Por Luis Américo Illuminati.-

«Me puse a pensar en una historia que hablaba con los misteriosos temores de nuestra naturaleza y despertase terror apasionante; una para que el lector tema al mirar a su alrededor, para cuajar la sangre y acelerar los latidos del corazón.» (Mary Shelley, «Frankenstein o El moderno Prometeo).

Ortega y Gasset, aquel filósofo que dijera: «argentinos a las cosas», hoy diría: «Ni es el absolutismo racionalista que idealiza la razón y nulifica la vida ni tampoco el populismo que atropella la razón y convierte la democracia en un monstruo, una hidra de mil cabezas, al cual, si le cortan una, le crece una nueva cabeza. Tal monstruo es el fenómeno antinatural llamado kirchnerismo. Este engendro ideológico, ladri-progresista surgió de la alianza y posterior ayuntamiento carnal de los últimos restos del postperonismo (peronismo posterior a la muerte de Perón) con los «jóvenes idealistas» o Montoneros (agrupación infiltrada de tendencia trotskista que Perón defenestró antes de morir). En esta oscura alianza se unieron Horacio Verbitsky y otros ex guerrilleros asesores de Néstor Kirchner, a quien por analogía se lo podría comparar con el Dr. Víctor Frankenstein quien creó una horrible y letal criatura monstruosa, cuyo final se parece cada día más a la última escena de la película «Frankenstein de Mary Shelley», de Kenneth Branagh, en que la horrible criatura llora sobre el cadáver de su siniestro creador y luego enciende el fuego de una pira funeraria preparada para el muerto y junto a éste se inmola.Tal vez esta famosísima novela de terror que tiene semejanzas y analogías con la génesis del kirchnerismo, encuentre una posible hermenéutica reflexiva en Paul Ricoeur, en su estudio «La Simbólica del Mal». La figura de Frankenstein y su monstruo es una metáfora certera de todos aquellos individuos enfermos de fama y poder (psicópatas) que han sido artífices y maestros de criaturas o epígonos tan como malignos o más que aquéllos. Un caso paradigmático, como hemos dicho, es el kirchnerismo, ícono de la teratología, fenómeno que se ha dado antes con Hegel y Karl Marx, maestro y discípulo aprendiz de brujo, uno peor que el otro, un mago que de su galera saca otro mago que se devora al primer mago.

En todos estos casos el monstruo creado ha sido igual de perverso que su creador y maestro. Basta ver el frente común o coalición de sátrapas que han creado Kicillof, Pablo Moyano (el Atila de los sindicalistas), y demás patriarcas del gremialismo argentino: «Los inmortales», junto con la furibunda izquierda, con cortes, piquetes y molinetazos, hijos putativos e ideológicos de Firmenich, Vaca Narvaja, Paco Urondo, Galimberti, Taiana y el resto de los mentados «jóvenes idealistas», hoy son ancianos que han cumplido su ciclo vital, pero ninguno se lo ha visto arrepentido de haber hecho correr ríos de sangre inocente. Mataron al Cura Mugica, a José Ignacio Rucci (Secretario General de la CGT) y a tantos otros argentinos, sólo para demostrar que ellos eran los «elegidos» del Che para imponer el mismo totalitarismo de la ex Unión Soviética y la que Fidel Castro impuso en Cuba. Fracasaron rotundamente. La orden de Perón se cumplió al pie de la letra. Pero desgraciadamente, hay males que siempre vuelven si no son extirpados de raíz. Resurgieron y volvieron con odio, represalias y con un discurso tan hipócrita como el de los fariseos contra Jesús frente al palacio de Pilatos para exigir su crucifixión. Veinte años de deformación de la cultura y de la sana idiosincrasia argentina, con el último capítulo del «albertismo», monstruo engendrado por la doctora Cristina Fernández Viuda de Frankenstein, fallido experimento político que dio a luz la subespecie del «peronanismo», reiteración del pecado de Onán que relata un pasaje del Antiguo Testamento, un solipsismo mental que niega la realidad, un autoconsuelo, es el «amor a sí mismo», un narcisismo perverso, que seguramente en los estudios realizados por Paul Ricoeur y Freud encontremos la clave de tal comportamiento.

El nuevo gobierno de Milei lleva 100 días y el payaso Alberto desde su cuenta de Twitter (la X) desde México, las Bahamas o cualquier lugar del Triángulo de las Bermudas, mira la paja en el ojo de Milei y no ve el poste que él tiene en el suyo. Es el colmo de la indignidad y la bajeza, que un loco igual de trastornado e infame como el emperador Nerón que incendió Roma y culpó a los cristianos. Asegura que Milei en 100 días ha ido de fracaso en fracaso. Pobre imbécil, cree que 100 días son suficientes para reconstruir de las ruinas al país que él y su mentora destruyeron. Los 100 días es el tiempo en que los argentinos que votamos a Milei, más del 50%, entre la Vieja y Nueva política, queremos esta última que es –velis nolis– la que está llevando adelante el presidente Milei. Éste no es De la Rúa ni Chacho Álvarez, no les va ser fácil voltearlo. Nunca más el populismo. Un populismo disgregante de la identidad del pueblo argentino, del cual una gran parte ha sido convertida en masa de zombis y piaras gruñendo en las calles.

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