Por Paul Battistón.-

Cierto pánico debe haber sido causado por el panic show de Milei. A sólo días de que Cristina se mostrara por última vez en la reunión intimista de perdedores en el Patria. Perdedores del sentido de la exaltación, detalle del que se van anoticiando con cada aparición de Milei.

Milei se ha llevado la máquina de la adrenalina y potenciada a volumen rocker. Una estocada mortal convertir en “liber” la composición de un “progre”, tan sólo pagando para su uso en SADAIC. El capitalismo hiriendo directamente en el costado del orgullo.

Una clase magistral arrojada en directo al aullido del público y comprada con la comprensión de quienes comparten las referencias de lectura y aceptadas por quienes perciben desde la exaltada desesperación, algo realmente distinto, ¿podría haber otra forma de ilustrar la transversalidad de adhesión?

Ningún salón o stand de la feria del libro hubiera podido contener ese volumen de empuje. Fue una buena medida para anticipar lo de Córdoba. El pueblo frente al Cabildo (otra dimensión de Cabildo) sabiendo esta vez de que se trataba. La última oportunidad.

El pacto del 25 se concretó con el pueblo, quedo claro en los cánticos, en los pedidos y en los respaldos. La tibieza se vio obligada a compartir un segundo plano y tempranamente obligada a poner fuerza contra los duros desalojando las vías de circulación del pasado estanco (triple triunfo).

No hay bases, no hay pacto con gobernadores. Ambos negativos quedan enfrentados al pacto de Milei con el pueblo reforzando el juego de las diferencias y remarcando los aliados del pasado en un momento de susceptibles alertas.

La ausencia de choripán ha sido total y es inversamente proporcional al alza de la imagen positiva de Milei al tope de lo posible. Lo razonable secundado por lo esperanzado, acompañados de lo eufórico y engrosados de lo incierto sólo dejan para la suma de lo negativo lo ideológicamente admitido.

Share