de sombras. Su palabra está hoy tan devaluada como el peso. ¿Por qué, entonces, afirmó que el fin de la pandemia está próximo? Basta con observar lo que sucede, por ejemplo, en Gran Bretaña para que nos demos cuenta que ello no es así. La variante delta es un peligro real y todos los expertos coinciden en que son indispensables las dos dosis para considerar a una persona vacunada. Pues bien, hasta el día de la fecha sólo el 12% de los argentinos está verdaderamente vacunado. Ello significa que sólo ese minúsculo porcentaje de la población tiene los anticuerpos necesarios para hacer frente a la variante delta.

La lógica más elemental indica que estamos lejos del fin de la pandemia. Si en cuestión de semanas se produce la invasión de la variante delta-el doctor Quirós lo da por hecho-la tercera ola será inevitable. En consecuencia, aumentarán los contagios y, lamentablemente, las muertes salvo que gran parte de la población esté vacunada de verdad. Este fin de semana el doctor Nelson Castro dijo algo muy grave. Afirmó que no sería extraño que en la antesala de los cruciales comicios de medio término el gobierno lance una campaña de vacunación masiva valiéndose de las dosis que, según algunos afirman, están guardadas. ¿Sería capaz el gobierno de algo tan infame? Por supuesto que sí. Cuando lo que está en juego es el poder todo vale, como sentenció el genial Maquiavelo.

El presidente parece no darse cuenta de que muy pocos creen en lo que promete. Ha demostrado una incapacidad supina para promover confianza en la sociedad. Una buena parte de los argentinos no creen en su aptitud para ejercer el poder con justicia. En consecuencia, ha destruido la esperanza que millones de personas depositaron en él al comienzo de su gestión. En su libro “El poder”, Germán Bidart Campos expresa: “Cuando comienza un ciclo de poder, el gobernante que lo estrena suele despertar confianza, mucha o poca, intensa o débil, pero algo por lo menos. Es la confianza en el cumplimiento del plan que propuso y prometió como candidato antes de ser designado o al asumir su cargo…La confianza inicial, cualquiera sea su dosis, necesita al menos mantenerse, y si es posible aumentarse. De la promesa hay que transitar a la fidelidad, y al compromiso con lo prometido…La confianza puede perderse, después de recorrer estadios intermedios; entonces, le falta al poder un recurso importante. La desconfianza pone en jaque al poder. Y vienen las categorías: poder estéril, poder divorciado, poder enclenque, poder sin energía, poder inútil. Acaso, pérdida del poder, sea por un acto de fuerza, sea por derrota electoral”.

Me parece que en estos momentos la presidencia de Alberto Fernández es un claro ejemplo de poder sin energía. Sus constantes marchas y contramarchas, sus permanentes dichos rayanos en lo irracional, han hecho de él un presidente enclenque. De ahí su desesperación por obtener un buen resultado en las elecciones que se avecinan. Porque de su resultado dependerá que no experimente lo peor que le puede pasar a un presidente: la pérdida del poder.

La muerte en combate de Mario Roberto Santucho

El 19 de julio de 1976 un grupo comando del ejército comandado por el capitán Juan Carlos Leonetti ingresó en el departamento de un edificio situado en la localidad bonaerense de Villa Martelli. Fue entonces cuando entró en combate con un grupo de miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), destacándose la presencia del creador de la guerrilla marxista, Mario Roberto Santucho. Luego de un feroz intercambio de disparos se produjo la muerte, entre otros, de Santucho y Leonetti.

Hablar de Mario Roberto Santucho es hablar del ERP, la más importante organización guerrillera marxista que sembró de pánico el territorio nacional durante varios años. Santucho y otros guerrilleros cercanos, como Gorriarán Merlo, fundaron el ERP el 30 de julio de 1970. Su objetivo era hacer realidad en la Argentina la guerra revolucionaria obrera y socialista. Su estrategia se basaba en la guerra popular prolongada para finalmente tomar el poder. Su referente máximo era Mao y su ejemplo era el Vietcong. Alcanza su esplendor en 1973 siendo su meta principal alcanzar el status de ejército guerrillero. Sus estrategas dividieron el país en dos zonas operativas: una urbana, con epicentro en Buenos Aires, y otra rural, con epicentro en Tucumán.

