Por Luis Américo Illuminati.-

«Finalmente quedó demostrado que el revolucionario no era el proletario sino el anormal, el inadaptado». (Umberto Eco).

«El que defiende la verdad nunca será apreciado por la masa carente de juicio y a menudo trastornada, la cual vota y encumbra a los peores» (Georg Simmel).

«Si tratáramos a cada persona como un fin en sí mismo y no como meramente un medio, el mundo sería mejor» (Immanuel Kant). En “1984” George Orwell plantea una ingeniosa y mordaz crítica a los regímenes totalitarios brutales como fueron el nazismo y el comunismo stalinista. En la actualidad los totalitarismos son regímenes «populistas» -simulacros de democracia- que se arraigan y pretenden perpetuarse a través de las urnas y manipulación de padrones y de cerebros como en la Rusia de Putin y la Corea del Norte de Kim Jong-Un, donde sigue vigente la lógica del control, ya no de campos de concentración, pero sí del secuestro de la verdad, el abandono del orden y del derecho natural. En Centro América desde 1959 a la fecha subsiste el paradigma de las dictaduras orwellianas: la Cuba de Fidel Castro. Pretende gobernar hasta que venga el fin del mundo o estalle una Guerra Civil, o un alzamiento popular tipo «Revolución Francesa» y así el pueblo podrá recuperar los derechos humanos brutalmente conculcados y retorne de una vez la democracia. La América del Sur presenta otras variantes de gobiernos populistas demagógicos: el pero-kirchnerismo en la Argentina y el chavo-madurismo en Venezuela. Tanto es así que el Canal C5N tiene un programa que se llama «Argenzuela».

El abrumador silencio de CFK y del Papa

El kirchnerismo y el resto de la izquierda argentina se la pasaron flasheando falcons verdes con Macri y Milei y ahora que literalmente tenemos registro visual en vivo de Maduro chupando gente ellos no ven absolutamente nada. Los esclavos de la «moral K» son ciegos, sordos y mudos. Ni que hablar de la representación del cuadro de Da Vinci «la Última Cena». Ni una sola palabra ni de ella ni del «vicario» de Cristo. Francia, bastión de Europa en defensa de la fe cristiana, el reino de los francos con paladines como Carlomagno, Roland y Juana de Arco, hoy lamentablemente está en completa decadencia moral, tal como lo describe el escritor, ensayista y poeta Michel Houellebecq quien plantea en su novela «Sumisión» un Estado Musulmán en Francia que llega al poder por vía de las urnas.

Ludwig Wittgenstein, autor del «Tractatus logico-philosophico» y padre de la filosofía lingüística, dijo: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” y sobre el isomorfismo del lenguaje agregó que “lo que se puede mostrar no se puede decir”, lo cual respecto de la abominable deformación del cuadro de Da Vinci, dicho aforismo cabe leerlo a la inversa («a contrario sensu»), esto es, «lo que no se puede mostrar hay que decirlo para no burlarse de lo que es sagrado».

La filosofía del absurdo

La corriente filosófica del absurdo. «La sociedad liquida» que describió Zygmunt Bauman. La frontera filosófica donde tantísimos seres extraños, incomprendidos, perdidos y solitarios, al fin han encontrado su lugar en el mundo. Son las redes sociales donde lo inesencial predomina sobre todas las cosas, donde la razón y el sentido son contrarios, donde puedes preguntarte todo, con la conformidad de saber que tendrás las respuestas que tú quieres. Puedes plantear las cosas más absurdas e inverosímiles que tendrás miles de seguidores y serás una o un exitoso «Influencer».

Los Miserables

La gente no quiere leer hoy día, se conforma con lo que le cuentan -deformado- los otros o con ver una película estupidizante y decadente que es un insulto a la inteligencia. Leer un clásico es muy provechoso, lo cual quizás para algunos no les parezca interesante pasarse un mes leyendo, por ejemplo, un libro como «Los Miserables». Un libro como éste deja como sedimento el aprendizaje de experiencias no vividas, puntos de vista y fundamentos diferentes a los nuestros que nos pueden abrir más la mente. Ese esfuerzo es el que mejora al individuo, sobre todo a las nuevas generaciones de planeros y piqueteros que jamás han agarrado una pala o defendido su Patria como lo hicieron los Veteranos de Malvinas. Vale la pena el intento, dedicar las horas insumidas en leerlo no es perder el tiempo, por el contrario, imaginar las escenas y situaciones que ha pensado e imaginado Víctor Hugo -¡por favor no confundir con el lenguaraz Víctor Hugo Morales!- es en cierta forma vivirlas. Si éste viviera en nuestra época, comprobaría que los miserables de aquella época son bebes de pecho al lado de los que hay ahora, por ejemplo, la banda kirchnerista.

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