Por Jorge Raventos.-

Después de medio año, el gobierno está a punto de pasar su primera ley por el Congreso. Esto demandó al Poder Ejecutivo encontrar una nueva sintonía y admitir el diálogo y la negociación con los gobernadores y las oposiciones legislativas y hacer concesiones que permitieron incluso, como señaló Guillermo Francos, “mejorar los proyectos”. “Hubiera sido mejor avanzar con leyes más pequeñas y diferenciadas”, comentó después de acreditarse la aprobación del dictamen que permitirá empezar a debatir en el recinto del Senado la Ley de Bases. Se aprende de los fracasos, dijo, palabra más palabra menos Francos, ya convertido en nuevo jefe de gabinete.

En una palabra: hizo falta comprender que gobernar requiere apuntalar el hiperpresidencialismo, principal motor de la marcha del gobierno, con el aporte y participación de otros actores.

Ya la gran movilización de las universidades había evidenciado que el gobierno debía refinar sus antenas. Y también que podía corregir errores con pragmatismo.

Esta inflexión no es solo ni principalmente “enseñanza de un fracaso”, como sugirió Francos, sino en gran medida fruto del éxito del gobierno en su definición de prioridades (derrotar la inflación y el déficit fiscal) y en haber mostrado su capacidad para alcanzar esos objetivos. El fracaso que obligó a corregir la sintonía consistió en la presentación y el proceso de aprobación de la ley, que ha puesto de manifiesto la dificultad del gobierno para gobernar, para pasar leyes. Por lo tanto, para ofrecer garantías efectivas y de mayor solidez jurídica a los inversores que se necesitan para detener la recesión y crecer enérgicamente.

El rumbo general fijado por Milei es respaldado aprobado y aplaudido en el exterior, pero la principal asignatura pendiente es mostrar capacidad de gobierno. El Presidente cuenta con un apreciable crédito de la opinión pública doméstica, con cifras que sostienen lo obtenido en el balotaje y también cuenta con el aplauso de los inversores potenciales. Pero le falta el manejo eficiente de instrumentos de poder interno, tanto la gestión como la capacidad de hacer sancionar leyes por el Congreso. Los mercados lo advierten y reaccionan.

Una señal de que se preparaba una corrección fue el tono del discurso del Presidente en el acto de Córdoba, el 25 de mayo. Hasta allí, aunque sus colaboradores, en primer lugar el Ministro de Interior, invertía horas negociando para conseguir que la ley de “Bases” se tratara y se aprobara cuanto antes , Milei se jactaba de estar esencialmente desinteresado de la suerte de ese proyecto y trataba de pararse en la vereda de enfrente de “los políticos” y las tratativas. “Siempre hay que estar bien diferenciados de la casta”, es el consejo de Santiago Caputo, su gurú de marketing político.

El acto de Córdoba, sin embargo, no tuvo tono desafiante, sino conciliador. Milei evitó los ataques contra “la casta” y reiteró su invitación al acuerdo y la unión nacional, a firmar el Pacto de Mayo una vez votadas las leyes que está tratando el Congreso y agregó, además, el compromiso de constituir un Consejo de Mayo, con participación de un representante del Ejecutivo, uno de los gobernadores, uno por cada cámara del Poder Legislativo así como uno de los sindicatos y otro de las organizaciones empresariales, con el objetivo de desarrollar la letra chica de los diez (o doce) puntos que contemplaría el Pacto.

Esa oferta era una señal fuerte de que el Poder Ejecutivo había comprendido que el decisionismo hiperpresidencialista, que ha sido su instrumento favorito para motorizar cambios, encontraba límites y necesitaba articularse con diálogo y participación de otros actores para ampliar su base de apoyo y consolidar gobernabilidad. Estábamos ante un punto de inflexión.

La Casa Rosada percibía que el gobierno necesita ser apuntalado, no puede vivir prolongadamente de sus logros proclamados. Precisamente porque el descenso relativo de la inflación y la caída marcada del déficit fiscal no se discuten y empiezan a aparecer como materias aprobadas, crecen otras preocupaciones: la recesión, las caídas de la producción y el empleo, el incremento de la pobreza, el atraso de salarios y jubilaciones, el silencio o el desorden en relación con un plan de estabilidad y crecimiento.

