Por Carlos Tórtora.-

Alberto Fernández protagonizará hoy el relanzamiento de su gestión sobre la base de negar el resultado de las elecciones del pasado domingo. Justamente, desde la noche del domingo, el presidente desplegó toda su artillería para demostrar que no está golpeado o, lo que no es lo mismo, que no lo afecta el golpe de las urnas. Su contraofensiva tiene dos capítulos: la convocatoria al diálogo y la unidad del peronismo para respaldar al gobierno. Todo esto, incluido el acto de hoy, esconde la realidad de que el gobierno está debilitado y sin rumbo ante la retracción del apoyo popular. El mapa peronista ofrece ahora relieves distintos. Un grupo de gobernadores que salieron triunfantes de la elección, como Sergio Uñac y Jorge Capitanich, se suman a la liga de intendentes del conurbano que son el verdadero eje del poder K. Fernando Espinoza (La Matanza) y Martín Insaurralde (jefe de gabinete de Axel Kicillof y caudillo de Lomas de Zamora) pasaron a ser así candidateables para gobernador. Alberto no tiene poder propio y cuenta con que tanto los gobernadores como los intendentes apuesten a ponerle ciertos límites al liderazgo de Cristina Kirchner. El show montado por el presidente explota sin duda el concreto debilitamiento de la vicepresidenta por la pérdida del quórum propio en el Senado. El mayor éxito de ella fue ser la arquitecta de la recuperación de 500.000 votos en el conurbano, pero esto no la benefició directamente a ella sino a su protegido Axel Kicillof.

Castillo de naipes

Da la impresión de que el castillo de naipes que levantó el presidente no durará mucho. Las tensiones en el seno del gobierno están intactas y la oposición ya exigió, en un documento del Interbloque de Juntos por el Cambio, que el Ejecutivo, antes de dialogar, deje sin efecto la reforma judicial y otros proyectos considerados autoritarios. En todo caso, el actual montaje le serviría a Alberto para distraer la atención del resultado electoral y ganar lo que más necesita: tiempo.

Por eso no es de extrañar que en las usinas presidenciales se vuelva a hablar hasta de la reelección del presidente, un tema que para el kirchnerismo duro está fuera de discusión.

Siendo objetivo, lo cierto es que el entretenimiento montado por el entorno presidencial tuvo cierto éxito y sorprendió a la oposición, que no imaginaba la pirotecnia oficial.

En la interna de Juntos por el Cambio empezaron a aflorar los pases de factura y así Patricia Bullrich deslizó que ellos esperaban no menos de un 50% de votos en Capital, golpeando así a María Eugenia Vidal. Los radicales, por su parte, volvieron a sentirse agraviados por la forma en la que el PRO organizó los festejos porteños. Esto es, la orden fue que se ocultara al máximo la participación de la UCR. Ante la convocatoria oficial, parece que los halcones se imponen, ya que nadie quiere parecer blando frente al gobierno. Además, dados los antecedentes de Alberto en materia de coherencia política, indican que el diálogo no sólo no tendrá larga vida sino que tal vez sea apenas un aborto.

Share