Por Paul Battistón.-

El peronismo sólo ha reclamado Moncloas cuando se las vio negras pero con el único objetivo de convalidar la estafa que los ha dejado en el borde de la oscuridad. Ante cualquier negativa entonces activa el mecanismo para acceder al segundo nivel de la estafa que consiste en poner en marcha el travestismo de su objetivo en quimera aceptable. Nunca aceptó el pedido de Moncloas ni concedió invitaciones sinceras.

La mitad no habría asistido al inicio de este 9 de julio en Tucumán sólo por recibir una invitación de confección de imprenta que, de conducir al éxito, alguna de ellas ocupará en una veintena de años un lugar en alguna vitrina de un museo como valioso documento de una formalidad atemporal.

Diecinueve de veinticuatro es un claro éxito pero si oponemos 19 a 5 entonces es un triunfo, aun cuando el logro incluya la participación de ciertos esforzados a poner la estampa. Y si la fuerza ha actuado (la del miedo cosechando precaución o la de la persuasión) entonces el título de pacto es la conservación de las formas. Como el formato conservador de las 10 directivas de sentido común, tan obvias que calificarían de innecesarias de ser recordadas.

Que requieran de una rúbrica de reafirmación sólo puede ser resultado de un meticuloso trabajo de un infiltrado enemigo con certera capacidad de corroer nuestros cimientos como nación, sembrar falsos debates, generar conveniente confusión, sembrar discordias y corromper con beneficios irregulares (pueden llamarle izquierda).

Las infiltraciones atraviesan la piel a una velocidad paulatina y lenta. La piel de nuestra ansiedad democrática comenzó a ser tempranamente infiltrada hasta que nuestros mismos mecanismos recuperados nos impidieron en nuestro esfuerzo de conservación rechazar lo que de una forma artera alcanzó la condición de opción a ser elegido aun cuando escogerlo significa desmantelar los mecanismos, alterar las premisas básicas y someter la individualidad a colectivismos de fácil agitada redirección.

No es un pacto, es una victoria que será respondida con conflicto. Es la vuelta a la esquina tras la cual muchas caras serán vistas sin máscaras.

El formato de solemnidad histórica, la coreografía modesta en un escenario heredado a 200 años de distancia de la aldea que nos precedió debe haber conmovido hasta el más ajustadamente persuadido. La batalla fue dada y sin medir escasos porcentajes, ajustadas diferencias o importantes caídos, fue en definitiva ganada.

La repetición y entrecruzamiento de nombres célebres de nuestro pasado en los acontecimientos históricos tiene también su paralelismo en esta osada batalla de 6 meses previos de preparación tras su fallida primera posición elegida en el calendario y en el mapa. Un Figueroa de adusta presencia, un Rogelio tan Frigerio, un Sáenz de tan gauchesca picardía, un Jorge Macri entendido, un Jaldo tan compenetrado. ¿Qué más? Afuera Alberto, adentro Poggi, El Scioli a 0,5 de Macri, ambos en iguales sillas, la excandidata que apoyó Mauricio que a su vez dio su apoyo a Milei, un Petri afuera un Cornejo adentro. La química se logró, sólo ausentes innecesarios. Quintela separado por el monumental monumento a la barbarie, difícil de tener lugar a sólo días de que Milei corriera a San Juan a relanzar la llama de la civilización. Formosa y Tierra del Fuego son territorios lejanos. Sólo queda recuperar el control de las pampas de esa barbarie calificada para herramienta de demolición al servicio de esa infiltración de formas soviéticas devastadoras y mano de obra no calificada lumpen.

El poncho de Sáenz adentro, los infernales afuera a la custodia de un campo de batalla ganado.

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