Para el logro de semejante plan debía contar con fondos y armas. Ello explica su decisión de realizar asaltos a bancos y a cuarteles militares, como así también secuestros extorsivos. Algunas de las operaciones del ERP más relevantes fueron, a mi entender, las siguientes: 1) el robo al Banco Nacional de Desarrollo en enero de 1972, ubicado a metros de la Casa Rosada, la SIDE y otros edificios gubernamentales; 2) el asesinato de Pedro Agarotti, comandante principal de la Gendarmería Nacional, el 17 de marzo de 1972; 3) el asesinato del vicealmirante Hermes Quijada el 30 de abril de 1973; 4) el asesinato de Oberdan Sallustro, un empresario de ciudadanía italiana que tenían secuestrado, el 10 de abril de 1973; 5) el copamiento del Batallón de comunicaciones 141 (Córdoba) el 18 de enero de 1973; 6) asalto al Batallón 141 de Comunicaciones del Ejército, ubicado cerca del Parque Sarmiento (ciudad de córdoba) en febrero de 1973; 7) copamiento de la central termonuclear de Atucha el 25 de marzo de 1973; 8) asalto al Comando de Sanidad del Ejército (Capital Federal) el 6 de septiembre de 1973; 9) el asalto a la guarnición militar de Azul el 19 de enero de 1974; 10) atentado contra el capitán Humberto Viola y su hija de 3 años el 1 de diciembre de 1974; ataque contra el Batallón de Arsenales 121 (Fray Luis Beltrán) el 4 de febrero de 1975; 11) derrota del ERP en el combate de Manchalá el 28 de mayo de 1975; 12) el fallido asalto al Batallón Depósito de Arsenales 601 Domingo Viejobueno, situado en la localidad de Monte Chingolo, el 23 de diciembre de 1975 (Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre).

Realmente impresiona la cantidad y envergadura de las operaciones militares ejecutadas por el ERP. No cabe duda alguna que su objetivo era la toma del poder por la violencia armada para instaurar en el país un régimen marxista. Para los guerrilleros erpianos era irrelevante si la lucha armada se hacía contra el presidente de facto Lanusse o contra Perón que había sido elegido por el 62% del electorado. Era, qué duda cabe, gente entrenada y poseída por un fanatismo ideológico aterrador. Su enemigo era el capitalismo como filosofía de vida. Para destruirlo sólo cabía un método: la violencia armada. Pues bien, Mario Roberto Santucho fue el jefe máximo de esta peligrosísima guerrilla marxista que estuvo dispuesta a todo con tal de imponer por el poder de las armas el tan soñado paraíso socialista.

Murray N. Rothbard y la moneda controlada (segunda parte)

La inflación es un cáncer que corroe a las sociedades. Afortunadamente, esas enfermedad no puede durar eternamente ya que en algún momento las personas adquieren conciencia de los males que la inflación trae aparejados, fundamentalmente el paulatino e inexorable descenso del poder adquisitivo de su dinero. Al haber inflación, el dinero vale cada vez menos; en consecuencia, la gente compras cada vez menos y se empobrece. Al principio, la gente considera la inflación como algo anormal pero pasajero. Imagina que muy pronto la situación volverá a la normalidad y los precios se estabilizarán. Esa actitud de la gente modera la espiral inflacionaria y logra disimular la existencia de la inflación, ya que en virtud de ello se incrementa la demanda de dinero. Lamentablemente, el proceso inflacionario no se detiene y cuando la gente se percata de ello, decide comprar todo lo que puede antes de que posprecios se descontrolen por completo. A raíz de ello, merma la demanda de dinero y los precios suben proporcionalmente más que el aumento de la provisión de dinero. La escasez de dinero obliga al gobierno a crear artificialmente más moneda. Lo único que consigue es acelerar el proceso inflacionario, echar más leña al fuego. Es en ese momento cuando la gente decide desprenderse del dinero, cuyo valor se licúa diariamente. Las consecuencias son trágicas: “la provisión de dinero se va a las nubes, la demanda del mismo cae como un plomo y los precios suben astronómicamente. Decae violentamente la producción, a medida que la gente ocupa cada vez más su tiempo en descubrir maneras de desembarazarse de su dinero. En verdad, el sistema monetario se ha desmoronado por completo y, de tenerlas a su alcance, la economía se vuelve hacia otras monedas, serán otros metales, divisas extranjeras si se trata de inflación en un solo país, o hasta se volverá otra vez a las situaciones de trueque. El sistema monetario se ha desmoronado bajo el impacto de la inflación” (Moneda libre y controlada, Fundación bolsa de Comercio de Bs. As., 1979, pág. 98). La gente queda a merced de la hiperinflación.

Rothbard no duda en considerar la decisión del gobierno de valerse de la falsificación para incrementar sus rentas, un delito. Es por ello que el poder político no estaría en condiciones de presentarse abiertamente como un ejército invasor y apoderarse del mercado libre, porque tal actitud sería rechazada por la gente. En efecto, si el gobierno decidiera de manera abrupta imprimir sus propios billetes de papel, pocos ciudadanos estarían dispuestos a legitimar tal decisión. Ello explica por qué la intromisión estatal debe ser más cautelosa, astuta, gradual. Cuando los bancos eran inexistentes, el poder político no estaba en condiciones de valerse de ellos para recurrir al método inflacionario. Cuando sólo circulaban el oro y la plata, ¿qué podía hacer el poder político para incrementar sus ganancias? Según Rothbard, lo primero que hizo fue crear un monopolio absoluto del negocio de la creación artificial de la moneda. De esa forma, estuvo en condiciones de suministrar monedas en la denominación elegida por el propio gobierno, ignorando, por ende, los deseos del pueblo. ¿Cuál fue el resultado de esta decisión? Se redujo necesariamente la diversidad de monedas que circulaban en el mercado. A partir de ese momento, la Casa Emisora estaba en condiciones de cobrar un precio superior al costo, un precio que únicamente cubriera ese costo, o efectuar el suministro de monedas sin cargo alguno.

