Por Hernán Andrés Kruse.-

El triunfo de Sergio Massa el pasado 22 de octubre tuvo los efectos de un tsunami tanto para La Libertad Avanza como para Juntos por el Cambio. Javier Milei tuvo plena conciencia esa misma noche de lo que es en esencia la política: un mundo donde imperan la traición, la mala fe, el engaño, la simulación; un mundo donde impera lo peor de la condición humana, en definitiva. Milei creyó en Luis Barrionuevo. Creyó en su promesa de ayuda para garantizar la protección de los votos libertarios. Esa ayuda brilló por su ausencia. Esa noche su sueño de consagrarse presidente quedó trunco. Esa noche el libertario hizo un curso acelerado de realpolitik. Esa noche se percató de la imperiosa necesidad de acercarse a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich para conservar sus chances de victoria en el ballottage.

Horas más tarde de conocido el resultado electoral Patricia Bullrich anunció en conferencia de prensa su decisión de apoyar al libertario de cara a la segunda vuelta. Dijo Bullrich: “Tuve un encuentro con Javier Milei, tuvimos una charla respecto a lo que habían sido estas declaraciones. Y en un ámbito privado nos perdonamos mutuamente. Hoy la Patria necesita que seamos capaces de perdonarnos. Está en juego algo muy importante para el futuro”. Milei no había ahorrado durísimas críticas contra Bullrich en las últimas semanas. En una entrevista concedida a Esteban Trebuck en A24 sentenció: “Ella ha puesto bombas en jardines de infantes, participaba de una organización terrorista, estuvo 9 meses presa en Devoto”. Dada la gravedad de las acusaciones del libertario Bullrich lo querelló por los delitos de calumnias e injurias y lo denunció por intimidación pública e incitación al odio. En uno de sus escritos presentados a la Justicia manifestó: “Javier Milei excedió el ámbito del ejercicio del derecho a la libertad de expresión, pues sus manifestaciones tuvieron por objeto no solamente obtener ventaja electoral basada en mentiras, sino animar la generación de odio por razones políticas y destruir o alterar el ejercicio de mis derechos políticos y, a la vez, la igualdad de trato en la esfera de la discusión democrática” (fuente: Infobae, 25/10/023).

Milei y Bullrich no hicieron otra cosa que poner en práctica el arte de la simulación política. Ambos dirigentes demostraron ser consumados actores de teatro, dignos discípulos de Alfredo Alcón. Milei se disculpó por haber acusado a Bullrich de haber militado en Montoneros y Pato las aceptó. Pero Milei se disculpó porque no tuvo más remedio. Lo hizo porque era la única manera de congraciarse con el jefe de Bullrich, el ex presidente Mauricio Macri, el único capaz de garantizarle ciertas chances de victoria en el ballottage. Lo de Milei fue, reitero, una actuación, una simulación, porque sigue pensando que Bullrich fue miembro de una organización criminal que asoló al país en los setenta. Y la verdad es que el libertario tiene razón. Efectivamente, Bullrich militó en Montoneros. A continuación paso a transcribir un artículo publicado recientemente por el Cohete a la Luna del periodista Hugo Presman titulado “Lo pasado, pisado”.

“La candidata a Presidenta por Juntos por el Cambio miente sobre su pasado juvenil. Cuando se le pregunta si integró las filas de Montoneros, responde categóricamente en forma negativa y sólo reconoce que fue miembro de la Juventud Peronista. A tantos años del accionar de las organizaciones guerrilleras y teniendo en cuenta su versatilidad ideológica posterior, el haber integrado o no Montoneros no agrega ni quita a su biografía. Sólo cabe preguntarse por qué quiere borrar su paso por la organización armada peronista que sí integró. Esto no habilita a que el sorprendente candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei, que tiende a asociar la libertad con la picana, con las torturas y con los campos de concentración en su reivindicación de la dictadura establishment-militar, y que con su terrorismo verbal poblado de falsedades en todas las áreas en las que incursiona con su vocabulario precario, le impute haber colocado bombas en jardines de infantes (…).

Patricia Bullrich participó de operativos armados en papeles muy secundarios. Un operativo era matar a un ejecutivo de la empresa Sudamtex, de origen norteamericano. Según Marcelo Larraquy y Roberto Cavallero (“Galimberti, de Perón a Susana, de Montoneros a la CIA”, Norma, 2000): “Esa mañana en Paraná y Márquez, Martínez, hubo cuatro muertos. La única que sobrevivió fue Cali, la cuñada de Galimberti. La percepción previa del riesgo le sirvió para salvarle la vida (…) El día de la operación, a las 8 de la mañana del 14 de septiembre de 1976, Cali (nombre de guerra de Patricia Bullrich) hizo una recorrida por el lugar de la cita antes de la hora establecida y advirtió movimientos extraños. Estaba desarmada. Trató de pasar desapercibida, pero desde un auto empezaron a seguirla. Corrió, dobló en una esquina, saltó el jardín de una casa y se zambulló en el pasto, rezando y mirando al cielo. Logró despistarlos. Pero a los dos minutos, escuchó los disparos. Ramón, un soldado de San Isidro, fue baleado cuando llegó a la cita. Intentó escapar y, herido, le hizo señas desesperadas al Gordo Lizaso y al Gringo Caretti, que venían por Paraná en el rastrojero con las armas de la operación. No tuvieron tiempo de reaccionar. Les dispararon y se llevaron sus cuerpos. Sergio Gass quedó muerto en el volante del Peugeot” (…).

