Por Carlos Tórtora.-

Si algo marca las declaraciones de Javier Milei en las últimas horas es su escepticismo. Desde Madrid, lejos de mostrarse confiado y optimista sobre la aprobación de la ley ómnibus, sembró dudas sobre el tema sosteniendo que las reformas se conseguirán este año o el año que viene, cuando el Congreso renueve sus bancas. Y, para no dejar dudas, denostó una vez más a la dirigencia política. De este modo, el presidente se planta como un tercero que observa desde afuera la realidad política y no como un protagonista principal.

Esta extraña actitud ante la realidad política no es la única que caracteriza a Milei. Se comporta como ausente de los problemas y además muestra fobia a comprometerse con la gestión política del gobierno, pero sí participa activamente de la política internacional, como por ejemplo en el congreso de Vox.

En su entorno reina el desconcierto y nadie sabe qué hará con los 18 gobernadores que comprometió para el Pacto de Mayo. Distante y displicente, el presidente parece decidido a demostrar que las circunstancias de la política local lo tienen sin cuidado. Su única salida es contar con una mayoría automática propia en el Congreso el año que viene. Pero nada indica que -salvo los esfuerzos de Karina Milei- haya una verdadera estrategia electoral en marcha.

Un gobierno sin rumbo

Si le aplicamos al presidente las reglas de la lógica política, concluiríamos que estaría pensando sobre grandes cambios en su gobierno. Esto explicaría al menos su actual corrimiento de la realidad. ¿Marcarán los seis meses de gobierno un cambio político que incluiría un nuevo ministro de economía? Contrariamente a su antecesor Alberto Fernández, Milei demostró en estos meses su inclinación a cambiar funcionarios con facilidad, es decir, que no le teme a la inestabilidad.

Lo que es indudable es que, salvo el piloto automático que rige la política económica, en todo lo demás el gobierno carece de rumbo y el presidente actúa cada vez más como un ministro de economía, no como un jefe de estado, con la importante excepción de la fijación de rumbos en materia internacional, donde el gobierno sí maneja el timón.

La relación con las provincias, las alianzas, la política empresarial, el sindicalismo y hasta en buena medida el Congreso, son pantanos donde el oficialismo apenas si se mueve.

Todo esto sin mencionar que la severidad del ajuste está desarticulado en parte el funcionamiento de muchas áreas del Estado Nacional. Desde el punto de vista de la gestión administrativa, la gestión de Milei se destaca por su bajo nivel y su ineficiencia.

Share