Por Carlos Tórtora.-

Luego de la votación en el Senado de la Ley Bases, Cristina Kirchner hizo pública su reflexión de que, si todos los senadores del PJ fuesen de La Cámpora, el oficialismo no hubiera podido aprobar la ley. El comentario irritó a los no camporistas, porque estos vieron en el mismo un anticipo de la intención de llenar las listas de candidatos para el 2025 con dirigentes camporistas.

La expresidente está pendiente de la reaparición pública de Sergio Massa, quien empezaría a disputarle progresivamente la candidatura presidencial a Axel Kicillof. Este, a su vez, empezó a tejer a primer nivel y se mostró en Roma con Francisco la semana pasada.

La cúpula peronista está inquieta porque afronta un dilema difícil de resolver.

En líneas generales, la dirigencia peronista está convencida de que, hasta que no se desplome el apoyo popular a Javier Milei, no es prudente atacar a fondo al gobierno, porque esto podría generar una reacción a favor de aquél. El problema es que, si la tolerancia social se estira, crecerían en alguna medida las chances de que el gobierno se estabilice y empiece a conseguir algunos logros económicos. Si esto ocurre, reaparecerían las chances, hoy casi nulas, de que los libertarios puedan ganar las elecciones y mostrarle entonces al mundo que su proyecto tiene sustento político.

De ser así, podrían multiplicarse los peronistas libertarios, como se define Daniel Scioli, y el kirchnerismo podría empezar a pasarla mal.

Dadores de gobernabilidad

Así las cosas, con su moderación, el peronismo es hoy el principal dador de gobernabilidad del gobierno. El escenario ideal para la dirigencia opositora es que Milei llegue a las elecciones legislativas hecho jirones y que sufra una derrota aplastante.

Pero el presidente no es suicida y empieza a tantear el camino para evitar esta situación. Su dilema, dentro de pocos meses, será decidir si ha llegado la hora de subir el gasto público para ganar las elecciones para luego seguir profundizando el ajuste. Está claro que con la actual recesión el gobierno no puede enfrentar el año electoral con chances de éxito. Esto es, entonces, o consigue salir de la recesión sin claudicar en el ajuste o bien sale del superávit fiscal para ganar en las urnas.

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