¿Qué sucedió cuando los gobiernos monopolizaron la emisión monetaria? Dice Rothbard: “cuando adquirieron el monopolio de la emisión de moneda, los gobiernos fomentaron el uso del nombre de la unidad monetaria, haciendo todo lo posible por separar ese nombre de su verdadera base, consistente en el peso real de las monedas” (pág, 102). De esa forma, los gobiernos dejaron de someterse a las reglas impuestas por el mercado. En lugar de continuar valiéndose del oro y la plata para las designaciones, los gobiernos comenzaron a fomentar el uso de su propio nombre-dólares, marcos, francos, etc.-en beneficio de los “intereses monetarios del pueblo”. Esto hizo posible que el poder político se adueñara del principal medio para falsificar las monedas: el envilecimiento. En efecto, los gobiernos se valieron del envilecimiento, acusa el autor, para efectuar la falsificación de las mismas monedas que previamente habían prohibido que acuñaran los entes privados. La obsesión del poder político por el envilecimiento fue de tal magnitud que en algunas ocasiones los gobernantes no dudaron en recurrir directamente al fraude, al decidir en las sombras la fabricación de piezas de menor calidad. Sin embargo, lo común fue que la propia Casa de Moneda efectuara una nueva fundición y una nueva acuñación de todas las piezas acuñadas existentes en el territorio para luego devolver a los súbditos libras o marcos con menor peso. Las piezas remanentes eran utilizadas por el rey para solventar sus gastos personales. Vale decir que el poder político se quedaba con parte de las onzas de oro o plata que eran propiedad de los súbditos, para usufructuarlas en su propio beneficio.

A continuación, Rothbard pasa a analizar la “ley de Gresham” y la acuñación. ¿Por qué, se pregunta el pensador liberal, el gobierno impone controles de precios? Por una razón muy sencilla: porque de esa manera procura “convencer” a la gente de que la inflación es una lógica consecuencia del funcionamiento del mercado libre. El control de precios provoca, inexorablemente, el desplazamiento en el mercado de la moneda devaluada artificialmente por la moneda sobrevaluada artificialmente (ley de Gresham). He aquí, enfatiza Rothbard, una consecuencia lógica del control de precios. Cuando el gobierno impone un precio máximo para un tipo de moneda en relación con otra, no hace más que establecer un precio mínimo para ésta. La escasez es la resultante de la aplicación de precios mínimos. En consecuencia, el control de la moneda provoca escasez de la moneda sometida al precio máximo, que está sobrevaluado de manera artificial, lo que determina su sustitución en el mercado por el dinero cuyo precio fue elevado. Lo recién expresado queda perfectamente de manifiesto en el ejemplo de las monedas nuevas que se oponen a las monedas desgastadas. La modificación del significado de la moneda-de referirse al peso pasó a designar una mera ficción verbal-permitió a los gobiernos utilizar el mismo nombre para designar a las monedas desgastadas y a las nuevas, a pesar de tener un peso diferente. Como lógica consecuencia, la gente decidió atesorar o exportar las monedas nuevas, destinando las monedas viejas a la circulación. El poder político acusó a la gente de atentar contra la soberanía del país, cuando lo único cierto fue que la gente reaccionó racionalmente ante una situación originada por la decisión del gobierno de interferir en el libre funcionamiento del mercado.

(*) Artículo publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 13/6/012

Robert Dahl y las semejanzas de los sistemas políticos

Robert Dahl (1915) es uno de los más destacados teóricos de la política del siglo XX. A comienzos de la década del sesenta publicó “Análisis político actual”, un verdadero clásico de la ciencia política contemporánea.

Uno de los problemas que aborda es el de las semejanzas de los sistemas políticos. Algunos sostienen que los sistemas políticos jamás varían en sus aspectos relevantes. Otros, en cambio, consideran que los sistemas políticos son tan diferentes que resulta prácticamente imposible encontrar semejanzas entre ellos. Los politólogos discrepan respecto a aquello que es permanente en los sistemas políticos y aquello que está sujeto a modificaciones. En el momento presente, enfatiza Dahl, nadie puede afirmar que el problema esté resuelto. Respecto a la postura que sostiene que la política cambia continuamente, cabe expresar que la realidad empírica se ha encargado de demostrar, a través de numerosos ejemplos, que con posterioridad al surgimiento de una sociedad nueva, carente de política, a las pocas horas la antigua política reapareció con mayor intensidad. Para algunos, la nueva política es mejor que la antigua; para otros, es exactamente lo contrario. Sin embargo, en algunos aspectos, la nueva política y la vieja política presentan varias semejanzas. En esta parte del libro, Dahl centra su atención en las semejanzas. Lo primero que hace es preguntar acerca de la posibilidad de establecer el número exacto de sistemas políticos. ¿Cuántos sistemas políticos hay en el mundo? Dada la amplitud de su concepto, se cuentan por millones los sistemas políticos desparramados por todos lados. En consecuencia, el conocimiento sistemático únicamente puede abarcar una pequeña red del comportamiento de un número limitado de sistemas políticos. Lo que Dahl se propone es estipular cuáles son “las características de esos sistemas en general o, en todo caso, de los que abarcan a más de un puñado de personas. Recordemos que estas semejanzas no son parte de la definición de un sistema político. Son regularidades-empíricas, podríamos decir-que se espera hallar en cualquier sistema político importante” (Análisis político actual, Eudeba, Bs. As., 1983, pág. 66).