En paralelo con las señales de corrección, se estaban registrando desarreglos en el seno del gobierno y rápidamente se produciría el divorcio entre el Presidente y su entonces Jefe de Gabinete, su viejo amigo Nicolás Posse. En el caso de Posse lo que ha quedó a la vista (sólo una séptima parte de los icebergs se observa en la superficie) fue la mala gestión y la concentración de funciones. Posse controlaba todos los ministerios, se ocupaba de vigilar la firma presidencial, manejaba la inteligencia del país y extendía su dominio a las empresas estatales. El que mucho abarca, poco aprieta: los trámites y nombramientos se demoraban, están aún vacantes decenas de posiciones del organigrama estatal y ahora se comenta que, justamente invocando esa morosidad, algunos ministerios encuentran diagonales litigiosas para contratar o evitar que emigre personal (como parece acontecer en el Ministerio de Capital Humano, otro caso de gran concentración de funciones).

La renuncia y desplazamiento de Posse abrió la puerta de la jefatura de gabinete a Francos, el ministro político que viene de la política, otra señal de apertura al diálogo y al realismo. Promovido a la Jefatura que dejó Posse, Francos advirtió que se dispone a impulsar en el gabinete una mayor descentralización para que la gestión de gobierno no pierda agilidad.

La baja velocidad en materia de gestión ha perjudicado la situación de un gobierno en el que al Presidente lo aburren tanto la discusión política como los procedimientos administrativo-burocráticos que supone el manejo del Estado, porque prefiere concentrarse en la economía y en la “batalla cultural”.

El Estado, mientras el anarquismo no lo disuelva, reclama atención y trabajo. El ojo del amo engorda el ganado.

Francos hereda una jefatura adelgazada, sin las funciones de negocios, que se derivarán al ministerio aún innominado que ocupará Federico Sturzenegger, y sin el manejo de la Inteligencia, que pasaría a depender de Presidencia (es decir, del ·triángulo de hierro” de la Casa Rosada: Milei, Karina, la Secretaria General, y sobre todo Santiago Caputo, el superasesor de creciente poder político). Francos se ocupará de las funciones de coordinación del gobierno y retendrá las funciones de ministro político, con Interior, convertido en una Secretaría de Estado bajo su mando.

Como lo formuló el nuevo Jefe de Gabinete, hay una “necesidad de mayor apertura política”. El funcionario consideró que por este motivo había sido designado él en ese cargo. “El presidente me elige a mi porque se da cuenta que con la política argentina a él se le hace complicado, porque no la entiende, porque tiene diferencias, por equis motivos. Y yo tengo una posibilidad mayor de dialogar”. De hecho, en su vieja piel de ministro político (aunque ya acreditada su nueva función al tope del gabinete), Francos se ocupó personalmente (con la cooperación de la vicepresidenta, Victoria Villarruel) de cerrar el proceso destinado a conseguir dictamen de comisiones para el proyecto de Ley de Bases. Lo hizo admitiendo la mayoría de las objeciones particulares que hicieron los senadores de la oposición dialoguista. Francos comprende que esas objeciones son detalles frente a lo principal que es que el gobierno consiga de una vez aprobar la ley.

El ministro político y nuevo Jefe de Gabinete entiende que entre sus funciones está mantener el vínculo con los que pueden contribuir a contener los síntomas de dispersión o disgregación que muestra la Argentina.

La necesidad de apertura, diálogo y también de atención a los más vulnerables es una señal que llega al gobierno desde distintos puntos. La ponderada homilía del Arzobispo Jorge García Cuerva en el Te Deum del 25 de mayo incluyó mensajes, exhortaciones y censuras a actitudes atribuibles a distintos actores sociales y políticos, pero lógicamente los más sonoros estuvieron destinados a quienes ejercen la responsabilidad de gobernar: reclamó a todos “no hacerse los tontos” ante la pobreza y las crecientes privaciones. Y postuló una “alianza para la esperanza que sea inclusiva y no ideológica”, es decir, convergencias, acuerdos y participación de distintos sectores,

Es probable que este llamado, que Milei y su gabinete escucharon por la mañana del domingo en la ciudad de Buenos Aires, haya tenido como respuesta rápida la inesperada propuesta presidencial del Consejo de Mayo que el Presidente formuló esa misma tarde en Córdoba.

Los soportes que pueden apuntalar al gobierno se encuentran principalmente entre los gobernadores. No se trata de desdeñar el aporte de las fuerzas políticas, los partidos, pero estos atraviesan su propio proceso de centrifugación y necesitan forjar sus propias anclas, consolidar liderazgos, espacios e identidades. Por el momento, salvo excepciones, cada cual atiende su juego.

Por su parte, los gobernadores se asientan sobre un rasgo histórico del país (su índole federal) y están empujados por su función ejecutiva a defender intereses amplios de las sociedades que tienen que administrar, a impulsar la producción y el empleo, a custodiar la contención social y a mantener una relación fuerte, así sea tensa, con el poder central.