En el secuestro de los hermanos Born, realizó tareas de inteligencia. Según Ragendorfer (“Patricia, de la lucha armada a la Seguridad”, Planeta, 2019), el Gringo Caretti, en un bar, fue al grano: “Hay un trabajito para vos, piba”. Cali enarcó las cejas. Y el Gringo completó: “Es un relevo de la zona”. Seguidamente dijo que el asunto abarcaba desde la localidad de Béccar hasta La Lucila, a través de la avenida Libertador. Indicó que al respecto debía verificar tres cuestiones: el flujo de vehículos hacia la Capital Federal-con la duración estimada del recorrido-, las vías de repliegue en el tramo final y el horario de los trenes para evitar sorpresas en los pasos a nivel. Las directivas no incluyeron ningún detalle sobre la acción en ciernes, y menos aún su objetivo. Cali solo tenía que saber la parte que le correspondía. Más adelante, cuando se evaluaba el resultado del operativo, cuenta Ragendorfer: “Aquella tarde, Julieta estaba con Cali en el departamento de la avenida del Tejar. Y al llegar su novio, exhaló un suspiro de alivio. Galimberti lucía jubiloso y arrojó un ejemplar de la quinta edición del diario Crónica sobre la mesa. En su segunda página se develaba el enigma del hombre que murió con el chofer: era un alto directivo de Molinos Río de la Plata, la nave insignia del holding. La fatalidad quiso que aquella mañana desayunara con los Born en la residencia de Beccar. A Cali le bastó mirar su foto para quedar lívida; entonces exclamó “¡Mataron al tío Alberto!” En realidad, se trataba de un tío segundo”.

Hay un tercer operativo que recoge la Letra P. Periodismo Político, firmada por la periodista Lucía Aisicoff, donde Ricardo Ragendorfer expresa; “Fue el 23 de enero de 1977, cuando pusieron una bomba en el jardín del intendente de facto de San Isidro, José María Pepe Noguer. De ese atentado habrían participado el propio Galimberti, Cali y Jorge Rubino, alias Yuyo” (…).

Bullrich formó parte de la escisión de Montoneros encabezada por Galimberti y Juan Gelman. Según Daniela Slipak en su libro “Discutir Montoneros desde adentro, cómo se procesaron las críticas en una organización que exigía pasión y obediencia” (Siglo XXI, 2023): “A principios de 1979, Rodolfo Galimberti, a cargo de la Juventud Peronista del Movimiento Peronista Montonero (MPM), y Juan Gelman, a cargo de su secretaría de relaciones exteriores, anunciaron su ruptura. Declararon que renunciaban a las estructuras, pero no al peronismo montonero ni a la resistencia armada a la dictadura. El 25 de febrero, el periódico francés “Le Monde” publicó un extracto del comunicado. El 12 de marzo Juan Gelman escribió una carta a Rodolfo Puiggrós explicándole su salida. Fue publicada por el semanario local “Proceso”. El 9 de junio el grupo presentó su mesa promotora en París bajo el nombre de Peronismo Montonero Auténtico (PMA). Al igual que otros disidentes, dijo representar al verdadero montonerismo, en oposición al oficial. Además de Galimbetti y Gelman, sus firmantes fueron Pablo Fernández Long, Carolina Serrano (pseudónimo de Patricia Bullrich), Carlos Moreno (pseudónimo de Marcelo Pancho Langieri), Arnaldo Lizaso, Héctor Mauriño y Raúl Magario (…).

Según Hernán Confino, en su libro “La contraofensiva; el final de Montoneros (FCE, 2021): “Desde la óptica de la conducción, los disidentes devenían traidores. El interés en retrasar la contraofensiva los transformaba en enemigos” (…) En marzo de 1977 había llegado a Brasil lo que quedaba de la columna norte comandada por Rodolfo Galimberti, entre ellos Patricia Bullrich y Pancho Langieri que habían sido separados de Montoneros por sus críticas. Ambos son los padres del único hijo de Patricia: Francisco. Durante mucho tiempo, Bullrich siguió vinculada a Galimberti, al punto que Hernán Confino escribió en la página 156 del libro citado: “Finalmente, Patricia Bullrich, cuñada de Galimberti, publicó en la Argentina la revista “Jotapé”, que también fue distribuida entre los militantes con la idea de dar a conocer el proyecto político galimbertista” (…).

Llama la atención que ante hechos públicos conocidos, con testimonios de terceros y de compañeros, más aún con documentos de la época que la involucran, con la notable cantidad y calidad de libros publicados sobre los setenta, la actual candidata presidencial ampute una parte de su historia de joven militante cuando la movilizaban seguramente sueños que son antagónicos con sus planes actuales, siendo, por lo tanto, una mentira que tal vez alguna vez Bullrich debería aclarar. Pero es difícil, porque como dice un proverbio judío: “Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”.

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