Los sistemas políticos: características

En los sistemas políticos hay un control desigual de los recursos políticos. ¿Por qué sucede este? Según Dahl, hay varias razones que lo explican. En toda sociedad, y fundamentalmente en las más avanzadas, está vigente el principio de la especialización de funciones. Al existir la división del trabajo, no todos los miembros de la sociedad tienen los mismos accesos a los recursos políticos. El Secretario de Estado de EEUU tiene garantizado un mayor acceso a la información acerca de las exteriores de EEUU que cualquier habitante común de Nueva York. Lo mismo acontece en cualquier país del mundo. Hoy, en nuestro país, el Secretario Legal y Técnico de la presidencia sabe muchas más cosas que cualquier habitante de Rosario.

No todos, al comenzar su vida, tienen las mismas posibilidades de acceder a los recursos que les permitirán desplegar plenamente todas sus capacidades. Generalmente, quienes gozan de una ventaja inicial, con el correr del tiempo la incrementan. No existe, por ende, el tan proclamado principio de la igualdad de oportunidades. Tanto los individuos como las sociedades son prisioneros de su pasado, sentencia Dahl. Todos los hombres, al comenzar la lucha por la vida, cuentan con una cierta herencia biológica y social. Algunos, en el punto de partida, tienen sobre sus competidores la ventaja de ser más inteligentes; otros, en cambio, tienen la ventaja de ser más ricos, de estar mejor situados en la estratificación social o de tener mejores posibilidades reacceder a una educación óptima. “Cualquiera sea su origen las diferencias de dotes biológicas y sociales en el momento de nacer a menudo se multiplican para ser aún mayores entre los adultos. Por ejemplo, en casi todas partes la oportunidad de educarse se relaciona, por lo menos, en parte, con la riqueza, la categoría social o la posición política de los padres” (pág. 67). En la Argentina, es muy difícil, por no decir imposible, que la persona que nació en una villa de emergencia disponga de los mismos recursos para progresar en la vida que una persona que nació en Barrio Norte. Estas diferencias producen otras en lo que se refiere a las motivaciones y objetivos de los miembros de la sociedad. Ninguna sociedad está en condiciones de garantizar a todos sus miembros la plena realización de todos sus objetivos. Los hombres se diferencian en cuanto a sus metas, su nivel de conocimientos y los recursos disponibles. No todos tienen el mismo interés en participar en política, en convertirse en miembros de la élite política o en adquirir los recursos que les permitan ejercer influencia sobre los que mandan.

Por último, en todas las sociedades se intentan estimular algunas diferencias a los efectos de preparar a los hombres para distintas funciones. Si todos quisieran ser abogados, nadie sería policía. Toda vez que se valora positivamente la especialización de funciones, se consideran igualmente beneficiosas para la sociedad algunas diferencias de motivaciones. A raíz de estas razones, resulta prácticamente imposible que en una sociedad se de una perfecta distribución igualitaria de los recursos políticos. Así se trate de una sociedad altamente desarrollada y democrática, como la estadounidense, o de una sociedad donde impera una monarquía absoluta, los recursos políticos están estrechamente distribuidos de manera desigual.

En todos los sistemas políticos se da el proceso de búsqueda de influencia política. Siempre hay algunos miembros que procuran ejercer influencia sobre las políticas, las normas y las decisiones que pone en marcha el gobierno. Según Dahl, las personas tratan de ejercer influencia política porque al controlar al gobierno están en condiciones de alcanzar varios de sus objetivos. No todos los miembros del sistema político ejercen la misma influencia política sobre los gobernantes. En todos los sistemas políticos se da una desigual distribución de la influencia política, lo que está estrechamente vinculado con los recursos. Quien posee más recursos tiene mayores posibilidades, si así lo desea, influir sobre el gobierno. Dahl recuerda a aquellos prominentes pensadores que trataron esta cuestión: Aristóteles en su “Política”, Rousseau en su “discurso sobre los orígenes de la desigualdad” y Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”, la abordaron desde diferentes perspectivas.