“A un gobierno que inicia hay que darle los instrumentos y las herramientas sostiene, por caso, el mandatario cordobés, Martín Llaryora, quien también advierte: “Tampoco se le puede dar cualquier instrumento, por eso en diciembre no salió la Ley de Bases. Esta ley que después se aprobó en Diputados es una ley muy modificada, más racional y por eso logró un consenso (…Creo que en el Senado va a salir, volverá con modificaciones a Diputados y después tendrán la ley”.

El gobernador de Catamarca, Raúl Jalil, coincidió en el espíritu cooperativo: “Para la Argentina sería muy bueno que nos pongamos de acuerdo y que salga la Ley Bases, tal vez con algunas modificaciones, pero hay algunos capítulos que la sociedad argentina estaba esperando desde hace mucho discutir”.

A diferencia de su colega cordobés, que encarna una variable autónoma del peronismo (el “cordobesismo”), el mandatario catamarqueño se mantiene en el seno del Partido Justicialista y, por esa vía, en el sello Unión por la Patria. Por eso su punto de vista resulta especialmente significativo: “Creo que el peronismo, Unión por la Patria, tiene que dialogar. Creo que se está cometiendo un error al no dialogar. Hay que dialogar, llegar a un acuerdo, porque la sociedad nos pide a los políticos que en algunos puntos estemos de acuerdo para avanzar. Creo que sería bien visto desde la Argentina y desde otros países que nos pongamos de acuerdo en diez o doce puntos con el Gobierno”.

Por el momento no hay una interlocución unificada entre el conjunto de los gobernadores y el gobierno central, pero empiezan a consolidarse bloques regionales y se observan tejidos incipientes en pos de una visión mancomunada.

El lunes de la última semana hubo en Córdoba una reunión de la región Centro (la más fuerte de las regiones del país, incluye a Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos), a la que si no asistió el entrerriano Rogelio Frigerio fue sólo porque se encontraba fuera del país, pero estuvieron presentes sus alfiles. Políticamente, los gobernadores del Centro componen un arco de representatividad plural: Frigerio es del Pro, Llaryora es peronista “cordobesista” y el santafesino Maximiliano Pullaro es radical.

Llaryora señaló en la reunión la necesidad imperiosa de “impulsar una nueva agenda política. No vamos a salir adelante con ajustes ni mirando solamente la macroeconomía”. Pullaro agregó que “Necesitamos construir poder desde las provincias para desarrollar nuestras regiones”.

Las provincias patagónicas tienen su propio bloque regional, también plural (con gobernadores peronistas, localistas y del Pro) y actuaron de conjunto para introducir cambios en el dictamen de la Ley de Bases, como la fijación de un piso más alto para la aplicación del impuesto a las ganancias de la cuarta categoría en su región.

El Norte Grande también actúa con plataformas de acuerdos (la región se interesó particularmente en el punto referido al incentivo de grandes inversiones, pensando preferente, pero no exclusivamente, en la perspectiva de la explotación minera). En este sentido se ha constituido también una “mesa del cobre”, en la que participan sanjuaninos, salteños, jujeños, catamarqueños, mendocinos …y también cordobeses. Las regiones se unifican defendiendo una política que desarrolle sus recursos (energía, minería, agro-alimentos) y las actividades que se articulan a partir de ellos.

Es probable que el ritmo al que se mueven los acontecimientos en el país termine empujando a sus gobernadores a una dinámica conectiva aún más intensa que la mera participación en el grupo de “whats-app“ donde los mandatarios provinciales intercambian puntos de vista.

De hecho, en las condiciones que impone la presencia de Milei en el poder central la fuerza gravitatoria federalista influye inclusive en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof empieza a desplegar un relacionamiento con colegas (como el santafesino y radical Pullaro o el chubutense y “macrista” Ignacio Torres. El signo federal opera como denominador común y le ofrece al bonaerense, si él se anima, una ventana para airear la atmósfera K que lo ha rodeado y tiende a sofocarlo.

Del mismo modo puede airearse el paisaje nacional en conjunto a partir del punto de inflexión que se experimenta.

En este contexto, más allá de las dificultades que pueda atravesar su gobierno y de la necesidad de procurarse puntales y sostenes, sigue siendo el presidencialismo de Milei el que fija agenda

La atracción que ejerce el gobierno se sostiene en sus logros frente a la inflación (la de abril fue inferior a la de marzo, la de mayo inferior a la de abril) y en que el respaldo de la opinión pública no decae pese a un ajuste brutal que inquieta hasta a sus propios autores, al punto de inducirlo a discretos (pero frecuentes) gestos de heterodoxia e intervencionismo.

