Por Luis Américo Illuminati.-

«Quien odia a otro en su interior es enemigo de sí mismo» (San Agustín).

«Utopía de un hombre que está cansado» es un relato lírico de Jorge Luis Borges que narra el encuentro entre un hombre del siglo XX y un habitante del futuro. El protagonista, Eudoro Acevedo, llega a una casa donde un hombre alto y vestido de gris lo recibe. Durante su conversación en latín, el anfitrión revela un mundo aparentemente utópico, sin gobiernos, ciudades, ni posesiones materiales. La humanidad ha abolido la imprenta y cada individuo crea su propia ciencia y arte. Los escuálidos habitantes -casi zombis- viven en soledad y tienen el control total sobre su vida y su muerte. Este relato más que una utopía parece una distopía o desdichada entropía, ya que el anfitrión de Acevedo se parece al «último hombre» que anunciaba Nietzsche -previa extinción de la raza humana- producto del igualitarismo, el progresismo y el involucionismo, una triste sombra de sus antepasados, sin Dios, un ente que deambula sin saber quién es, de dónde viene y adónde va. Habitante de un no-lugar o una suerte de entelequia o limbo solipsista. Actualmente sucede que quien está indignado -usuario de Internet- no se le calma con hechos ni tampoco con buenos y sabios consejos. Por eso ha surgido un mundo dualista de aceptación y rechazo. Al botón del like le corresponde completamente el odio. El mundo consiste en cosas y personas que nos gustan o disgustan. O blanco o negro, no hay grises ni intermedios o punto medio. Un ejemplo palpable son los boys sabelotodos de La Cámpora y la izquierda como Grabois, Máximo Kirchner, Martín Lousteau, Axel Kicillof y Maira Mendoza. Y para completar este confuso panorama (campo virtual de Agramante) ya veremos en breve las consecuencias impensables de la IA (inteligencia artificial). Lo mismo pasó con la televisión, sobre la cual dijo Alfred Hitchcock: «La televisión ha hecho mucho por la psiquiatría: no sólo ha difundido su existencia, sino que ha contribuido a hacerla necesaria».

La cultura digital tiene rasgos autoritarios pues como dice Daniel Innerarity, propicia una mirada sobre el mundo de adhesión o rechazo, del like al discurso de odio, de polarización cada vez más extrema. Esto favorece el surgimiento de los nuevos “populismos digitales”: una sociedad dividida en buenos y malos, donde los enemigos son designados como la parte enferma de la sociedad, y los gobernantes se comunican por Twitter (Clarín, Daniel Lutzky, 24/05/2024).

¡Tarde te amé Señor!

Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, /tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera, /y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, / me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste./Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo./ Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,/si no estuviesen en ti, no existirían./ Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; / brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, / y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; / me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti (San Agustín, Obispo de Hipona).

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