En todo sistema político se dan los procesos de prosecución y resolución de objetivos opuestos. Los miembros del sistema político persiguen metas opuestas, lo que obliga al gobierno a resolver los problemas que surgen a raíz de tales conflictos de intereses. Dahl alude al importante tema del conflicto y el consenso, inherentes a todo sistema político. Quienes conviven enana sociedad jamás están de acuerdo en todo y si deciden prolongar su convivencia no pueden pelearse todo el tiempo. En la historia del pensamiento político, Hobbes puso énfasis en el conflicto, mientras Aristóteles y Rousseau lo hicieron en el consenso y la cooperación. Al enfatizar el conflicto, Hobbes puso de relieve la necesidad de los hombres de concentrar el poder y la autoridad, mientras Aristóteles y Rousseau centraron su atención en la capacidad del Estado de ayudar a los hombres a perseguir objetivos comunes, a organizar una convivencia basada en el respeto y la tolerancia. Emergen, por último, las posturas extremas. El temor al disenso es propio de las corrientes ideológicas autoritarias; mientras que la confianza ilimitada en la capacidad del hombre de generar consensos es propia de las corrientes ideológicas anarquistas.

(*) Artículo publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 19/6/012

Ortega y Gasset y las aglomeraciones (última parte)

Hay grupos de hombres que lejos están de constituir una muchedumbre o la masa. En este supuesto, sus miembros coinciden efectivamente en algún deseo, idea o ideal, que por sí mismo excluye la masa, la aglomeración, el gran número. ¿Qué debe producirse para que se constituya una minoría? Es necesario que previamente cada interesado en ser miembro de la minoría deje de formar parte de la muchedumbre, de la masa, por razones “especiales, relativamente individuales”. El hecho de coincidir con los otros que constituyen la minoría, destaca Ortega, es algo secundario y posterior al proceso en virtud del cual cada uno se “singularizó”, coincidió con los demás “en no coincidir”. La decisión de algunos de juntarse para separarse de la muchedumbre constituye un factor de gran relevancia en el proceso de formación de la minoría.

¿Cómo define Ortega a la masa como hecho psicológico? ¿Cuándo un hombre es “masa”? No es necesario que aparezca el fenómeno de la aglomeración para definir a la masa como hecho psicológico. Cuando hablamos con una persona nos podemos dar perfecta cuenta de si es o no masa. “Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo-en bien o en mal-por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo” y, sin embargo, no se angustia, se siente a sabor al sentirse idéntico a los demás” (La rebelión de las masas, Ed. Porrúa, S.A., México, 1985, pág. 99). Pobreza no significa lo mismo que masa. Un hombre humilde no es necesariamente un “hombre masa”. Si se pregunta si puede destacarse en alguna actividad y si advierte que no tiene ningún talento en especial, adquirirá conciencia de su mediocridad, pero no se sentirá “masa”. Para ser “masa” tiene que sentirse a gusto en ser como todos los demás, no tiene que sentir la necesidad de preguntarse si, por ejemplo, está o no en condiciones de ser un buen futbolista o un eximio violinista, aun cuando la respuesta no lo satisfaga.

Ortega enfatiza que el hombre selecto lejos está de ser aquél petulante que se cree superior al resto de los mortales. Por el contrario, el genuino hombre selecto es aquel que todos los días se esfuerza por ser mejor, que se traza objetivos importantes y que está dispuesto a sacrificarse y esforzarse al máximo para conseguirlos, aunque no lo logre. El fracaso en el objetivo perseguido no significa que el hombre pasa a ser “masa”. Seguirá siendo un hombre selecto en la medida en que siempre esté dispuesto a dar todo de sí para lograr lo que se propuso. De ahí que la más importante distinción que cabe formular entre los hombres es la siguiente: por un lado, los hombres que se exigen mucho para progresar en la vida; por el otro, quienes nada se exigen porque carecen de objetivos. Ortega es muy duro con los hombres “masa”: para estas criaturas, sentencia, “vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva” (pág. 99).

Dividir la sociedad en masas y minorías excelentes no implica dividirla en clases sociales sino en “clases de hombres”, en quienes se esfuerzan a diario para conseguir logros importantes y en quienes no se esfuerzan, vegetan, deambulan por la vida sin ton ni son. Sin embargo, cuando la clase superior lo fue de verdad, estaba constituida en su mayoría por hombres selectos, mientras en la clase inferior proliferaban los hombres “masa”. Sin embargo, hay que reconocer que dentro de cada clase social hay hombres selectos y hombres “masa”. Precisamente, reconoce un alarmado Ortega, en la época actual, aún en los grupos de tradición selectiva florecen los hombres que no se exigen nada a sí mismos. La masa o el vulgo dejaron de ser patrimonio exclusivo de los estratos inferiores. La vida intelectual constituye un ejemplo por demás inquietante. A modo de acusación, Ortega advierte “el progresivo triunfo de los seudointelectuales incualificados, incalificables y descalificados por su propia contextura” (pág. 100). Por el contrario, ya no resulta infrecuente encontrar en los sectores bajos de la sociedad trabajadores dispuestos a progresar en la vida, a exigirse al máximo para no ser “masa”.

