Por Carlos Tórtora.-

Dos nuevos episodios colocan a Javier Milei en el centro de la discordia en Sudamérica. El presidente argentino, luego de insultar nuevamente a Lula da Silva, viajará este sábado a Camboriú para participar de un encuentro de la Conferencia de Acción Política Conservadora, donde se reunirá con Jair Bolsonaro. A todo esto, faltará a la cumbre del Mercosur en Paraguay.

El otro capítulo es que las declaraciones de Milei sobre la existencia de una falsa denuncia de golpe de estado en Bolivia llevaron a que el presidente Luis Arce se diera por agraviado y llamara a consulta al embajador boliviano en Buenos Aires.

Volviendo a Brasil, es una incógnita qué actitud tomará el gobierno argentino con los aproximadamente 100 bolsonaristas condenados por tentativa de golpe de estado que acaban de refugiarse en la Argentina.

La decisión de Milei de mantener un alto nivel de conflictividad está haciendo crujir al Mercosur sin que Argentina esté fortaleciendo ningún sistema de alianzas regional. Más bien lo contrario: las agresiones de Milei dejaron el saldo de una relación diplomática resentida con Colombia. El presidente debe cargar en otro terreno con los costos de su guerra con el presidente español Pedro Sánchez, lo que resiente las relaciones de la Argentina con la Unión Europea.

Mirando al norte

A esta altura de los acontecimientos, no se puede dudar de que la gran apuesta internacional de Milei pasa por el triunfo de Donald Trump en las presidenciales de los EEUU en noviembre próximo.

Desde el ángulo libertario se sostiene que, si Trump gana, podría convertirse en el aliado privilegiado de Washington en Latinoamérica, encabezando un bloque para contrabalancear el peso de Brasil. Claro está que esto iría en contra de la «doctrina Kissinger» que el Departamento de Estado aplica invariablemente para América Latina. Esto es, que los EEUU deben privilegiar su entendimiento y en función de esto acomodar sus relaciones con los demás países latinoamericanos. La excepción es México que, como limítrofe, ocupa un lugar especial en la diplomacia de los EEUU.

Las coincidencias entre Milei y Trump son bastante parciales. El líder republicano es partidario de un Estado fuerte e intervencionista y está en las antípodas del anarcocapitalismo. Pero Milei coincide con él en cuanto a combatir la agenda 2030 y en el tema ecológico.

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