El Presidente disfruta de un protagonismo internacional que es, en principio, una palanca para seducir inversiones. El aplauso externo ha convencido a Milei de que ya juega en “las grandes ligas” como “máximo exponente de la libertad a nivel mundial” En aquel carácter viajó a California hace una semana para disertar en la Hoover Institution presentado por la exsecretaria de Estado Condoleeza Rice y codearse con cerebros de la industria global del conocimiento como Mark Zuckerberg o Tim Cook en una cumbre de esa actividad. Un paso importante en busca de conectar al país con la revolución tecnológica que cruza el planeta.

.El gobierno ocupa también el centro por el desconcierto de sus diferentes competidores.

El peronismo está agitado por grandes fuerzas centrífugas, disperso entre la actitud de bloqueo absoluto al gobierno que predica el “kirchnerismo” y un “dialoguismo” que se expresa tanto dentro como fuera de Unión por la Patria (desde el “cordobesismo” de Schiaretti y Llaryora hasta el catamarqueño Jalil, sin excluir al salteño Sanz ni a Miguel Pichetto o a figuras periféricas pero movedizas, como Guillermo Moreno). E inclusive dentro del “kirchnerismo”, los tironeos internos que tienen como protagonistas a Kicillof y el camporismo de Máximo K. El Frente Renovador de Sergio Massa hace esfuerzos por mantenerse fuera de esa atmósfera y moverse con independencia, pero las responsabilidades que emergen de sus enclaves legislativos y territoriales lo mantienen sujeto a esa dialéctica. En la CGT va decantando un sector predispuesto a discutir la situación laboral para actualizar normas preservando derechos conquistados.

En el Senado, el nutrido bloque de Unión por la Patria, el más numeroso de la Cámara alta, se ha amarrado a un rechazo férreo a la ley de Bases en general, pero funciona potencialmente como un comodín de respaldo a muchas objeciones en particular que provienen de la llamada oposición cooperativa. Muchos de esos puntos y otras iniciativas, como las referidas a jubilaciones, solo pueden imponerse si puede contar con el apoyo de una parte significativa de los senadores de Unión por la Patria.

De todos modos, hay que mirar más allá del dato estático de que el conglomerado Unión por la Patria cuenta con 33 senadores (apenas cuatro menos que los que se requieren para ser mayoría en las votaciones ordinarias del cuerpo). La verdad es que por debajo de aquella cifra discurre la realidad de una fuerza política –el “kirchnerismo”- que no termina de debatir a fondo su posicionamiento y todavía necesita hacer un balance de los motivos de su derrota electoral, así como de los cambios sociales y de época que la explican

Por todo eso, el bloque de Unión por la Patria hoy no puede garantizar el voto unificado de los 33 senadores que lo componen. Más aún, el peronismo, que, desde lo cuantitativo, encarna el partido más numeroso del país, desde la política efectiva resulta hoy una fuerza aislada de alianzas y anclada por el “kirchnerismo” a una agenda anacrónica.

El peronismo, principal pero no exclusivamente el del interior, reclama lo que expresó con precisión el gobernador de Catamarca: “Tenemos que modernizar nuestra agenda. La agenda nuestra tiene que ser de acuerdo a esta nueva era de la humanidad.

Son los rasgos de la nueva época a los que elude Jalil los que determinan el crepúsculo del viejo sistema político que abrió el paso a la irrupción de Milei.

Por su lado, el Pro, con la restaurada presidencia de Mauricio Macri, profundiza su división, encarnada en las divergencias con el ala que lidera Patricia Bullrich ya incorporada, en los hechos y por gestión propia, al elenco libertario. Horacio Rodríguez Larreta espera un momento adecuado para volverá la superficie. Por debajo del radar, mantiene sus contactos con sectores del centro político, incluyendo actores del peronismo.

En cuanto a los radicales, experimentan la fuerza gravitatoria de Milei, que ha introducido fisuras en su armonía interna El mayor pegamento que los mantiene unidos es la conciencia generalizada de que la clásica estructura partidaria debe ser preservada. Es, por el momento, una estructura sin política.

En ese paisaje se mueve el hiperpresidencialismo de Milei, que necesita apuntalarse y ambiciona redefinir por largo tiempo el sistema político. El proceso de cambio está lejos de haber concluido. El actual es apenas un punto de inflexión. No el último.

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