Existen en toda sociedad actividades que requieren de parte de quien las ejecuta una preparación especial. No cualquiera, por ejemplo, puede efectuar una operación de corazón. Para ello se necesitan años de estudio y capacitación para garantizar, en la medida de las posibilidades humanas, la vida del paciente. Ortega incluye entre las actividades que requieren una sólida formación, a la política. No cualquiera, enfatiza, puede estar a cargo del gobierno de un país. Estas actividades especiales eran ejercidas en el pasado por personas capacitadas y a la masa no se le hubiera ocurrido ni siquiera la pretensión de ejercerlas, ya que era perfectamente consciente de sus limitaciones y del lugar que debía ocupar en la sociedad. En otros términos: “conocía su papel en una saludable dinámica social” (pág. 100). Ahora, todo ha cambiado, expresa Ortega con pena. Ahora, la masa ha resuelto ocupar el centro del escenario social. Lo que antes era patrimonio exclusivo de las minorías, ahora lo es de la masa. Ahora, la masa ha suplantado a las minorías.

¿Está bien que ello suceda? Nadie pondrá en duda el derecho de las mayorías populares a elevar su nivel de vida, a pretender utilizar en su provecho aquellos reductos que antes eran propiedad exclusiva de las minorías. Lamentablemente, se queja Ortega amargamente, la pretensión de la masa se ha extendida al ámbito político. Ahora, la masa quiere detentar el poder, tener amplia participación en el, proceso de toma de decisiones. Ahora, la masa quiere ser gobierno. Y ello es, para Ortega, inadmisible. Antes, estaba vigente la democracia liberal. Antes, la masa aceptaba que las minorías estaban más capacitadas que ella para ejercer el poder. Los tiempos han cambiado. En el presente se asiste “al imperio político de las masas”. Cuando estaba vigente la antigua democracia regía el imperio de la ley, columna vertebral del liberalismo. En consecuencia, el individuo era consciente de sus derechos y, fundamentalmente, de sus obligaciones. La democracia era liberal, lo que posibilitaba una convivencia armónica entre la democracia y la ley. Hoy asistimos imperturbables, dice un alarmado Ortega, “al triunfo de una hiperdemocracia en que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus gustos” (pág. 100). Lejos de haberse dejado dominar por la apatía y el escepticismo, la masa está convencida de que tiene todo el derecho del mundo a imponer sus ideas, sus puntos de vista, a ejercer el poder sobre toda la sociedad; a materializar la hiperdemocracia, en suma.

Hoy la humanidad asiste al imperio de la vulgaridad. Dice Ortega con asombro y estupor: “Lo característico es que al alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera. Como se dice en Norteamérica: ser diferente es indecente. La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo corre el riesgo de ser eliminado. Y claro está que ese “todo el mundo” (…) es sólo la masa. Este es el hecho formidable de nuestro tiempo, descrito sin ocultar la brutalidad de su apariencia” (pág. 101).

(*) Publicado en portal rosarino Ser y Sociedad el 26/6/012

La dramática y fascinante historia argentina

Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810

Prensa Rosario

22/7/021

La Asamblea del año XIII. Hacia un gobierno unipersonal

La Asamblea comenzó a sesionar el 31 de enero de 1813. Como tantas veces sucedió a lo largo de nuestra dramática y fascinante historia, la ilusión que había despertado fue gigantesca. Tuvo como objetivos centrales la consolidación de la emancipación y el establecimiento de una constitución. Ayudó al clima optimista los logros que se estaban obteniendo en el terreno militar. El 3 de febrero San Martín y sus granaderos batieron a los realistas en la localidad santafesina de San Lorenzo, a orillas del Paraná. El 20 Belgrano obligó en Salta al general Tristán a rendirse en plena batalla. Mientras tanto, los propios oficiales del ejército sitiador de Montevideo expulsaban de sus filas a Sarratea siendo sustituido por Rondeau. Este hecho hizo posible la incorporación a dicho ejército de las tropas comandadas por Artigas.

En este contexto la asamblea tomó decisiones muy importantes: a) la eliminación de toda referencia a Fernando VII; b) la acuñación de una moneda nacional; c) el establecimiento del escudo e himno patrios; d) la supresión de los mayorazgos y títulos de nobleza; e) la abolición de la Inquisición y las torturas judiciales; y f) el establecimiento de la libertad de vientres para las esclavas. Quedaba plenamente en evidencia la filosofía liberal y humanista que la inspiraba. Lamentablemente sus metas esenciales quedaron en promesas. No se dictó una constitución definitiva ni fue declarada la independencia. ¿Por qué? Es probable que el Segundo Triunvirato no estuviera preparado para acometer semejantes tareas. No bien se hicieron cargo del gobierno los triunviros comenzaron a pelearse entre sí. Se produjo una grieta entre Paso y los triunviros restantes. Los enconos personales y el espíritu faccioso, fogoneado por el inteligente y ambicioso Carlos de Alvear, se apoderaron también de la Logia Lautaro, la institución que San Martín había creado precisamente para garantizar un proceso de toma de decisiones acorde con la relevancia del momento histórico que se estaba viviendo. Alvear logró imponer su lógica: la Logia se dividió y la propia Asamblea, envenenada por el espíritu de facción, terminó siendo funcional a las ambiciones de Alvear.

El plan de Alvear estaba dando sus frutos. Todos los planetas se estaban alineando en su favor. La suma del poder público estaba al alcance de su mano. En el plano militar, 1813 se le presentaba muy favorable. Belgrano tenía la esperanza de avanzar sobre Lima (Alto Perú) y promover una insurrección para demoler al ejército realista. Sus planes volaron por los aires al ser derrotado en Vilcapugio el 1 de octubre y en Ayohuma el 14 de noviembre. Esta última derrota, un desastre, en realidad, enfrió el espíritu independentista de la Asamblea y el gobierno, que inmediatamente le solicitó a Sarratea que convenciera al gobierno inglés para que hiciera de mediador entre las provincias del Río de la Plata y el imperio español. En el plano militar Belgrano fue reemplazado por San Martín en el comando de las alicaídas tropas. Quien más festejó este nombramiento fue Carlos de Alvear ya que sin la presencia del gran militar, con quien mantenía diferencias políticas, la Logia quedaría en sus manos.

Gervasio Antonio de Posadas, el primer dictador. La sombra de Carlos de Alvear

La influencia de Alvear quedó plenamente de manifiesto en el proceso político que derivó en la designación de Antonio de Posadas como nuevo jefe de gobierno. La precaria situación militar convenció a la dirigencia política de concentrar el ejercicio del poder en una sola persona. El 22 de enero de 1814 asumió, pues, como Director Supremo el primer dictador de nuestra dramática y fascinante historia.

¿Qué sucedía en el frente externo? En el norte San Martín, escoltado por Belgrano, consolidaba su posición. Mientras tanto, Sarratea no hacía otra cosa que boicotear el proceso emancipatorio al entrevistarse con lord Strangford proponiéndole lisa y llanamente la reconciliación con España. “Aquí no ha pasado nada”, era su lema. ¿Por qué Sarratea actuó de esa manera? ¿Era consciente de que estaba traicionando los ideales de Mayo? Una vez más quedó en evidencia que el miedo es una fuerza espiritual demoledora capaz de derribar una montaña como el Everest. En efecto, la derrota del ejército en el norte y, fundamentalmente, una Montevideo reforzada militarmente, hizo cundir el pánico en un sector del gobierno criollo. Si los españoles triunfaban, lo que, según la mirada de este sector, era altamente probable, seguramente harían tronar el escarmiento. En otros términos: tuvieron miedo de que los fusilaran. Resulta, por ende, entendible la pretensión del gobierno de rogarle a Gran Bretaña para que intercediera ante España. Los criollos querían que España respetara su autonomía dentro de la órbita de dominio de aquélla, lo que a todas luces era algo absolutamente contradictorio. Pero al final primó el realismo político. El gobierno llegó a la conclusión de que sólo demostrando fortaleza, fundamentalmente en lo militar, lograría obtener algún rédito de la mediación. Aplicaron aquella famosa frase atribuida al histórico dirigente gremial Augusto Timoteo “Lobo” Vandor: primero pegar, luego negociar. Es por ello que se decidió hacer lo imposible por terminar de una vez por todas con el dominio español sobre Montevideo. Este objetivo fue bendecido por quienes todavía seguían creyendo en el ideal independentista. España logró lo que aparentaba ser un imposible: unir al gobierno criollo.

La situación de la Banda Oriental era harto delicada. En enero de 1814 Artigas, opuesto al gobierno central, tomó la decisión de abandonar el sitio de Montevideo. El vacío dejado por el caudillo fue cubierto por una escuadrilla naval al mando de Guillermo Brown que, luego del triunfo obtenido en Martín García, restableció el bloqueo sobre el puerto de Montevideo. Era evidente, salvo que se produjera un milagro-la llegada de una fuerza militar española para restablecer el orden-que el destino de la Banda Oriental estaba sellado. En ese contexto Alvear pensó que era el momento oportuno para lucirse en el terreno militar. Para ello era fundamental que Posadas lo nombrara jefe del ejército sitiador de Montevideo. Posadas era consciente de que no podía negarle semejante favor a quien lo había puesto en semejante cargo. En política, los favores exigen las retribuciones correspondientes. Para retribuirle a Alvear semejante favor no tuvo más remedio que ascender a Rondeau a la cúspide de la jerarquía militar y enviarlo al norte en reemplazo nada más y nada menos que de San Martín. Se vio obligado, pues, a pedir su relevo y lo justificó alegando la precaria salud del gran militar (hace años que una úlcera venía deteriorando su salud). Luego designó a Alvear jefe del ejército sitiador de Montevideo. Era el trampolín que necesitaba para arribar a lo más alto: el cargo de Director Supremo. Con 26 años Carlos de Alvear asumió el mando el 17 de mayo de 1814 justo cuando la fuerza naval de Brown pulverizaba a la escuadrilla española. El momento no podía ser más oportuno para ese joven de ambiciones sin límites. Un mes después un agobiado Vigodet capitulaba. Según lo estipulado en la capitulación Montevideo fue entregada-como si fuera un botín de guerra-a Buenos Aires, siempre y cuando el gobierno criollo reconociera la autoridad de Fernando VII, que acababa de reasumir en España. Rápido de reflejos Carlos de Alvear, tomándose atribuciones que le correspondían a Posadas, aceptó la cláusula. Y luego de entregada la plaza el 22 de junio, consideró que, dado que Vigodet no había ratificado la capitulación, Montevideo se había rendido de manera incondicional. Ya actuaba como Director Supremo.

Las noticias que llegaban de España ennegrecieron el clima de fiesta provocado por el triunfo de Montevideo. El colapso del imperio napoleónico y el fin del cautiverio del monarca Fernando VII habían modificado radicalmente el escenario internacional. Libre del yugo francés España recuperaba su libertad de acción respecto a sus colonias. El Río de la Plata podía caer otra vez en sus manos. El gobierno nacional aguardaba la llegada de una poderosa flota española, que consideraba inminente. La tensión e incertidumbre reinantes podían cortarse con una tijera. Estaba en juego el futuro del proceso revolucionario iniciado el 25 de mayo de 1810. A su vez, Lord Strangford se esmeraba, desde Río de Janeiro, de ejecutar una guerra de acción psicológica sobre los criollos con el objetivo de que bajaran los brazos. En Buenos Aires se produjo un quiebre en la opinión pública o, si se prefiere, una grieta. En esta vereda estaban aquellos que no dudaban en arriesgarlo todo con tal de mantener incólume el espíritu independentista. En la vereda de enfrente estaban aquellos que consideraban que ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos lo sensato era negociar con España la vida de todos los criollos. No es difícil imaginar lo difícil que debe haber sido para Posadas el haberse tenido que enfrentar a semejante disyuntiva. Desde Londres Sarratea comenzó a hacer campaña por Fernando VII mientras que la Asamblea consideró que lo más aconsejable era adecuarse al nuevo escenario internacional. Los seguidores de Alvear y genuinos patriotas como Moldes apoyaron esta tesitura. Finalmente la Asamblea autorizó a Posadas a entablar negociaciones con la Corte española y cuando expiraba 1814 Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia viajaron a España en calidad de representantes de la Asamblea.

Mientras tanto la influencia de Artigas se extendía por las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Santa fe enarbolando la bandera de la república y la federación. El caudillo oriental se había transformado en un serio problema para Posadas. En Chile los revolucionarios eran aniquilados por los realistas y sus jefes hallaron refugio en nuestro territorio. Las tropas criollas se oponían tenazmente a ser conducidas por Alvear. Lo que seguramente no alcanzaron a percibir fue que el Director Supremo, demostrando una hábil cintura política, consideraba que una victoria en el norte liderada por Alvear era beneficiosa tanto para profundizar el proceso independentista como para negociar en una posición de fuerza con España. Lo cierto es que Alvear no estaba en condiciones de hacerse cargo de las tropas conducidas hasta hace poco por Rondeau. Y ello por una simple y contundente razón: carecía de autoridad para ejercer ese cargo. No debe haber sido fácil para alguien tan ambicioso y orgulloso reconocerlo. Pero como dice el refrán “no hay mal que por bien no venga” ese hecho le permitió a Alvear obtener en poco tiempo el premio que tanto anhelaba. Cansado de tantos infortunios y de la presión de la Logia, en los primeros días de enero de 1815 Posadas renunció al cargo. El sucesor fue Alvear. Fue la manera elegida por Posadas para retribuirle numerosos favores. Así concluían los cinco años transcurridos a partir del 25 de mayo de 1810. “Si se vuelve la mirada”, concluyen Floria y García Belsunce, “sobre lo ocurrido entre mayo de 1810 y enero de 1815 se ve que la revolución había pasado por una sucesión de crisis políticas a través de las cuales se había delineado una clara aspiración de independencia, que a último momento flaqueó como consecuencia de la situación internacional y del agotamiento de los dirigentes. En el trasfondo de este proceso se advierte la ausencia de hombres con experiencia en la cosa pública, y de personalidades de alto vuelo político, de verdaderos estadistas, capaces de definir un rumbo político definido para la resolución y de concentrarlo a través de un programa de gobierno coherente” (1). Este párrafo se adecua perfectamente a la Argentina de julio de 2020.

(1) Floria y García Belsunce, Historia de…, pág. 356.

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